Domingo 2º. TIEMPO DE NAVIDAD. CICLO C

PALABRA Y SABIDURÍA

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • Jesús, ¡palabra de Dios!
  • Sabiduría de Dios
  • Acoger la Palabra

Jesús, ¡Palabra de Dios!

¿Por qué se define a Jesús con estos términos? ¿No sería mejor decir que Jesús fue un sabio, que su Palabra era poderosa, que iluminaba la vida de la gente, que daba vida allá por donde pasaba? 

Dios- Abbá no tiene palabra por sí mismo. Su Hijo es la Palabra a través de la cual Él se expresa. En el Antiguo Testamento Dios Padre habló por medio de la Ley, de los profetas, de los sabios, pero, ahora, en la plenitud de los tiempos, sólo habla a través de su Hijo. ¡Cuánto misterio se encierra en la persona de Jesús! Es bellísimo denominar a Jesús así: ¡Palabra!

La Palabra es la fuerza de la Creación: el diseño y la realización de todas y cada una de las realidades que existen. La Palabra da consistencia y existencia a todo. En Ella está la Vida y la Vida se hace viva en toda la Naturaleza e ilumina el ser.

Sin embargo, la Palabra vino al mundo y no fue bien acogida. No sigue siendo acogida. Hay personas que la rechazan, que no quieren saber nada de ella: Vino a los suyos y los suyos no la recibieron.

Si Jesús es la Palabra de Dios, fue porque en cada una de sus palabras había profecía: Dios hablaba por medio de Él. ¡Sus palabras eran eficaces, transformadoras, capaces de realizar milagros y cambiar los corazones! 

Si Jesús es la Luz, la Vida, ello se debe a una forma de actuar que lo caracterizaba: resucitaba muertos, curaba enfermos, expulsaba demonios, atacaba al reino de las tinieblas y lo vencía. Al final, sus discípulas y discípulos proclamaban que Jesús era todo eso: Sabiduría, Gracia, Palabra, Vida, Luz.

¡Sabiduría de Dios!

Hablemos, en segundo lugar, de la sabiduría. El Jesús que demostró ya desde niño hasta el final una extraordinaria sabiduría aparece al final de su vida como la manifestación de la Sabiduría de Dios. Se dice de él que ya desde niño “iba creciendo” en Sabiduría. 

No todo mandato o mandamiento es sabio. Hay mandatos que enloquecen los sistemas, deterioran a las personas. Una mala orden puede hacer mucho mal. Quienes elaboran los mandatos no siempre se dejan llevar por la justicia o por una revelación. El pueblo de Israel, sin embargo, estaba orgulloso de su sistema legislativo, de sus leyes. Este pueblo afirmaba que había sido Dios quien había revelado y entregado la Ley a Moisés, que su Dios era el Creador, que ordenó sabiamente los cielos. Dios es la sede de la Sabiduría.

Jesús habló de la Sabiduría con términos peculiares. Para él la Sabiduría no estaba en los mandatos exteriores, sino en las mociones interiores del Espíritu. No mancha al ser humano lo que viene de afuera, sino lo que surge del interior. Hay una mala ley en el corazón –cuando está poseído por malos espíritus–. Sin embargo, quien es movido por el Espíritu Santo no necesita mandatos exteriores, impositivos. El Espíritu que habita en el corazón transmite sus mandatos a la conciencia, al corazón.

Quien se deja llevar por el Espíritu recibe mandatos llenos de sabiduría. Quienes sigue a Jesús son “los hijos e hijas de la Sabiduría”. Recibir el Espíritu de Jesús es recibir el don de la Sabiduría. En Jesús se manifiesta el arte creador del Abbá, la ciencia secreta de los Misterios de Dios. Él los comunica a quien quiere. Destinatarios preferentes de su Sabiduría son los sencillos.

Acoger la Palabra

Pero a quienes acogen la Palabra les sucede algo maravilloso: se convierten automáticamente en hijos de Dios. Reciben la Intimidad de Dios en sus vidas y todo se transforma en ellos. Éste es el misterio de la Navidad de Dios en los creyentes. Éste es el mensaje de este segundo domingo de Navidad. Nace la Palabra en nosotros. Cada vez que leemos la Palabra, que acogemos la Palabra, como María, nace Jesús, el Logos, la Palabra, la Sabiduría, en nosotros. ¡Qué regalo!

