NAVIDAD. CICLO B

SONÓ EL RELOJ DE LA POBLACIÓN… Y NACIÓ EL HIJO DE DIOS

Dividiré esta homilía en tres partes:

  1. Las estadísticas de la vida
  2. Acoger el regalo de la vida
  3. El nacimiento de alguien “muy especial”

Las estadísticas de la vida

El reloj de la población lleva ya más de un millón de años sin detenerse. Quienes mueren son inmediatamente sustituidos por muchos otros que nacen. La humano-diversidad se adueña de nuestro planeta. Y hasta pensamos sin el un inmediato futuro habrá espacio para todos. El reloj de la vida es el reloj de la Navidad. 

La vida en nuestro planeta azul no se agota en nosotros. Este es el planeta de la vida. Los seres humanos superamos ya los 8.000 millones de habitantes. Pero no somos los únicos vivientes. Más todavía somos sólo una diezmilésima parte de la vida que en la tierra germina. las plantas forman el 81,8 % de la vida, las bacterias 12.7 %, los hongos el 2,2%, los animales el 0,36, los peces el 0,7% y nosotros, los seres humanos sólo el 0,01%.

Ahora somos mucho más conscientes que antes, de cómo hemos de respetar la Vida: la vida humana, la vida vegetal, la vida animal… No queremos hacer de la tierra un depósito de escombros. Además -como dicen los científicos- somos “polvo de estrellas”: hemos surgido a partir de las grandes galaxias. ¡Qué misterio éste el de la vida! La Navidad debería llamarse “Eco-Navidad”. Y en el centro de este gran proceso “el día en que nació el Hijo de Dios, como hijo de María por obra del Espíritu Santo”. El prólogo del Evangelio de san Juan que hoy proclamamos nos sitúa en esta perspectiva.

Hoy es el día de tantas Navidades: grandes santos y políticos, artistas, de científicos, obreros, artesanos, mujeres y varones, madres con corazón dispuestos a amar, a dialogar, a vivir, a soñar.  

Acoger el regalo de la vida

El Dios de la Vida nos la ha entregado para que la cuidemos. Un aborto mata y priva a la humanidad de un ser humano inédito, único, tal vez sorprendente. Y cuando la vida se nos da la cuidamos, la educamos, intentamos obtener de ella lo mejor que encierra como secreto. Y estamos empeñados en que nadie quede al margen. Por eso, optamos por los más pobres e indefensos, por eso, lanzamos políticas de protección, de cuidado, de acogida.

Qué bendita es esta fiesta de la Navidad. Sin saber del todo, porqué, toda la humanidad la celebra. El mundo se viste de luz, de regalos, de sonrisas, de músicas globalizadas. Y es que queremos celebrar una humanidad regida por el Reloj de la Vida, por la Navidad que no cesa. 

El nacimiento de Alguien “muy especial”

Y entre millones y millones de recién nacidos, hace ya 21 siglos, nació un Pequeño muy muy especial. Lo dio a luz una joven de Nazaret. Su vientre se convirtió en el primer hogar de una vida que venía de Dios. Su esposo cuidó de ella y después de su criatura. Protegió a la madre y el niño y nos hizo a la humanidad el más grande favor. En ese Niño nació Dios para nosotros. La Palabra de Dios, que todo lo había creado, se hizo carne. José y María colaboraron para la viabilidad de ese Regalo divino. Y apareció Jesús de Nazaret. En el cielo cantaban… como siguen cantando cuando nace una nueva hija de Dios, un nuevo hijo de Dios. Él hijo único de digno dignificó de tal forma el nacimiento, el seno materno, el proceso del parto, la sexualidad femenina, que desde entonces reconocemos que es bendito el fruto del vientre. 

Y como proclamaban los autores del nuevo Testamento: “En Él y por Él fueron creadas todas las cosas”. “Todo se mantiene en Él”. En Él estaba la Vida y la Vida era la Luz de los hombres.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

TIEMPO DE NAVIDAD

TIEMPO DE NAVIDAD: Invitación a la Eco-Navidad – Laudato Sì – Laudate Deum

La Navidad de Jesús es la clave para captar el sentido de nuestro planeta, nuestra historia y nuestra existencia. Hay en el curso vital de Jesús una pedagogía que nos va llevando desde el parto hasta la edad adulta, desde la familia y la madre hasta el hijo -reconocido en su Bautismo como Hijo de Dios-, desde quienes muestran una admirable hospitalidad hacia el Hijo de Dios y lo acogen hasta aquellos que rechazan la venida del Hijo de Dios y buscan matarlo.

La Navidad es tiempo de vida, pero también de amenazas de muerte: es tiempo apocalíptico, en donde se revela el Misterio de Dios y las asechanzas del mal. Por eso, se emplean símbolos que hay que entender en esta clave: mensajes que vienen del cielo, ángeles que aparecen, Escrituras que se cumplen, estrellas del cielo, matanza de inocentes en la tierra, manifestación del Hijo en el río con voz del cielo y Espíritu que desciende, multiplicación del vino en la boda mesiánica.

Invitémonos a vivir con intensidad cada una de las etapas de esta Navidad:

  • Navidad 25 de diciembre: Sonó el reloj de la población… y nació el Hijo de Dios
  • El domingo, 31 de diciembre: Misteriosa Familia: entre Egipto y Nazaret
  • El día 1 de enero: La Madre bendita y bienaventurada
  • El día 6 de enero: Epifanía: el Espíritu es la Estrella-.
  • El 7 de enero: En el Bautismo se abren los cielos

Desde el nacimiento hasta el Bautismo: ¡Eso es Navidad!

