Una obra coral de Publicaciones Claretianas. Un tejido de historias escritas por una treintena de periodistas que nos hablan del espíritu humano en tiempos de pandemia. Buenas historias que construyen un mundo nuevo y nos ayudan a reencontrar las raíces y la fuerza para avanzar juntos. Historias, en definitiva que saben mirar al mundo y a los acontecimientos contando cómo somos parte de un tejido vivo y revela, al mismo tiempo, el entretejido de los hilos con los que estamos unidos unos con otros. En medio de una situación que nos lleva a sucumbir a la desesperación, estos periodistas nos ofrecen unas verdaderamente bellas historias de humanidad con sabor a Esperanza.
“Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos” (Jn 20,19) nos decía el evangelio de ayer, 2º domingo de Pascua. Nosotros estamos recluidos en nuestras casas por el estado de alarma que nos ha traído el coronavirus. El miedo y la reclusión suelen ser signos de la falta de fe, Pero también pueden ser, quieren ser en nuestro caso, expresión de responsabilidad y prudencia.
En cualquier situación es bueno dejarnos guiar por Jesús, que nos trae su paz y su Espíritu. Y con el apóstol Pedro bendecir a «Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que por su gran misericordia, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha regenerado para una esperanza viva» (1 Pe 1,3-4).
Las imágenes de nuestra iglesia-santuario, celebración de la misa en precario y a puerta cerrada, quiere ser expresión de esa paz que nos trae Jesús y que deseamos que llegue a todos los parroquianos. Regenerados para una esperanza viva y animado por el Espíritu de Jesús, no seremos víctimas del miedo que paraliza, sino más bien testigos de la presencia del Señor entre nosotros.
Y hoy, tras la celebración del domingo de la Divina Misericordia, lo hacemos con María, la Madre del Resucitado, a través de la antífona mariana para el tiempo pascual. A través del link«Mater Misericordia: los misterios de la misericordia», del blog Ecología del Espíritu del claretiano JCR García Paredes, os invitamos a orar viviendo con María el gozo de la Pascua. Como dice el P. García Paredes: «El Espíritu de la Misericordia promueve muchas iniciativas creativas, imaginativas, en favor de la tantas personas hoy necesitadas de ayuda espiritual y material: ¡obras de misericordia espirituales y corporales!. La memoria y presencia de la «Mater misericordiae» nos activa y estimula».
Es el grito de fe y esperanza de la VIGILIA PASCUAL de esta noche pasada.
La Pascua de este año no ha venido acompañada por muchos de los signos externos que nos son familiares: luces, flores, procesiones, encuentros… Pero ahí estábamos los sacerdotes, solos, a una prudente distancia unos de otros… Y en nuestra oración, nuestros cánticos, nuestras invocaciones… todos vosotros, en comunión con toda la Iglesia, renovando nuestra fe, celebrando que Jesús, el Señor, está vivo en medio de nosotros. El Cirio Pascual nos lo recuerda y nos lo hace presente.
A lo largo de la Pascua seguiremos confesando que ninguna muerte es superior a la fuerza de su vida. Y comprenderemos mejor las palabras que hoy ya, en el día de la Pascua, nos presenta la segunda lectura: “Porque habéis muerto; y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos, juntamente con él” (Col 3,3-4).
A las 7 de la tarde de este Viernes Santo tan «extraño», 10 de abril de 2020, hemos terminado la Celebración de la Pasión del Señor. La liturgia de la Palabra, de modo especial la lectura de la pasión del Señor según san Juan, la Oración universal y la Adoración de la Cruz, hoy han tenido un eco muy especial. La plegaria IX b: «por quienes sufren en tiempo de pandemia», ha sido una oración dolorida, pero confiada y esperanzada.
Junto con alguna imagen de la Cruz que hemos venerado os ofrecemos el texto de la oración:
▪ Oremos también por todos los que sufren las consecuencias de la epidemia actual: para que Dios Padre conceda la salud a los enfermos, fortaleza al personal sanitario, consuelo a las familias y la salvación a todas las víctimas que han muerto.
▪ Oración en silencio.
