LA MUJER LUCHADORA. ASUNCIÓN
(Si pinchas arriba, en «Domingo 20») podrás leerlo mejor, y dejar abajo algún comentario, si lo deseas)
Hace ya bastantes años cantábamos: «¿Quién será la mujer que a tantos inspiró poemas bellos de amor. Le rinden honor la música, la luz, el mármol, la palabra y el color? ¿Quién será la mujer radiante como el sol, vestida de resplandor, la luna a sus pies, el cielo en derredor y ángeles cantándole su amor…?«. ¿Quién es esta mujer con la que Dios quiso contar de manera tan especial, y a la que ha querido tener tan cerca de él, eternamente en su compañía?
De muchas formas nos la han presentado a lo largo de la historia, Por nombrar algunas:
– la mujer dócil, callada, sufriente, quizá un poco pasiva y conformada
– la mujer Virgen junto a su esposo José, o la Madre de Jesús
– la mujer orante que guardaba la Palabra en el corazón
– la mujer concebida sin pecado
– la mujer de los milagros y de las apariciones a niños y pastores…
– la mujer coronada de estrellas, rodeada de ángeles, sobre las nubes…
– la madre de la Iglesia…
Detrás de cada una de ellas hay un rostro, un perfil, un modo de entender a las mujeres y su presencia en la sociedad y en la Iglesia. Unas están más cercanas que otras a lo que nos dice el Nuevo Testamento, que siempre ha de ser nuestro punto y criterio de referencia para hablar de María.
La fiesta de hoy nos la presenta de una forma a la que estamos poco acostumbrados. La 1ª lectura nos ha hablado de una mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies, coronada de doce estrellas y con un niño entre los brazos, que un dragón le pretende arrebatar.
Dice la Wikipedia sobre los dragones:
La palabra dragón deriva del griego drákon: «serpiente, dragón», que a su vez viene de un verbo que significa «mirar fijamente», y que se aplicaba a la mirada de las serpientes y las águilas. Por tanto el término haría alusión al poder fascinante e hipnótico de la mirada de la serpiente. Pronto se empezó a usar para referirse a aquellas criaturas que aparecen en cuentos, leyendas y mitos. La cultura occidental ha imaginado a los dragones como reptiles gigantes con alas, inspirándose en las serpientes, cocodrilos y caimanes, y añadiendo rasgos de otros (alas, cuernos y garras) o fantásticos (aliento de fuego).
En fin: los aficionados a los videojuegos podrían hablarnos mucho de estos personajes. Así pues: el dragón da miedo, hipnotiza, envuelve con su fuego y destruye.
Pero el autor de este escrito, con este género literario difícil para nosotros, NO está hablando de figuras mitológicas o fantásticas, sino de enemigos muy concretos y reales para la comunidad cristiana, para la sociedad, y para las personas. Dragones que pueden destruir la fe, la convivencia comunitaria, la dignidad humana… e incluso la propia vida. Para identificarlos bastaría con acudir a las circunstancias concretas históricas en las que redacta este texto, y sabremos que se refiere sobre todo al Imperio Romano que ha comenzado a perseguir a las comunidades cristianas. Por otro lado, las Cartas de Pablo describen otros «dragones» que viven al acecho dentro de sus comunidades, y que amenazan con apagar el mensaje y la presencia viva de Cristo. Y por fin, cada cual podría poner nombre a sus propios dragones personales.
La mujer del Apocalipsis está representando, en primer lugar, a la comunidad cristiana fiel, a la Iglesia LUCHANDO contra ese Dragón. Muchos escritos anteriores de la Escritura ya habían usado este símbolo de «la Mujer» para referirse/representar al Pueblo de Israel, la Hija de Sión. Y puede simbolizar también a cada creyente. Es decir: aquí estás tú, aquí está la Iglesia, aquí está tu Comunidad Cristiana, con Dios entre tus manos, queriendo que reine en tu vida y en nuestro mundo, pero… hay quienes se empeñan en arrebatárnoslo. Bastante tiempo después, esta mujer será identificada con la Virgen María… pero en cuanto «Madre de la Iglesia», del Nuevo Pueblo de Dios. Precisamente es el título preferido por el Concilio Vaticano II para referirse a ella.
El Papa Pablo VI redactó un bellísimo escrito sobre el Culto a la Virgen María, y en él encontramos:
María es «una mujer fuerte que conoció la pobreza y el sufrimiento, la huida y el exilio: situaciones todas estas que no pueden escapar a la atención de quien quiere secundar con espíritu evangélico las energías liberadoras del hombre y de la sociedad» (Marialis Cultus 37, Pablo VI).