José Cristo Rey García Paredes, CMF

 

EPIFANÍA DEL SEÑOR. CICLO A

TRAS LA ESTRELLA HACIA EL PORTAL: La Epifanía de la irradiación misionera

La fiesta que hoy celebramos tiene nombre griego. “Epifanía” quiere decir “manifestación”. Celebramos el día en que el Hijo de Dios y de María fue manifestado a otros pueblos de la tierra representados por los magos de Oriente y recibió de éstos homenaje y adoración. Las tres lecturas de este día nos transmiten que: 1) Jerusalén, ciudad de la Luz; 2) Belén y la casa donde se posó la estrella: 3) El misterio oculto desde siempre es revelado a las naciones.

1.   Jerusalén, ciudad de la Luz (Isaías)

Sentimos terror y angustia cuando nos perdemos entre la niebla o en un túnel o cueva sin aparente salida, cuando perdemos toda referencia. Se despiertan en nosotros temores ancestrales y culturales. Nos sentimos víctimas del sinsentido. ¡Así describe el tercer Isaías la situación del mundo, antes de la llegada del Mesías!

“Mira: las tinieblas cubren la tierra y la oscuridad los pueblos”.

Pero Dios envía un profeta de gracia: Mebasser lo llama el profeta Isaías (Is 40; 52; 61), que literalmente quiere decir en hebreo “mensajero de alegres noticias”. Este profeta anuncia el amanecer de la luz y con ella de la Gloria o Belleza de Dios sobre Jerusalén. 

La ciudad se convierte en el vértice del mundo; irradia su luz llega hacia todos los pueblos de la tierra. Atraídos por ella, todos se ponen en marcha: en primer lugar, los hijos e hijas del Pueblo de Dios, dispersos, desterrados; después los demás pueblos. Traen a Jerusalén la riqueza de las naciones: llegan multitud de camellos, dromedarios, traen incienso, oro y proclaman al Dios de Israel: “se postrarán ante el Señor todos los pueblos de la tierra” (Sal 71).

2.   Belén y la casa donde se posó la estrella (Mateo)

Quienes visitan a Jesús en Belén hacen realidad la profecía del Mebasser: primero los pastores, después los magos. Le traen a Jesús las riquezas de las naciones. 

La casita de Belén -en que moraban Jesús, María y José- se convierte en “centro de atracción e irradiación misionera”. Los Magos, personajes sensibles a los signos del cielo, percibieron la llegada a la tierra de una luz misteriosa. Vieron su reflejo en una estrella.  No quisieron perder la oportunidad. Se pusieron en camino y dispuestos a superar cualquier dificultad.

Su visita a Jerusalén muestra, por una parte, su sensibilidad religiosa y por otra la insensibilidad de los sumos sacerdotes y escribas que, aunque conocen las Escrituras, no reconocen en ellas lo que Dios les pide. Los magos creen en la Palabra del profeta; se vuelven exégetas prácticos de ella:

“Y tú, Belén, tierra de Judea, no eres un mucho menos la última de las ciudades… de ti saldrá un jefe”.

Hay quienes se preguntan por la veracidad histórica de los hechos aquí relatados. La experiencia histórica, más de veinte siglos de experiencia misionera, nos muestran cómo personas de las más diferentes culturas y pueblos se postran ante el Niño y la Madre y lo adoran. Cómo también, hay autoridades políticas y religiosas que persiguen al Niño y a la Madre y quisieran exterminarlos. Lo dijo simbólicamente el libro del Apocalipsis: el dragón está apostando delante de la mujer, para devorar a su hijo apenas nazca (Apc. 12). El dragón sigue también hoy con sus asechanzas. Pero Dios protege al Hijo y a la Madre. La misión de irradiación y atractivo irresistible sigue adelante. 

No debemos confiar más en nuestras estrategias de misión que en el encanto irresistible del Niño de Dios, enviado por el Abbá, porque tanto amaba al mundo…

3.   El misterio oculto desde siempre es revelado a las naciones (Efesios)

En los magos se cumple inicialmente el misterio oculto de Dios, que el autor de la carta a los Efesios reconoce que le ha sido revelado: que comiencen a creer en Jesús y agregarse a su Cuerpo, que es la Iglesia, hombres y mujeres de otros pueblos de la tierra, diferentes del pueblo judío. 

Hoy también asistimos al despliegue maravilloso de la fe en Jesús en todo el mundo. Mujeres y hombres de todas las razas –ahora especialmente en Asia y en África- se sienten iluminados por la luz de Jesús, por su estrella. En cambio, aquellas personas de las que se podría esperar una mayor adhesión de fe y compromiso se muestran escépticas y frías, incluso hostiles, como fue el caso de las autoridades políticas y religiosas de Jerusalén, cuando fueron visitadas por los magos.

Celebramos también la vocación misionera de la Iglesia.

José Cristo Rey García Paredes, cmf

Solemnidad de santa María, madre de Dios. Ciclo A

HACIA LA CASA FAMILIAR – MARAVILLOSA MATERNIDAD

La historia sigue su ritmo imparable. Un número más acabamos de añadir a la contabilidad del tiempo. Anoche despedíamos entre alegría y nostalgia el año 2022, totalmente envejecido y caduco. Dimos la bienvenida al año nuevo 2023. Hemos comenzado ya a escribir la primera página. Nos brotan espontáneamente buenos deseos y augurios: deseamos paz, justicia, salud, felicidad…  La Eucaristía de este domingo nos invita a dar tres pasos: 1) El deseo: ¡que Dios nos bendiga! 2) El misterio: ¡nacido de mujer!; 3) Presentación humilde en sociedad e imposición del nombre.