José Cristo Rey García Paredes, CMF

SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS. CICLO C

BENDICIÓN Y FE

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • El deseo de vida y de fecundidad
  • Bendecidos por Dios.
  • La madre “bendita” de Jesús

El deseo de vida y fecundidad

¡Qué bella es la lectura del libro de los Números que acabamos de proclamar! En ella se nos habla de la bendición.

La bendición es un deseo de vida y de fecundidad. Ese deseo sólo Dios puede colmarlo. Pero nuestro Dios quiere que también nosotros podamos bendecir o quizá mejor, que nosotros podamos desear para otros la bendición de Dios.

Aún recuerdo cómo se emocionaba mi padre al leer esta lectura del primer día del año, y cómo comentaba y resaltaba cada una de sus palabras: ¡que el Señor te proteja, ilumine su rostro sobre ti, se fije en ti… te conceda la paz!

 Bendigamos, sí; ¡no maldigamos! Nuestra palabra de bendición es capaz de cambiar las cosas si la hacemos portadora de la bendición de Dios. Si así bendecimos… ¡así bendice Dios!

Bendecidos por Dios

La segunda lectura, tomada de la carta de san Pablo a los Gálatas, nos habla de la “mayor bendición” que aconteció ya: cuando llegó la plenitud de los tiempos y Dios Abbá envió a su Hijo al mundo, porque tanto amó Dios al mundo que nos entregó a su Hijo unigénito. Y su Hijo nació aquí en la tierra “de mujer”, de María. Añade san Pablo otra característica: ¡también nació “bajo la ley”! Y, por lo tanto, se sometió a todo aquello que la ley nos pide y exige. Jesús sería en todo semejante a nosotros, menos en el pecado y nosotros semejantes a Él, menos en la divinidad.

El Abbá del cielo nos envió también el Espíritu Santo, que grita y clama en nuestros corazones nuestra filiación divina: ¡Abbá!, ¡Abbá! Somos hijos, somos –por ello– herederos, coherederos con Jesús de toda la herencia de Dios. ¿Qué mayor bendición podíamos esperar?

La madre “bendita” de Jesús

María no aparece en el misterio de la Navidad como una mujer autosuficiente, ni orgullosa. El evangelio de este día primero del año nos habla de los pastores como protagonistas. Llegan presurosos al portal, después de escuchar y obedecer las palabras de los ángeles.

Contrasta con la ingenuidad y docilidad de los pastores, la actitud incrédula del viejo sacerdote del Templo, Zacarías que optó por no creer las palabras que el Ángel le transmitió … y por eso, quedó mudo.

En cambio, los pobres y marginados pastores sí creyeron. Y con una diligencia encomiable se dirigieron a Belén. Allí encuentran el misterio en la mayor simplicidad imaginable con María su madre. Ella meditaba todo lo que estaba aconteciendo en su corazón: iba como uniendo y reuniendo las piezas de lo que sucedía hasta llegar a una visión y comprensión más completa de todo.

Conclusión

Que nos conceda el Espíritu –enviado a nuestros corazones– el don de guardar como María el misterio en nuestro corazón y de meditarlo; y como a los pastores la presteza para creer y ponernos en marcha. Sólo después de ver, oír y creer, seremos capaces de comunicar el Misterio de la Navidad.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO 2. TIEMPO DE NAVIDAD. CICLO C

¡QUE NAZCA LA FAMILIA!

 

Hoy es el día de la Familia de Nazaret. Nos introducimos ritualmente en la humilde casa, en el taller de trabajo de José, María y el pequeño y joven Jesús. 

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • Honra y respeto a los padres –
  • La familia de la mutua obediencia
  • El relato de la iniciación 

Honra y respeto a los padres

El libro del Eclesiástico considera la atención a los propios padres como un deber sagrado. En ellos se extiende y se hace palpable la honra y el respeto del creyente hacia su Dios. 

En su obra “Así hablaba Zaratustra” interpelaba Nietzsche a dos jóvenes que querían tener un hijo con estas palabras: “¿Os habéis preguntado si sois dignos?”. De seguro que las dudas de José (según el Evangelio de Mateo) proceden de conocer que no era digno de compartir con María, no solo el origen de Jesús, sino incluso la convivencia con ella y él. Quiso Dios, sin embargo, que aquel que no fue padre biológico de Jesús, hiciera las veces de un padre humano, educador, esposo de la madre. Así quedó constituida, por pura gracia, la familia de Nazaret: “el que honra a su padre… cuando rece, será escuchado… al que honra a su madre el Señor lo escucha”?

