¿CREER EN LA RESURRECCIÓN?

En este domingo segundo de Pascua se nos plantea la cuestión inquietante: ¿qué hay después de la muerte? Y la respuesta nos sorprende: ¡Hay resurrección de los muertos! La muerte no tiene la última palabra. Las tres lecturas de este domingo nos hablan de ello.
Dividiré esta homilía en tres partes:
- Creer en la victoria del bien sobre el mal.
- La sombra” de Pedro
- El vidente de Patmos
Creer en la victoria del bien sobre el mal
La esperanza está precedida por la fe. Y la fe es visión en medio de la oscuridad. Nadie es capaz de ver lo que hay más allá. Por eso, no es extraño que muchos -y cada vez más- piensen que después de este viaje de la vida, ya no hay nada más. Todo acaba en la tumba.
Nuestra fe cristiana, llevada por su obstinada confianza siempre lo afirmación: “Creo en la resurrección de los muertos y en la vida eterna”. Y nuestro argumento es: Jesús fue resucitado por Dios Padre y el Espíritu y también nosotros -que estamos en comunión con su Cuerpo- resucitaremos.
La sombra de Pedro
La primera lectura nos dice que “por mano de los apóstoles se obraban muchos milagros y prodigios entre el pueblo”. Nos dice también “que sacaban los enfermos a las plazas y los ponían en lechos y camillas para que, al pasar Pedro, al menos su sombra alcanzase a alguno de ellos”. No por su autoridad, no por su cargo. Pedro estaba lleno de Jesús, que a través de él se desbordaba y actuaba… incluso su “buena sombra”. Por eso, le acercaban enfermos, porque su mera cercanía los curaba.
Y no solo Pedro. Aquella comunidad de discípulos de Jesús realizaba prodigios. La vida renacía. Más que palabras, comunicaban la fe con signos y prodigios.
En nuestro amor apasionado a Jesús pueden hoy acontecer las apariciones pascuales y los milagros de la Pascua. Hasta la sombra puede transmitir espíritu y vida.
El vidente de Patmos
En la segunda lectura, el vidente del Apocalipsis es agraciado con una sinfonía de símbolos: todo sucede en domingo, el día del Señor: el cielo se abre, desaparece la oscuridad -símbolo de una noche sin sentido. El vidente ve los cielos abiertos y queda en éxtasis ante una figura humana, que es Jesús, el Hijo de Dios Padre. Es sumamente bello. Es aquel que había sido crucificado, pero ahora se manifiesta con toda la belleza de la resurrección.
Conclusión
Nosotros, como algunos de los primeros testigos de la Resurrección, dudamos que exista resurrección. Para llegar a la certeza de ello necesitamos purificación en el corazón. Las mujeres del alba, que madrugaron para ungir el cuerpo de Jesús, recibieron ya en aquel amanecer la visitación de Jesús Resucitado. A los varones, como Tomás, les costó una semana llegar a reconocerlo como el Resucitado.
A nosotros Jesús se nos anuncia su bienaventuranza: Bienaventurados los que sin ver, creyeron. Si Jesús resucitó, también nosotros resucitaremos.
José Cristo Rey García Paredes, CMF