1.   El deseo: ¡que Dios nos bendiga!  (Libro de los Números)

Nuestra historia humana es compleja, impredecible, imprevisible. No podemos evitar el temor estadístico ante todo lo malo que nos puede acontecer: guerras, accidentes, catástrofes, enfermedades, conflictos políticos, familiares, comunitarios. Pero sí podemos -ante todo- confiar en nuestro Dios como confió en Él Moisés cuando bendijo al pueblo de Israel con estas palabras:

“El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor se fije en ti y te conceda la paz”.

¡Qué bellísima bendición para comenzar el año 2023! Le pide a nuestro Dios para nosotros, nuestras familias, comunidades y amistades, para nuestros pueblos, para nuestro planeta y todos sus habitantes, cinco regalos: ¡bendición, protección, luz, favor, mirada y paz!

También nosotros podemos ser extensión de la bendición de Dios para los demás, como nos pedía san Pablo: “¡Bendecid, sí! ¡Bendecid, no maldigáis!” (Rom 12,14).

2.   El misterio: ¡nacido de mujer! (Gálatas)

La mayor bendición de Dios a la humanidad nos llegó hace ya más de 20 siglos: el maravilloso día en que una joven doncella, María de Nazaret, prometida como esposa a José de la casa de David, dijo “fiat” (“hágase”) al mensajero divino. En ese momento se inició en su cuerpo -sin estrenar- un tipo de maternidad misteriosa, única, virginal, trascendente. Su cuerpo femenino fue penetrado y consagrado por el Espíritu de Dios y la potencia del Altísimo la cubrió con su sombra. Durante nueve meses el Abbá y el Espíritu realizaron en ella la más misteriosa encarnación del Hijo eterno de Dios.

En su carta a los Gálatas san Pablo nos describe este misterio y lo prolonga en nosotros. Sus palabras son concisas y emocionantes: 

  • Se cumplió el tiempo. 
  • Dios envió a su Hijo, nacido de mujer para que recibiéramos la filiación adoptiva.
  • Porque somos hijos de Dios, envió a nuestros corazones al Espíritu de su Hijo que clama “¡Abbá!”

María fue adoptada como madre y nosotros como hijos. Por eso, gracias al Espíritu podemos decir: ¡Abbá! Gracias al Espíritu María podía decir a Jesús: “¡Hijo mío!”.  

La bendición llegó a la humanidad por medio de la maternidad de María. Y lo que ella revela es no solamente que Jesús es el Hijo de Dios, sino que también nosotros lo somos por pura gracia y misericordia.

3.   Presentación humilde en sociedad e imposición del nombre

El evangelio de este día nos narra con sencillez cómo el Niño fue presentado en sociedad por María y José. Lo presentaron a los pastores, que les transmitieron el sorprendente mensaje de los ángeles. La actitud de la madre, María, nada tenía de arrogante. Humilde, estremecida, “meditaba todo esto en su corazón”. José no asumía ningún protagonismo. Allí estaba, silencioso, pero siempre alerta y disponible para cualquier emergencia. 

Al cumplirse los ocho días, María y José hacen que el Niño divino sea circuncidado para quedar marcado en su cuerpo por el signo de la Alianza. Además, le imponen el nombre inspirado por el ángel: el nombre abreviado de Josué, es decir, “Jesu”. María y José, al imponerle el nombre, lo reconocen oficialmente como su “hijo”; y desde el simbolismo, consideran que salvará al pueblo y lo llevará a la tierra prometida.

Conclusión

Al comenzar este año, acerquémonos simbólicamente a María para honrar su magnífica maternidad y proclamar que gracias a ella la humanidad está en manos de Dios. Y que la bendición de Dios se derrame sobre todos los seres humanos y sobre la madre tierra y todo lo que la habita.

José Cristo Rey García Paredes, cmf

DÍA DE NAVIDAD

MISTERIOSO NACIMIENTO

Para celebrar, hoy 25 de diciembre, la Navidad de Jesús la Iglesia escoge y proclama algunos de los textos más sublimes y difíciles de interpretar del nuevo Testamento: unas líneas iniciales de la carta a los Hebreos y el misterioso prólogo del cuarto Evangelio. Anoche se nos relató el hecho histórico. Hoy se nos revela, en tres momentos, su misterioso significado para la creación y la humanidad.
1. “El Verbo se hizo carne”;
2. Era “el Hijo de Dios”;
3. El portador de un inimaginable anuncio.

1.   “El Verbo se hizo carne” (Cuarto Evangelio)

El evangelio -apenas proclamado- nos transmite el nacimiento de Jesús con estas palabras sorprendentes: “la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros”. En el recién nacido y reclinado en un pesebre, contempla el evangelista -nada más y nada menos- a la Palabra de Dios, que era Dios, que es la luz de todos los hombres, por la que todo fue creado, y que ahora se hace carne y pone su tienda, su morada entre nosotros. 
Quien ha nacido es el Verbo, la Palabra de Dios. En ella está la vida. La Palabra de Dios es Luz. Cuando esta Palabra es pronunciada, todo se ilumina y desaparecen las tinieblas. 
Sin embargo, el evangelista nos pone alerta. Las tinieblas se oponen a la Luz. No quieren recibirla. De hecho, hubo y sigue habiendo seres humanos que se oponen a la Luz. La Palabra se hizo carne. Jesús era la Palabra de Dios hecha carne.