Jesús convivió con sus padres durante mucho tiempo. Llama la atención que, de sus treinta y tres años de vida, la gran mayoría de ellos los compartiese en su casa de Nazaret: “hijo mío, sé constante en honrar a tu padre, no lo abandones mientras vivas”.

La familia de la mutua obediencia

La carta los Colosenses presenta la familia como un sistema de Alianza trilateral: el padre, la madre, los hijos. Considera la comunidad familiar como la comunidad de los elegidos de Dios, de los santos y amados; y como una comunidad de virtudes como la misericordia entrañable, la bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión.

Así imaginamos la familia de Nazaret: mutua atención, mutua obediencia, diálogo, capacidad de comprensión hacia el “otro”. Una teóloga casada me dijo en una ocasión: Jesús fue un “hijo difícil”. ¡No había caído en la cuenta! Pero tenía razón. María y José lo ratificarían. ¡No es fácil educar al “Hijo de Dios! y saber tratar a una persona con tanto, tanto misterio… 

El relato de la iniciación

El relato del evangelio bien podría considerarse como un relato de iniciación. A los 12 años un niño en Israel comenzaba a entrar en el mundo de los adultos, quedaba iniciado en la aventura del varón.

El extraño relato de la pérdida del niño Jesús en el templo, se comprende mejor, cuando es contemplado desde la perspectiva antropológica de la iniciación. El niño Jesús se desprende por primera vez del mundo de la madre y del padre y pasa al mundo de la independencia. Abandona el hogar familiar para entrar en el ámbito de su pueblo, donde los maestros, los ancianos sustituyen a los padres. Jesús tenía que nacer de nuevo como hijo del pueblo.

Se pierde, o los padres lo pierden. Lo buscan y lo encuentran en el templo “sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas”. Jesús asombra a todos. Sus padres quedan atónitos y su madre le reprocha: “Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados”.

Jesús les da otra respuesta asombrosa: “¿No sabíais que debía estar en los asuntos de mi Padre?”. Jesús hace referencia al otro ámbito en el cual ha de desplegar su vida. Ha de pasar al mundo del padre. Jesús, sin embargo, baja con ellos a Nazaret y sigue bajo su autoridad. Pero, a partir de aquel momento, todo fue distinto. La familia ha de reconfigurarse. Jesús ha de seguir creciendo. María, su madre y José su padre, no comprendieron y María lo meditaba en su corazón.

Conclusión

No se es familia por un documento que lo acredite. No se es familia por residir en la misma casa y dormir bajo el mismo techo. La familia es una comunidad que debe construirse día a día. En ella hay fuerzas que construyen, pero también fuerzas que destruyen. La madre, el padre y los hijos, no pocas veces también los abuelos, están llamados a mantener una realidad siempre frágil, que en cualquier momento puede saltar hecha pedazos. La familia es la comunidad de los diferentes. No se es familia por un hecho biológico, sino, sobre todo, por un lento aprendizaje de comunicación, de servicio mutuo, de colaboración, de amor.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DÍA DE NAVIDAD. TIEMPO DE NAVIDAD. CICLO C

NATIVIDAD DEL SEÑOR

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • Un edicto imperial: el contexto histórico.
  • Los destinatarios de la gran Noticia.
  • Y nació para morir y resucitar.

Un edicto imperial: el contexto histórico

Jesús nació en Belén y no en Nazaret. Quiso la Providencia de Dios que el emperador Augusto movilizara a todo el imperio romano para hacer un censo de la población. En la región de Siria -a la que Palestina pertenecía- Cirino se encargó de realizar el censo. No pocos nacionalistas se rebelaron ante la iniciativa. José y María secundaron la orden, confiados en la Providencia de Dios y se encaminaron a Belén para empadronarse. El hijo de María iba a nacer en Belén, la ciudad del rey David. José era llamado “hijo de David” Y el profeta Miqueas (5,2) lo había predicho: “¡Belén, de ti saldrá el guía que apacentará a mi pueblo Israel!”.

Pero en Belén no hubo lugar para acoger a la madre embarazada… y dio a luz en un lugar de animales y hubo de reclinar al pequeño rey en un pesebre.