Es decir: que María tuvo que experimentar numerosas luchas y dificultades, muy similares a las que viven muchos hombres y mujeres de hoy, y lo hizo como mujer fuerte, luchadora, peregrina de la fe… que nos marca los caminos a los creyentes de hoy. Es una referencia imprescindible para nuestra Iglesia de hoy, en tantos lugares, y de tantos modos «perseguida», en tantos hermanos sufriente y necesitada.
Para nosotros es muy conveniente poner nombre HOY a estos dragones que acechan a la Iglesia y su misión, a la sociedad y a nuestra fe y entrega personales. Según nuestro relato tienen mucho poder (las 7 cabezas y los 10 cuernos es lo que significan en este género literario) y capacidad y recursos para hacernos mucho daño. Por ejemplo:
+ Pueden ser las autoridades de la comunidad cristiana o de la sociedad civil, cuando no están a la altura, no cumplen con sus responsabilidades como pastores o líderes, y escandalizan, se corrompen, ocultan la verdad, «compran» a los que han de difundir u ocultar sus vergüenza, o usan su poder para el propio beneficio
+ Puede ser ese ritmo de vida vertiginoso que no nos deja espacio para el cuidado de la vida interior, la reflexión, el silencio, la lectura, la revisión de vida, el diálogo calmado…
+ La falta de conciencia y de esfuerzo por parte de todos para frenar la destrucción del planeta, el cambio climático, y que favorece enormemente la difusión de todo tipo de enfermedades
+ El descuido y el descarte de los más débiles de nuestra sociedad… Parece que no nos importa gran cosa (no veo yo mucha «reacción») que se nos estén estropeando millones de vacunas en la Países ricos… cuando en tantos otros apenas han podido empezar a usarlas…
+ Una crisis económica en la que no pocos practican el «sálvese quien pueda», mientras se multiplica el hambre, el paro, las diferencias entre ricos y pobres…
+ No pretendo ser exhaustivo… Cada cual puede matizar y completar la lista.
El Evangelio, por su lado, nos ha presentado a María en clave política y de compromiso social. Reza y canta a Dios porque
dispersa a los soberbios de corazón
derriba de sus tronos (o poltronas) a los poderosos
a los ricos los echa de su lado, dejándolos sin nada
y se pone de parte de los humildes y hambrientos...
Es la Mujer que forma parte de los que quieren cambiar la sociedad desde Dios y con Dios, de los que no están de acuerdo con este modelo social que desde hace mucho tiempo hace aguas. Y se pone de parte de esas minorías tan numerosas y tan absolutamente ignoradas. Y se aparta de todos los que sólo van a lo suyo, y a preocuparse de los suyos: Los poderosos, los soberbios de corazón, los ricos… Porque así es y actúa «Dios mi Salvador». Es la mujer del cambio, de la revolución, la que quiere globalizar la justicia, los derechos humanos, la riqueza, la paz, el alimento, el trabajo digno para todos… La mujer que, según recibe la visita del Ángel, SALE, se pone en camino, se mueve.
No estamos acostumbrados a este rostro de María. Pero es esta Mujer, la que ha hecho vida la Palabra de la Escritura, la que ha sido elevada (Asunción) por Dios a la gloria. En esta fiesta, Dios nos pone en clave de lucha contra los Dragones exteriores e interiores, contra esa sociedad sin Dios-Padre-Madre, que no reconoce en cada hombre a un hermano. Nos sacude para que nuestra fe sea agente de cambio, más comunitaria, más cercana a los que están peor, y mucho menos preocupada y encerrada en sí misma. Pero también es un chorro de ESPERANZA, ¡tan necesario con la que está cayendo!: La esperanza de que la victoria final (el cielo) da sentido a nuestra lucha en la tierra. La primera lectura nos ha avisado de que necesitaremos refugiarnos en el silencio y el desierto, para hacernos más fuertes, para alimentarnos del Pan y la Palabra, para orar, para revisarnos, para estar más en comunión con Dios…
Hoy desde el cielo, Dios y la Mujer María nos invitan a mirar con otros ojos a la tierra, a la sociedad, a la Iglesia/Comunidad y a nosotros mismos de manera más comprometida, más valiente, más vital, más esperanzada… para que se haga la voluntad del Padre así en la tierra como en el cielo. Así en la Iglesia como en la Mujer Vestida de Sol.
Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf
Imagen inferior de Juan Correa