2.   “Era el Hijo de Dios” (la carta a los Hebreos)

La carta a los Hebreos -de autor desconocido- nos habla de una forma más concreta y menos abstracta. Nos revela algo absolutamente impensable para los hebreos, contemporáneos. Dios ha hablado de muchas maneras en los tiempos antiguos: a través de los profetas, de los autores sagrados; pero lo absolutamente inimaginable es que -en estos últimos tiempos- nos hablado a través de su Hijo “al cual ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha realizado las edades del mundo”.
Esta revelación es inaudita para un hebreo: ¡que Dios nunca ha sido un Dios solo, único, célibe! ¡que Dios ha tenido un Hijo desde siempre! ¡que últimamente nos ha hablado a través de ese Hijo! Se trata de Jesús de Nazaret. 
También para nosotros es inimaginable que un niño recién nacido pueda ser el “Unigénito”, el “hijo único de Dios”. El autor de la carta a los hebreos añade: es “el reflejo de la belleza de Dios, la impronta de su ser, el que sostiene el Universo con su palabra poderosa”

3. El portador de un inimaginable Anuncio (Isaías)

Podríamos celebrar el nacimiento de muchos seres humanos, hombres y mujeres, que han sido enormes regalos para la humanidad. Pero ¿por qué esta navidad del 25 de diciembre?
La liturgia recurre hoy al capítulo 52 de Isaías. ¡Qué bellos son sobre los montes los pies del Mebasser que anuncia la Paz y trae la buena noticia, que pregona la victoria, que dice a Sión: “Tu Dios es rey”!
Esta lectura no nos habla de un profeta de desventuras. Hace referencia al profeta de Buenas noticias para toda la humanidad: el “Mebasser” en lengua hebrea. Verle caminar sobre los montes a pie descubierto para transmitir la noticia, es un espectáculo de grandísima belleza. Y su mensaje no podía ser mejor: “Tu Dios es rey de la tierra, del universo”. Se inaugura el Reinado de Dios.

Conclusión

Y esa fue la noticia extraordinaria que desde Jesús hasta hoy se debe transmitir. No estamos dejados de la mano de Dios. Aunque no lo parezca Dios reina en el mundo. Y hay paraíso. “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”. ¡Feliz Navidad, hermanos!

José Cristo Rey garcía Paredes, cmf

NOCHEBUENA

HACIA EL PORTAL DE BELÉN

“DADO A LUZ EN LA NOCHE” 

 

Esta noche tiene un encanto especial: en ella nació Jesús. Solamente hay, otra se le parece y que la culmina: la vigilia pascual, en que Jesús resucitó. En estas dos noches la Iglesia se pone en vela. La magia de esta noche hace acto de presencia en nuestra sociedad secularizada: música ambiental navideña, regalos mutuos y deseos de paz, cenas familiares. Nosotros la celebramos en la intensidad misteriosa de la Eucaristía de medianoche. En la proclamación de la Palabra se nos transmite un triple mensaje:
1. Una luz grande en medio de la noche (Isaías)
2. Dios floreció en la historia (Lucas)
3. A la espera de la aparición gloriosa (carta a Tito)

1.   Una luz grande en medio de la noche (Iasías)

Acabamos de escuchar las solemnes palabras del profeta Isaías: 

“el pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaban en tierra de sombras y una luz brilló”. 

Esa luz grande emerge del seno de una joven mujer. Ella da a luz un Niño, descrito por el profeta con estos términos: Consejero, Dios guerrero, Padre, Príncipe de la paz. Ha llegado el esperado en las cuatro semanas del adviento. “Ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación a todos los hombres”, que es el “gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo” -como nos dice la segunda lectura tomada de la carta de san Pablo a Tito.

2.   El relato: contexto, hecho y signo

El evangelista san Lucas nos relata con tres rasgos cómo sucedió: el contexto, el hecho y el signo. 

  • El contexto histórico: sucedió cuando el emperador romano Augusto decretó hacer el censo en todo el imperio. Con ese motivo, José –descendiente de David- y su esposa, María, tuvieron que desplazarse a la ciudad de Belén o Bethlehem cuyo significado era “casa del pan”. 
  • El hecho: María, la esposa de José dio a luz a su primogénito”. Y unos pastores -que velaban sus rebaños en la noche- se vieron sorprendidos por una luz de cielo y multitud de ángeles que cantaban la gloria de Dios, anunciaban lo que acababa de suceder: el nacimiento de un Salvador. 
  • La señal: un ángel los encaminó hacia Belén y les ofreció este signo: “Encontraréis a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”. Emergió la luz de Dios en el espacio más insospechado y humilde.  

3.   ¡Cantemos villancicos!

La liturgia de esta noche nos invita -como los ángeles a los pastores- a trasladarnos simbólicamente al portal de Belén y allí adorar al Salvador que nos ha sido enviado por Dios Padre.