Los destinatarios de la gran Noticia

La gran noticia no le es revelada a los dirigentes como el rey Herodes, ni a los sacerdotes del templo de Jerusalén -entretenidos en sus rezos-, ni a la multitud que se agolpaba en Belén. La gran noticia les es comunicada a los pastores que velaban por turno su rebaño. Así lo proclama hoy la primera lectura del profeta Isaías: “el pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaban tierra de sombras y una luz les brilló”. La Gloria de Dios los envuelve y estremece. Inmediatamente obedecen: se encaminan a Belén… a la búsqueda del Tesoro: y lo encuentran: “un Niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”.

La segunda lectura, tomada de la carta de san Pablo a Tito lo refiere y proclama muchos años después: “un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado… ¡ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres!”.

Y nació… para morir y resucitar

Esa es la condición humana: nacemos para morir. En el nacimiento está ya inscrita la muerte: el profeta Simeón, movido por el Espíritu, se lo recordaría a María y a José en su primera visita al templo.

El misterio del Niño que hoy nace es que nació para morir, pero también para resucitar. “Y al tercer día resucitó”. Tendría amenazas de muerte a lo largo de su vida. Pero el Niño de Belén será un rey de paz y así lo cantaban los ángeles: ¡Paz en la tierra!

Conclusión

¡Qué mensaje tan precioso por parte de Aquel que muy pronto fue perseguido a muerte… hasta que un representante del imperio la impuso por decreto!

Hoy Jesús resucitado celebra con nosotros la Navidad y nos anima a ser coherentes en la vida, a no ceder ante el Mal y a esperar… porque todo acabará bien… Nuestras navidades ¡para resucitar!

José Cristo Rey García Paredes, CMF

¡BUSCAD EL TESORO! Contemplando el Belén

 

DOMINGO 4. TIEMPO DE ADVIENTO. CICLO C

EL SALUDO DE LA VIDA

Dividiré esta homilía en cuatro partes:

  • El saludo de María
  • El himno-respuesta de Isabel
  • El trasfondo del encuentro de las dos mujeres-madre.
  • ¿Por qué Jesús nos pidió “no negar el saludo a nadie”?

El saludo de María

Las palabras de María, cargadas de energía poderosa, son “dabar” – acontecimiento, como decían los hebreos. Esta palabra vigorosa transforma a Isabel, llenándola del Espíritu Santo.

El Evangelio de Lucas nos presenta la fuerza imprevisible de un saludo. María, portadora de la Vida divina, entra en casa de Zacarías y saluda a Isabel. No es un saludo convencional, sino un deseo profundo de vida para su pariente anciana, que ha concebido tras años de esterilidad.

Se produce una admirable comunicación entre el Espíritu que habita en María e Isabel, la antes estéril, ahora fecunda y morada del Espíritu.

El himno-respuesta de Isabel

Isabel, llena del Espíritu, responde con energía. Su palabra se vuelve profética, bendiciendo a María y al fruto de su vientre.

Para los hebreos, la bendición del vientre era primordial, pues un vientre estéril se consideraba una maldición. El salmo 127 celebra esta bendición:

 “La herencia del Señor son los hijos; su salario, el fruto del vientre”.

El saludo de María provoca un segundo efecto: el niño en el vientre de Isabel salta de alegría – “agallíasis” en griego – la alegría de la victoria final.

Los Santos Padres interpretaban este momento como la santificación de Juan el Bautista en el seno materno.

El trasfondo del encuentro de las dos mujeres-madres

La carta a los Hebreos interpreta este encuentro como la entrada de Jesús, el Mesías, en el mundo. Él llega como la ofrenda más agradable a Dios, superando el sistema de sacrificios del Templo. El hijo de María cumplirá la voluntad de Dios, santificándonos a todos por la oblación de su cuerpo.

Miqueas profetiza que este acontecimiento ocurrirá en una pequeña aldea de Judá. La madre dará a luz al pastor de Israel, trayendo paz y unión entre los hermanos.

¿Porqué Jesús nos pidió “no negar el saludo a nadie”?

Jesús nos enseñó a no negar el saludo a nadie: “Si solo saludáis a los que os saludan, ¿qué mérito tenéis?” (Mt 5,46-47).

El saludo inaugura la llegada de la vida y la buena noticia. Como María, los discípulos de Jesús deben salir presurosos a anunciar el Evangelio.