▪ Dios todopoderoso y eterno, singular protector de la enfermedad humana, mira compasivo la aflicción de tus hijos que padecen esta epidemia; alivia el dolor de los enfermos, da fuerza a quienes los cuidan, acoge en tu paz a los que han muerto y, mientras dura esta tribulación, haz que todos puedan encontrar alivio en tu misericordia. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Como en tantas otras comunidades cristianas esta tarde nos hemos reunido los sacerdotes de la parroquia y algunos otros de la comunidad claretiana de calle Buen Suceso para celebrar la Cena del Señor. El Jueves Santo es el día de la caridad-amor, la eucaristía y el sacerdocio; las tres caras de la misma jofaina. Y solo pueden comprenderse si nos dejamos primero lavar por Jesus y por los hermanos.
Durante la Eucaristía y final de la misma, el templo vacío, pero todos estabais presentes. Ante el Santísimo en unos momentos de oración y adoración, hemos recordado personas, nombres, rostros, sanos y enfermos. Y hemos orados por miles de ministros “no ordenados” (médicos, enfermeros, cuidadores, fuerzas del orden, trabajadores sociales, voluntarios…) que están entregando su vida para hacer frente a esta pandemia. Muchos se han contagiado del Covid-19 y algunos ha muerto, como el P. Julio Vivas, claretiano, que murió ayer en Valladolid. Todos ellos han entendido muy bien la última lección de Jesús en su última Cena: “¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? … Os he dado ejemplo para que vosotros también lo hagáis” (Jn 13,12-15).
Hermano y amigos feligreses de la parroquia-santuario Corazón de María: Un saludo cordial a todos.
Con la foto que acompaña este texto hacemos presente nuestra celebración de la Pasión en el domingo de Ramos, a las 12:30, en la iglesia-santuario. Solo nos han acompañado algunos hermanos de la comunidad claretiana de Buen Suceso. Pero os hemos tenido muy presente a todos. Hemos orado por vosotros, vuestras familias, vuestros enfermos y vuestros difuntos. Y sobre todo, hemos renovado nuestra fe en Cristo Jesús, el «Nombre-sobre-todo-nombre» y la convicción de que por su pasión y muerto todos somos llamados a la resurrección.
Sugerencias para vivir la Semana Santa de un modo especial en este momento que nos toca vivir.
Podéis seguir las celebraciones en Roma retransmitidas por Trece TV y TV2.
O las celebraciones en la catedral de Madrid que se pueden seguir por Youtube (y probablemente también Telemadrid): Jueves Santo (18 h), Viernes Santo (17 h) y Vigilia Pascual (20 h).
Nos disponemos a celebrar una Semana Santa y un Triduo Pascual muy especial. La dramática situación que vivimos por la pandemia del COVID-19 nos está haciendo vivir un tiempo de prueba y purificación que el Señor ha permitido en su providencia. “La historia del pueblo de Dios, desde Abraham hasta hoy, está forjada con el entramado de pruebas que han provocado, junto al sufrimiento y la muerte, frutos de purificación, paciencia, solidaridad y caridad fraterna. En estos días, la fragilidad y el dolor nos ha unido entre nosotros y con el Cristo sufriente que no deja de acompañar a su pueblo y de padecer con él” (Mons. César Franco, Obispo de Segovia, en su Carta pastoral con ocasión de la Semana Santa).
Esta situación, vivida desde la fe, puede ayudarnos a abrirnos a un horizonte que trasciende nuestra fragilidad: el del mundo del espíritu abierto a perspectivas de plena humanidad y de vida eterna. Nuestros templos están prácticamente cerrados, pero la Iglesia no. El Pueblo de Dios sigue su camino con fuerza y más unido que nunca.
Como no podía ser de otra manera, la Semana Santa se seguirá celebrando, aunque de forma distinta. Como siempre necesitamos compartir y manifestar lo que nos une, nuestro amor a Cristo. Tratemos de «celebrar» la Semana Santa en la «pequeña iglesia» que es nuestra casa o pequeña residencia. Y para vivir con intensidad e interioridad el misterio que celebramos en estos día os propongo unas sugerencias que el D. César ha realizado a sus diocesanos:
Estamos aislados pero nunca separados…
Unidos a la Iglesia de Cristo. Somos la Iglesia.
Somos hermanos en Cristo. Él es la Resurrección y la Vida.