Cantaremos el bellísimo canto compuesto en el siglo XVII “Adeste, fideles” y otros villancicos, con los cuales nos introduciremos en el Misterio de esta noche santa. Cantar villancicos es orar, es proclamar el evangelio, la buena noticia. Así lo hacían los aldeanos (en latín villanus) cristianos de los siglos V y VI. Con un lenguaje popular inventaban melodías sencillas para transmitir –en sus catequesis- los hechos del Evangelio, especialmente la Navidad. Porque procedían de los villanos, se les llamó pronto “villancicos”.

Conclusión

De esta forma sencilla, popular, festiva, acogemos la presencia de la Luz, del Hijo de Dios, que llega a nosotros sin protocolos, humilde, con la señal de la pequeñez. ¡Ay qué Dios tan accesible! ¡Feliz Navidad!

José Cristo Rey García Paredes, cmf

TIEMPO DE NAVIDAD

TIEMPO DE NAVIDAD

Navidad significa nacimiento, origen, génesis incesante y poderoso, que vence la muerte y la nada. Pertenecemos a la historia de la Navidad permanente. Pero hay una Navidad que ilumina y engrandece todas las navidades: el Espíritu Santo y María de Nazaret la protagonizan. A ese misterio vamos a dedicar nuestra liturgia en los próximos días. Ese es el camino que vamos a recorrer en cuatro etapas:
Primera: Hacia el portal de Belén para contemplar -como los pastores- el nacimiento de Jesús (noche del 24) y comprender su misterioso significado (de día, el 25).
Segunda: Hacia la casa familiar donde se despliega el maravilloso proceso de la maternidad de María: el Hijo es contemplado desde la Madre, mujer habitada por el Espíritu y esposa de José (1 de enero 2023).
Tercera: Tras la estrella hasta el portal con los Magos: el día de la irradiación misionera, pues la gloria de Dios es revelada a representantes de todos los pueblos (6 de enero 2023).
Cuarta: Hasta el río Jordán, donde Jesús es bautizado: Juan Bautista es el testigo privilegiado de segunda epifanía o manifestación de Jesús como hijo de Dios y ungido por el Espíritu (8 de enero 2023).
Recorramos los caminos de la Navidad. Volvamos al origen. Enraicémonos en la raíz y todo florecerá de nuevo. 
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                   José Cristo Rey García Paredes, cmf

Bautismo de Jesús. Ciclo c

Bautizarse y mojarse

             Al echar el primer vistazo al Evangelio de hoy… me he quedado pensando en esto: «Y sucedió que, cuando todo el pueblo era bautizado, también Jesús fue bautizado». Me han venido a la mente las muchas «filas» que hemos podido ver en estos días, en España y también fuera: Filas para vacunarse, filas para hacerse un test o ser atendidos en el ambulatorio, filas de personas que necesitan ayudas para poder comer, las filas de parados ante las oficinas de empleo, y tantas otras. Muchas de estas filas son filas «de la vergüenza», porque sólo se ponen en ellas los más necesitados, los que no tienen otros recursos para conseguir rápidamente lo que necesitan. Y el evangelista nos sitúa a Jesús en una de estas filas, mezclado con la gente, con los pecadores, recibiendo el mismo bautismo que ellos. 

          Jesús no necesitaba convertirse, ni prepararse para la llegada del Mesías que anunciaba Juan, claro está. Pero ya vemos un rasgo esencial de la personalidad y la misión de Jesús: estar cerca, mezclarse e implicarse en las necesidades, esperanzas, ansias y sufrimientos de su pueblo. Es todo lo contrario de Herodes y de tantos «jefes» que se les parecen: pretenden estar informados por lo que otros le cuenten (así se lo pidió a los Magos), pero sin moverse de su palacio. Sin «mojarse».

             Bautizarse significa «mojarse», en su sentido real y simbólico: empaparse e implicarse. A distancia uno no se moja, no se entera, no se ve afectado: es necesario acercarse, estar en contacto, conocer de primera mano. 

              Bautizarse significa dejar que te llene la vida el Espíritu de Dios, de modo que empiecen a correr por tus venas los ríos de solidaridad en favor del débil. Como hizo Jesús de Nazareth. Es significativo que el Espíritu «aprovecha» la presencia de Jesús entre los pecadores, entre la gente del pueblo, para bajar sobre él.

              Jesús ha pasado largo tiempo sin que tengamos noticias de él por los evangelistas, hasta este preciso momento. Pero no cabe duda que ha estado «creciendo en sabiduría», compartiendo la condición humana de las gentes, trabajando como uno más, en las difíciles circunstancias económicas y políticas de la Galilea de entonces. Y a la vez escuchando insistentemente en su interior una llamada del Reino, una voz de Dios, que le empujaba a  ponerse al lado y al servicio del pueblo débil.

          Para dar comienzo a su actividad misionera, ha elegido un escenario de «debilidad»: Se ha acercado al desierto, que no es un lugar frecuentado por la gente bien. Allí, en torno a Juan Bautista, se han ido reuniendo los que están «expectantes», aquellos que tienen una profunda necesidad de que las cosas cambien, siendo ellos los primeros dispuestos a cambiar, renovarse, purificarse, sanarse, convertirse… Allí van llegando los pobres, los enfermos, los esclavos, los pecadores, los inquietos…

Al mezclase Jesús con todos ellos, y unirse a la cola de los que se meten al agua está mostrando que su verdadera vocación es servir y entregarse a la persona herida, estar junto al pueblo necesitado de compañía,  de atención, de estímulo, de consuelo, de liberación.