Reflexionemos: ¿Qué estamos haciendo con nuestros saludos? ¿Transmiten vida? ¿Somos conscientes de nuestro poder para dar vida a los demás? Quien está lleno de Espíritu, transmite espíritu; quien está vacío, solo formalismo.

Conclusión

Como dijo el poeta John O’Donohue:

“Un saludo puede ser un misterio, una manera de tender un puente y tocar la vida de otro ser humano”.

Este último domingo de Adviento nos enseña cómo saluda un mensajero de esperanza: sus saludos estremecen, cambian vidas y abren puertas a la novedad esperada.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

 

DOMINGO 3. TIEMPO DE ADVIENTO. CICLO C

ALEGRÍA EN LA ESPERA

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • El “Ave María” del Antiguo Testamento – Sofonías
  • En la desgracia llega la Gracia – Pablo
  • El mensajero de la Esperanza – Juan el Bautista

El “Ave María” del Antiguo Testamento

El profeta Sofonías nos trae un mensaje de júbilo: 

“Regocíjate, hija de Sión, grita de júbilo Israel… El Señor, tu Dios, en medio de ti es un guerrero que salva”. 

Estas palabras evocan el saludo del ángel a María, y hoy se dirigen a nosotros. Nos presentan a un Dios que baila y grita de alegría por nosotros, una imagen que desafía nuestras concepciones tradicionales y nos invita a una relación más íntima y gozosa con Él. 

El profeta, añade algo sorprendente: ¡Dios baila y grita de alegría! “Esta imagen revela a un Dios que celebra nuestra existencia con alegría exuberante y amor incondicional. Activamente presente en nuestras vidas, nos invita a encontrar gozo en Su deleite por nosotros. Esta metáfora desafía nuestra fe, llamándonos a una relación más íntima con un Dios que nos valora profundamente.”

En la desgracia llega la Gracia

Pablo nos exhorta: “¡Alegraos siempre!”. La razón de esta alegría es la cercanía del Señor. En momentos de tribulación, esta conciencia de la presencia de Dios nos ofrece consuelo y paz. 

La cercanía de Dios es activa y nos da motivos para no inquietarnos, para presentar nuestras necesidades ante Él, y para vivir en paz.

El mensajero de la Esperanza

Juan el Bautista emerge como el heraldo de la esperanza, preparando el camino para Aquel que es mayor. Su humildad nos enseña a no idolatrar a ninguna persona o cosa, reconociendo que solo Cristo es la fuente verdadera de nuestra esperanza. 

Juan nos muestra cómo podemos ser mensajeros de esperanza en nuestro propio entorno, invitándonos a la acción concreta y a la apertura hacia la verdadera Luz que está por venir.

Conclusión

Evoquemos las palabras del papa Benedicto XVI: 

“El Adviento es el tiempo de la presencia y de la espera de lo eterno. Precisamente por esta razón es, de modo particular, el tiempo de la alegría, de una alegría interiorizada, que ningún sufrimiento puede borrar”.

José Cristo Rey García Parees, CMF

DOMINGO 2. ADVIENTO. CICLO C

¡ESPERAD Y CAMBIARÉIS!

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • ¡Fuera el luto! ¡Ilumina esa cara! – Baruc.
  • La obra buena será completada – Pablo –
  • ¡Preparando el camino – Juan Bautista

¡Fuera el luto! ¡Ilumina esa cara!

Hoy nos ha hablado el profeta Baruc. Fue mensajero de esperanza para el pueblo de Israel, y le dijo: “Jerusalén, despójate de tu vestido de luto y aflicción y vístete las galas perpetuas de la gloria que Dios te da”.

Como en tiempos de Baruc también nosotros tenemos hoy experiencias de destierro. En la oración de la “Salve” decimos: “Y después de este destierro ¡muéstranos a Jesús!”. Estamos en la tierra… pero des-terrados. Esta no es nuestra casa definitiva. Estamos des-consolados, porque nos falta suelo para morar. Baruc nos insta a despojarnos del luto y vestirnos de fiesta: Dios está llegando y nos dará la tierra y nos consolará. Para ser felices sólo necesitamos sentirnos envueltos en su Presencia.

¡La obra buena será completada!

También Pablo es hoy mensajero de esperanza. Sentía un afecto muy especial por la comunidad de Filipos. Se ve constantemente en cada uno de los versículos de la preciosa carta que les escribió: “Esta es mi convicción: que el que ha inaugurado entre vosotros una empresa buena la llevará adelante”“Que vuestro amor siga creciendo más y más en penetración y en sensibilidad para apreciar los valores”.