El Espíritu del Padre que desciende sobre él es la respuesta a su oración. No lo recibe para gritar, vocear, quebrar, apagar, eliminar, sino para promover el derecho, abrir ojos de ciegos, liberar cautivos de sus prisiones externas o internas… (primera lectura). 

Es precisamente ahora cuando Dios le reconoce públicamente como su Siervo, como su «Hijo Amado». Por haberse bautizado con ellos, por haber decidido ofrecerles su vida, por haber aceptado «mojarse» compartiendo su situación estar dispuesto a llegar incluso hasta el sacrificio final de la cruz. Por eso mismo, también el Espíritu será quien le comunique la fortaleza necesaria para una tarea tan contra corriente, de manera que «no vacilará ni se quebrará». 

Para nosotros ser bautizado significa unirse a su causa, a su misma misión. Significa empezar a llenar la historia de cada día de «vida», de ese Espíritu que hemos recibido: Pasó haciendo el bien.  Pasar nosotros haciendo el bien. Con ayuda de ese Espíritu que lava lo que está manchado, riega lo que es árido, cura lo que está enfermo… Doblega lo que es rígido, caliente lo que es frío, dirige lo que está extraviado…

¡Hay tantos que viven sin tener vida! ¡Hay tanta debilidad que acompañar y fortalecer!

¡Hay tantos necesitados de consuelo, de esperanza!… 

¡Hay tantas personas sobre nuestra tierra que están «expectantes» de que algo cambie!

Muchos recibimos el bautismo sin «conciencia» de lo que significaba. Pero algún día, con el paso del tiempo y en ambiente adecuado, el bautismo empezó a «hacer su efecto», y decidimos asumirlo libremente… aunque luego hayamos necesitado tiempo para ir comprendiendo lo que eso supone. El «Espíritu» nos va trabajando por dentro desde ese día… hasta que empecemos a experimentar personalmente lo mismo que Jesús: «tú eres mi hijo amado».

            El bautizado se plantea no tanto «¿qué puedo yo hacer»? sino más bien: «¿qué estoy dispuesto a hacer?».  El bautizado elige un día conscientemente tener como criterio vital la lucha por la vida digna, hacer que todo sea más humano, ayudar a que todo hombre descubra que es un «hijo amado de Dios» y viva con gozo y esperanza, olvidándose de sí mismo. Está muy atento a lo que necesitan los otros. Y según la vocación que cada uno va descubriendo, decidimos vivir entregando la vida a Dios a través de las personas más débiles de nuestra tierra. 

          Todo ese proceso es imposible sin la «oración». Una oración que consiste sobre todo en mirar hacia afuera de nosotros mismos, con los ojos misericordiosos de Dios, y dejarnos interpelar y ser creativos y valientes. No es aceptable esa oración centrada siempre en nuestro yo, los míos, y para mí. Una oración que gire en torno al propio ombligo, limitada a nuestro pequeño mundo. La oración del discípulo, del hijo, tiene que estar llena de rostros, de situaciones y de discernimiento, porque siempre hay algún bien que podemos hacer, siempre podemos amar más y mejor, siempre podemos descubrir nuevas formas de ser «instrumentos del Reino».  Así era la oración de Jesús. Esto es lo que significa estar bautizado con Espíritu Santo y fuego, como profetiza el Bautista. Ser personas luminosas, apasionadas, ardientes en el amor, vitales, comprometidas, arriesgadas… 

Por eso, ¡qué agradecido estoy al día en que me bautizaron mis padres! Aunque entonces no contaran conmigo. Pero a nadie hace mal un regalo así, aunque tardemos años en desenvolverlo. Cuando por fin yo descubrí la grandeza de este regalo… decidí regalarme yo mismo a los demás. 

Como muchos. ¿Como tú?

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

Imagen inferios Marko Ivan Rupnik

Domingo Segundo del tiempo de navidad. Ciclo c

LUZ, PALABRA, CARNE

           Esta larga, tozuda y desconcertante pandemia nos ha hecho a todos estar mucho más pendientes de las noticias: el coronavirus, las residencias de mayores, las subidas de la luz, el gas, los alimentos, la inflación, las ayudas económicas… 

            También de todo tipo de chismes relativos a amoríos, líos familiares, rupturas, embarazos de famosas… quizá con la pretensión de distraernos de tantas otras cosas preocupantes. El uso de las redes también ha crecido exponencialmente, como las aplicaciones para estar conectados con quien sea y a todas horas. Se han multiplicado las llamadas «fake news», que en castellano conviene traducir por noticias falsas, bulos, mentiras o -como yo prefiero decir- «paparruchas». Los entendidos han elegido como palabra del año «vacuna»…

           El caso es que nos hemos «saturado» de palabras, palabrerías y malas noticias, y un cierto número de personas han optado por «negar» la realidad, por muchos datos verificables que se les pudieran aportar. Sin embargo, también hemos podido encontrar algunas «buenas noticias», que nos vienen bien para este recién comenzado año, para animarnos con la «gente buena» y creativa. A mí me ha hecho bien leer:

* Rodrigo, un niño madrileño de cuatro años que se disfraza de elfo y vende caramelos para pagar la terapia de su amigo de 7 años que padece una enfermedad neurodegenerativa.

* Isaac Bousnane, de 35 años y origen marroquí, dedica sus días libres a cortar el pelo a personas sin hogar para ayudarlas a salir de la calle

* Una farmacéutica de Madrid dona antígenos a personas sin papeles: «“Es mi deber como sanitaria».