Dios no inaugura sus obras para abandonarlas después. Dios es fiel a sus proyectos y constante en sus propósitos. En nuestro obrar tenemos a Dios como nuestro humilde Aliado, que todo lo puede cambiar para mejor. En el día de Cristo estaremos ante Él limpios, irreprochables, cargados de frutos de justicia.

¡Preparando el camino!

En un contexto de estructuras imperiales y religiosas -el evangelista Lucas menciona a Tiberio Cesar, Poncio Pilato, Herodes, el tetrarca Felipe, Lisanias, los Sumos Sacerdotes- Dios no dirigió su Palabra a ninguno de ellos, sino al hijo de Zacarías, Juan, que moraba en el desierto en la más absoluta pobreza. Y fue Juan el elegido para gritar la gran noticia, alegría del mundo y camino hacia lo imprevisible, la luz de un nuevo amanecer.

Conclusión

Baruc, Pablo y Juan el Bautista nos han invitado a esperar con alegría la llegada del Señor. Aunque la realidad parezca desesperanzadora, “esperemos contra toda esperanza” porque Dios no dejará de cumplir sus promesas. Y la esperanza será el motor de nuestra transformación anhelada.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

1 domingo de adviento. ciclo c

DESPERTAR A LA ESPERANZA

  1. Un vástago de esperanza
  2. La sorpresa divina
  3. El abrazo universal de la redención

Un vástago de esperanza

Este es un momento para despertar. Imaginemos por un instante el anhelo de aquellos que vivieron antes de nosotros, que esperaron pacientemente la llegada del Salvador. Su esperanza no era una ilusión; era una promesa viva que resonaba en sus corazones. Hoy, nosotros también estamos llamados a vivir esa misma expectativa, a creer que soñando lo imposible se llega a lo imprevisible. En esta homilía, exploraremos tres aspectos fundamentales de esta esperanza renovadora:

En la primera lectura Jeremías, con visión profética, anuncia: “Llegan días en que cumpliré la promesa que hice a la casa de Israel y a la casa de Judá”. Esta promesa se materializó en el anuncio del ángel Gabriel a María. Aunque la espera fue larga, no fue en vano. En este tiempo de anticipación, el amor crece y el futuro se vislumbra con claridad.

La sorpresa divina

En la segunda lectura Pablo, escribiendo a los Tesalonicenses, nos recuerda que la venida de Cristo no es un evento pasado, sino una realidad futura que transforma nuestro presente: “Vendrá el Día de improviso”, nos advierte el Evangelio. Esta espera activa nos invita a “levantar la cabeza” con esperanza, pues nuestra liberación se acerca.

El abrazo universal de la redención

La salvación que Cristo trae no es selectiva, sino universal. Como dijo Jesús: “Mi carne para la vida del mundo”. Estamos llamados a vivir en vigilia, expresando nuestra atención a través de la oración y contemplando los acontecimientos a la luz de su venida.

El Adviento nos desafía a vivir con esperanza audaz y a soñar con un futuro lleno de promesas divinas. Como dijo San Agustín: “La esperanza tiene dos hijas hermosas: la indignación y el coraje. La indignación nos enseña a no aceptar las cosas como están; el coraje, a cambiarlas”.

Conclusión

Y deseo concluir con unas palabras de San Agustín, “La esperanza tiene dos hijas hermosas: la indignación y el coraje”. Esta frase no desafía. Es una llamada a la transformación. Que nuestra indignación ante las injusticias nos impulse a actuar y nuestro coraje nos permita ser agentes de cambio. Este tiempo de espera es una oportunidad para reflejar la luz que deseamos ver en el mundo, renovando así nuestros corazones y nuestro entorno.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo. CICLO B

EL PODER DE JESÚS, REY DEL UNIVERSO

Dividiré esta homilía en cinco partes:

  • “Me ha sido dado todo el poder”
  • El poder imperial y el poder de Dios
  • La identidad del Hijo del Hombre
  • El poder de nuestro guardaespaldas
  • La llamada a ser Pueblo de Reyes

“Me ha sido dado todo el poder”

Jesús, poco antes de su ascensión, proclamó: “Me ha sido dado todo el poder en el cielo y en la tierra” (Mateo 28:18). Estas palabras son profundas y asombrosas; un ser humano como nosotros afirma que Dios le ha concedido todo el poder. Este poder no es simbólico ni espiritual en un sentido platónico; es un poder real que abarca toda la creación. El profeta Daniel, en su visión, describe a uno “como un hijo de hombre” que se acerca al Anciano de Días y recibe dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos le sirvan (Daniel 7:13-14). Este dominio es eterno y no será destruido.