* A una señora de 84 años en Málaga se le olvidó el «pin» necesario para efectuar un pago de 60 euros con su tarjeta, y trataba inútilmente de localizar con su móvil a alguien que la ayudara. Un desconocido joven se lo dejó pagado , sin decir nada, y se marchó.

* Un conocido chef de Málaga ha iniciado la ‘operación abuelo’ en la que se prestará ayuda a los abuelos que estén faltos de recursos económicos, o que se encuentren solos.

Y tantas otras que cada cual puede conocer de su propio entorno…

Me venían a la mente al leer el Evangelio de hoy: Juan venía para dar testimonio de la luz, no era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz. De eso se trata. La luz podrá ser muy pequeña (como las que he recogido antes), pero cuando hay mucha oscuridad… se ve más y mejor. Por tanto, SEAMOS LUZ a lo largo de este nuevo año.

El Papa Francisco, en su bendición del día de Navidad, comentaba: 

El Verbo se hizo carne para dialogar con nosotros. Dios no quiere tener un monólogo, sino un diálogo. Dios nos mostró el camino del encuentro y del diálogo al venir al mundo en la Persona del Verbo encarnado. Es más, Él mismo encarnó en sí mismo este camino, para que nosotros pudiéramos conocerlo y recorrerlo con confianza y esperanza. Hermanos, ¿qué sería el mundo sin ese diálogo paciente de tantas personas generosas que han mantenido unidas a familias y a comunidades? En este tiempo de pandemia se pone a prueba nuestra capacidad de relaciones sociales, se refuerza la tendencia a cerrarse, a valerse por uno mismo, a renunciar a salir, a encontrarse, a colaborar. 

         – Me parece un reto estupendo y oportuno para los que somos discípulos de Jesús, precisamente en estos tiempos en que bastantes de nuestros políticos se enfrentan, se atacan, se desprecian, insultan… haciendo «gala» a menudo de muy malas formas y educación. Y como nosotros mismos, que nos enrocamos en nuestras posturas, criterios y valoraciones… favoreciendo un clima de desencuentro, de agresividad, de exclusión…´Pues que a lo largo de este nuevo año seamos PERSONAS DE PALABRA (el Unigénito de Dios vino lleno de gracia y de verdad) y de DIÁLOGO, de encuentro, de colaboración. Especialmente con los «distintos».  Y también con el Dios-Palabra (oración), para que nos enseñe a acercarnos a los otros -como él mismo hizo- aunque nos rechacen, pero que no nos arrastren ni nos contagien: «y el mundo no la conoció»,

             Y un tercer apunte: «Se hizo carne y habitó entre nosotros». La palabra «carne«, para los griegos, significaba lo que es débil, mortal, pasajero, capaz de sufrir. A nosotros nos gusta creer que somos dioses y que lo podemos todo: con dinero, con poder, con la ciencia… A nuestros sueños de omnipotencia, que no quieren reconocer y aceptar la propia fragilidad se oponen los de un Dios «Omnipotente» que ha elegido compartir nuestra carne, nuestro sufrimiento, nuestras limitaciones, incluida la muerte. El encuentro verdadero con el hombre sólo era posible si Dios se hacía en todo como nosotros (menos en el pecado). EN TODO. Y nuestro encuentro con Dios y con el resto de los hombres ha de ser igual: desde nuestra verdad débil y vulnerable. Una invitación a la HUMILDAD, que no nos quita dignidad, puesto que seguimos siendo «hijos de Dios», nos ha dado el poder de ser hijos de Dios, y hemos recibido gracias tras gracia. Aceptarnos como somos y como estamos, sin «negacionismos» ni autoengaños. La debilidad nos facilita el encuentro con otros, tan necesitados y débiles como nosotros. Así entendemos mejor aquello de san Pablo: «Cuando soy débil, ¡entonces soy fuerte!» (2Cor 12, 10). En cambio la autosuficiencia, el creer que solos podemos con todo… nos encierra en la soledad, el aislamiento, la falta de amor.

                Así pues: Seamos personas de LUZ, seamos personas DE PALABRA (verdad, coherencia), personas de DIÁLOGO y personas HUMILDES, de CARNE, Podemos serlo porque somos hijos de Dios, como el Unigénito de Dios, del que seguiremos recibiendo gracia tras gracia.

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

Imagen Inferior de José María Morillo

DOMINGO DE LA SAGRADA FAMILIA. CICLO C

CUIDAR LA FAMILIA

             La Sagrada Familia, ya sabemos, está formada por María, José y el Niño. ¿Por qué la llamamos «sagrada»? La verdad es que ni José ni María eran personajes excepcionales, si no hubiera sido porque se dejaron en las manos de Dios, se pusieron a su servicio, y aceptaron vivir consagrados a la misión que Dios les encomendaba.  Su misión fundamental sería crear al clima necesario para que aquel Niño tan especial creciera sano, fuera feliz y aprendiera todas esas cosas importantes que los padres transmiten a sus hijos, abriéndoles el camino de la vida y de la fe.  Ni las guarderías o escuelas, ni los grupos de amigos, ni las parroquias, ni los medios de comunicación social, logran penetrar tan a fondo en la intimidad infantil como los familiares, esas personas de quienes se depende absolutamente durante los seis o nueve primeros años de vida. Esta familia de Nazareth no sería muy diferente de cualquier otra familia que fuera consciente de su vocación divina, de cualquier matrimonio que se haya tomado en serio aquellas palabras que un día se dijeron ante el altar de Dios:

– Yo me entrego a ti y prometo serte fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad todos los días de mi vida. 

– Estamos dispuestos a recibir de Dios responsable y amorosamente los hijos, a educarlos cristianamente y a hacer de nuestro hogar el lugar donde puedan crecer y aprendan a darse a los demás.

Apunto, sin entrar en detalles, algunos de los problemas y dificultades más frecuentes:

  • En muchas familias, la gran dificultad es la falta suficiente de comunicación y de encuentro profundo (a pesar de que puedan pasarse horas juntos). Cuesta hablar, y cuesta encontrarse, más allá del «tenemos que ir a», «hay que comprar…», «hay que llevar al niño a…» y otras parecidas. El «me siento», «lo siento», «me preocupa», «te agradezco», «necesito»… cuestan bastante más.
  • No pocas veces el amor primero que se selló sacramentalmente… no se ha cuidado debidamente. Se dan cosas por supuestas. El otro tiene que «adivinar» lo que me pasa. Se prefiere reservarse ciertos asuntos para evitar conflictos o preocupar al otro. Se van descuidando los pequeños detalles. No se revisa cómo va la relación. No se buscan medios para madurar y crecer juntos… Puede que se aprenda a convivir con el otro y con los otros… pero sin que podamos decir que mi familia es un don, es un regalo, es una tarea…
  • La vida espiritual matrimonial es muy variada. Hay quienes rezan algo juntos, o van a misa juntos. Menos forman parte de alguna comunidad de fe o de matrimonios. Pero a la hora de la verdad, pocas veces la vida espiritual personal y familiar… afecta gran cosa al cada día. Falta compartir la Palabra, la acción de gracias concreta, el pedirse perdón, orar juntos por alguna preocupación…
  • Nadie transmite lo que no vive, o vive rutinariamente. La crisis social, cultural, religiosa y eclesial hace que en la práctica la fe vaya quedando arrinconada, o reducida a momentos puntuales. Bastantes parejas no han sabido o querido madurar, formarse, cultivar una fe que tenga algo que aportar a su vida cotidiana. Y hay tantas opciones,  tantos criterios, tantas sensibilidades distintas… ¿qué podemos entonces compartir juntos y transmitir a los hijos?
  • Con respecto a la educación de los hijos en «valores» y en la dimensión trascendente de la persona… hay también mucha variedad. Hay padres casi del todo despreocupados de este asunto. Los hay desorientados por la diferencia de criterios dentro de la pareja, y por la distancia que perciben entre lo que ellos aprendieron… y lo que viven hoy sus hijos, no sabiendo cómo actuar. Parece que los hijos se «forman» (sí, entre comillas) más en los medios de comunicación, internet, las redes, los grupos de amigos, los estudios… La «cultura» va muy deprisa y no pocas veces se siente desbordados o perplejos. Hay padres que «delegan» en los centros de formación, en las catequesis, en las clases de religión… Y los hay también, cómo no, responsables, implicados, comprometidos, acompañando a sus hijos en el crecimiento de todos los aspectos del ser humano.

            Aunque han quedado ya apuntadas algunas pistas, subrayo y propongo SEIS que ayuden a mejorar y animar esta gran tarea de construir y ser una familia santa: 

  •  Es necesario que los padres se quieran, y se apoyen, y que los hijos sepan y vean que se quieren y maduran juntos, de las mil maneras que puede expresarse y mimarse el amor.
  •  Es importante el afecto de los padres hacia los hijos (y viceversa).  Los hijos necesitan menos que les den cosas (dinero, estudios, viajes, objetos…), y más que los padres estén cerca oportunamente. Supone atención personal a cada uno, cercanía, respeto, darles responsabilidades (sin darles tantas cosas hechas), exigencia apropiada, etc. Y los padres también necesitan sentir el aprecio de los hijos.
  • Es esencial la comunicación de la pareja entre sí y con los hijos.  Una comunicación que no huela a fiscalización ni se convierta en reproche continuo, y no sólo solo en torno a cosas que «hay que hacer»… sino una comunicación que busque comprender, compartir experiencias, sentimientos, vivencias, inquietudes, proyectos, preocupaciones.  Y aprovechar mucho mejor el escaso tiempo que se puede estar juntos, reservando incluso algunos momentos para estos encuentros.
  • No hay que olvidar la coherencia entre lo que se dice o pide a los hijos y el propio comportamiento. El perdón y reconocer los errores tiene un papel muy importante.
  • Es importante también el cultivo de una fe más compartida por la pareja y por toda la familia (teniendo en cuenta las diferentes edades): aprender a orar juntos, leer juntos la Palabra de Dios, comprar algunos libros religiosos (los hay muy buenos) para facilitar la meditación y la maduración en la fe… dialogar sobre la  formación religiosa que se va recibiendo en la Parroquia y el Colegio, etc. Ofrecer humildemente el propio testimonio personal a los hijos…
  • Por último: la familia va más allá del matrimonio (cuando lo hay) y los hijos. Hay otros miembros y, ya que parece que la soledad se ha convertido en un rasgo relevante en estos tiempos, pues no podemos olvidarnos de los que están solos, enfermos, mayores, con dificultades del tipo que sea…

¡Ah! Nunca es demasiado tarde para «relanzar» ilusiones, proyectos. Siempre es tiempo de renovar y de reconstruir y de resucitar. ¡Adelante!

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf
Imagen Superior de Mark Missman e inferior Bradi Barth