El Poder Imperial y el Poder de Dios

En contraste con el poder de Jesús, encontramos a Pilato, quien representa un poder imperialista que impone violencia y controla vidas. Pilato tiene la capacidad de decidir sobre la vida o muerte de muchos, pero su poder es efímero y destructivo. En cambio, Jesús posee el poder de la vida, la luz y la verdad. Aunque su apariencia es humilde, su autoridad proviene de Dios mismo. La confrontación entre Pilato y Jesús revela dos tipos de poder: uno que se basa en la opresión y otro que se fundamenta en el amor y la dignidad humana.

La Identidad del Hijo del Hombre

La imagen del “Hijo del Hombre” es central en las escrituras. En Daniel 7:13-14 se le otorga autoridad universal tras una serie de reinados opresores. Jesús adopta esta imagen para identificarse ante nosotros, mostrando que su reino no es como los reinos terrenales. Él es el rey que no busca el poder para dominar, sino para servir y liberar. Su reinado es uno de justicia, amor y paz.

El Poder de Nuestro Guardaespaldas

No debemos demonizar el poder; más bien, debemos discernir qué tipo de poder estamos dispuestos a servir. Jesús resucitado es nuestro rey invisible pero real, quien guía a la humanidad hacia la plenitud. En medio de nuestras inseguridades, Él es nuestro pastor que nos lleva hacia aguas tranquilas (Salmo 23). Cuando proclamamos el poder de nuestro Señor Resucitado, descubrimos cómo ese poder fluye a través de nosotros.

La Llamada a Ser Pueblo de Reyes

La invitación es a reconocer que al seguir a Jesús y entregarnos a su poder, nos convertimos en parte del “pueblo de reyes”. Jesús promete estar siempre con nosotros: “Estaré con vosotros todos los días” (Mateo 28:20). Nos llama a vivir en su luz y a actuar como sus representantes en el mundo.

Conclusión

En esta solemnidad, celebremos que Jesucristo es Rey del Universo. Su reino es una realidad presente que transforma nuestras vidas y nos invita a soñar con un futuro lleno de esperanza.

Al reconocer su autoridad sobre nuestras vidas, nos unimos al anuncio del Apocalipsis: “Yo soy el Alfa y la Omega… el que es, el que era y el que ha de venir” (Apocalipsis 1:8). Al soñar lo imposible con Él, llegamos a lo imprevisible. Este texto ha sido ampliado e integrado con referencias bíblicas para ofrecer una comprensión más rica del poder de Jesús como Rey del Universo. Si necesitas más ajustes o información adicional, estaré encantado de ayudarte.

FINAL DEL AÑO LITÚRGICO

Palabras de Alianza nos han ido acompañando a lo largo de este año litúrgico. Son Palabras aglutinantes, recreadoras, llenas de un simbolismo unificador.

Espero que al concluir este año litúrgico quienes hemos seguido el camino, dirigidos por las Palabras de la Alianza, veamos más clara la meta, disfrutemos del sentido, descubramos desde otra perspectiva el mundo que se nos ofrece.

Merece la pena entrar en esta Escuela de la Alianza, porque en ella encontramos:

  • Purificación: nos descubrimos manchados con las idolatrías que dominan nuestro mundo y nos vamos poco a poco sintiendo seducidos y seducidas por el verdadero Dios, el Abbá liberador, el Dios de las entrañables alianzas
  • Iluminación: la Alianza es la visión del conjunto, el todo en todo su esplendor; nos abre a la luz de todas las luces, a la conexión de todas las conexiones. La Alianza es la clave para salir de las tinieblas que nos relegan al individualismo.
  • Unión: la Alianza es un dinamismo que todo lo une, todo lo conecta, que genera la Totalidad, que solo ella es sagrada.

No son estas palabras vacías que se lleva el viento. La liturgia está llena de la Palabra de la Alianza. Espero haber contribuido un poco a percibir la realidad desde otra perspectiva tras escuchar y meditar las palabras de la Alianza.

FINAL DEL AÑO LITÚRGICO

Palabras de Alianza nos han ido acompañando a lo largo de este año litúrgico. Son Palabras aglutinantes, recreadoras, llenas de un simbolismo unificador.

Espero que al concluir este año litúrgico quienes hemos seguido el camino, dirigidos por las Palabras de la Alianza, veamos más clara la meta, disfrutemos del sentido, descubramos desde otra perspectiva el mundo que se nos ofrece.

Merece la pena entrar en esta Escuela de la Alianza, porque en ella encontramos:

  • Purificación: nos descubrimos manchados con las idolatrías que dominan nuestro mundo y nos vamos poco a poco sintiendo seducidos y seducidas por el verdadero Dios, el Abbá liberador, el Dios de las entrañables alianzas
  • Iluminación: la Alianza es la visión del conjunto, el todo en todo su esplendor; nos abre a la luz de todas las luces, a la conexión de todas las conexiones. La Alianza es la clave para salir de las tinieblas que nos relegan al individualismo.
  • Unión: la Alianza es un dinamismo que todo lo une, todo lo conecta, que genera la Totalidad, que solo ella es sagrada.

No son estas palabras vacías que se lleva el viento. La liturgia está llena de la Palabra de la Alianza. Espero haber contribuido un poco a percibir la realidad desde otra perspectiva tras escuchar y meditar las palabras de la Alianza.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO 33. TIEMPO ORDINARIO. CICLO B

¡SOÑANDO LO IMPOSIBLE SE LLEGA A LO IMPREVISIBLE!

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • ¡Que renazcan las utopías!
  • Encender los motores de la utopía
  • La imagen del “Hijo del Hombre”

¡Que Renazcan las Utopías!

Es admirable ver a grupos que proclaman que “otro mundo es posible” y trabajan para hacerlo realidad. Frases como “la paz es posible”, “otra democracia es posible” y “otra iglesia es posible” resuenan con fuerza en nuestra sociedad. Necesitamos urgentemente que renazcan las utopías; no podemos permitir que el realismo apague la poesía y la mística de nuestro trabajo. Trabajar solo por un salario es muy diferente a contribuir a un gran proyecto.

La pregunta crucial es: ¿es realmente posible lo que soñamos? La liturgia de este domingo nos invita a soñar el futuro y a creer en la posibilidad, porque nuestro Dios está comprometido con esta labor. Las lecturas bíblicas nos animan a pasar de la lamentación al anuncio de lo que es posible. “Nada es imposible para Dios”, le dijo el ángel Gabriel a María, y Jesús afirmó: “Todo es posible para quien cree”.

Encender los Motores de la Utopía

Las lecturas nos conectan con nuestra tradición apocalíptica, encendiendo los motores de nuestra espiritualidad. No debemos salir insensibles; debemos celebrar la venida del Hijo del Hombre. El cambio necesario no proviene de seres humanos autosuficientes, sino de la llegada del Hijo del Hombre, quien convulsiona la naturaleza, restablece la justicia y restaura la Alianza.

La llegada del Hijo del Hombre es comparable a un ejército liberador o la inauguración de una democracia tras una dictadura. Jesús se identifica con esta imagen bíblica del profeta Daniel, quien describe al Mesías como el portador de la salvación tras una serie de reinados opresores. A través de su vida, Jesús redefine esta imagen, haciéndola más humana y compasiva.

¡Todo es Posible!

Ruiz Anglada

¡Todo es posible! para quienes siguen al Hijo del Hombre, quienes verán cosas aún mayores. Aunque no sabemos cuándo vendrá el Hijo del Hombre, esta incertidumbre no debe desalentarnos. Jesús nos llama a estar vigilantes y atentos a su presencia en nuestras vidas.

Quienes sueñan que “otro mundo es posible” son como las vírgenes con aceite en sus lámparas; quienes se resignan al statu quo corren el riesgo de quedarse fuera del sueño. La Iglesia debe ser como una vigía que anuncia la llegada del Hijo del Hombre, iluminada por una fe certera. Debemos movilizarnos para reconstruir la esperanza y comunicarnos sobre cómo se hace presente el Hijo del Hombre.

Conclusión

Al soñar lo imposible, podemos llegar a lo imprevisible. La resurrección es cierta, la justicia está en camino y las oportunidades se presentan en cada paso. La invitación es a perder el miedo y entrar en comunión con Él, porque hay un futuro lleno de posibilidades.

José Cristo Rey García Paredes, CMF