DOMINGO 18. TIEMPO ORDINARIO. CICLO B

EL PAN DEL CAMINO

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • El alimento del desierto
  • Nuestro extraño camino
  • El alimento del desierto

El alimento del desierto

La primera lectura del Éxodo nos recuerda que -tras la esclavitud de Egipto- el pueblo de Israel caminó por el desierto y Dios lo alimentó con el “maná”. Ese fue el nombre espontáneo que el pueblo le dio al alimento que venía del cielo: manú, ¿qué es esto? Así fue alimentado por Dios el pueblo hasta llegar a la tierra prometida. Jesús que ha bajado del cielo, ofrece a sus seguidores “el pan para la vida del mundo”.

Nuestro extraño camino

Sabemos muy bien que nuestra vida camino, peregrinación. No tenemos aquí ciudadanía permanente. Como discípulos de Jesús respondemos a un permanente “¡sígueme!” y por lo tanto a un desplazamiento continuo.

La segunda lectura, tomada de la carta a los Efesios, nos pide abandonar el camino de los paganos y aquel que nos ofrece nuestra vieja naturaleza que está corrompida por los malos y engañosos deseos. Teresa de Jesús pasaba de una morada a otra; Juan de la Cruz iba subiendo al monte Carmelo; por la nube del no-saber se llega a la auténtica sabiduría. Esta es la forma existencial de seguir a Jesús.

La Eucaristía del Camino

También nuestras comunidades cristianas son peregrinas, caminantes. Deben ser conscientes de la orientación y sentido de su seguimiento. Llega a nosotros la advertencia  del Señor Jesús: “No me busquéis porque habéis comido hasta hartaros”. “¡No trabajéis por la comida que se acaba”. Hay una forma interesada de buscar a Jesús y de entrar en la aventura del seguimiento: obtener recompensas. Jesús, sin embargo, nos quiere seguidores suyos para que contemplemos los “signos” de la presencia del Abbá entre nosotros. Nos quiere seguidores y buscadores que creen, que confían en Dios, que se dejan alimentar por el mismo Dios. Por eso, ofrece el pan del cielo.

Conclusión

El pan eucarístico es regalo del Abbá para caminantes. Es Jesús que se nos ofrece como Pan del Camino. La Eucaristía nos vuelve rebeldes respecto a la ciudadanía de este mundo, que tenga que ver con la Babilonia criminal, o con la ciudad malvada del Apocalipsis. El Pan del cielo es aquel que prepara aquí abajo la llegada de la nueva Jerusalén.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO 17. TIEMPO ORDINARIO. CICLO B

LA MEDICINA DE LA INMORTALIDAD (Jn 6, 1-5)

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • El pan de la vida
  • El fármaco de la inmortalidad
  • ¡Misterio de la fe!

El pan de la vida

Fue la solución posible y y más digna. Jesús hizo de “lo poco” alimento para “todos”. Convirtió el pan de esta tierra, que pronto se endurece y se vuelve inservible en “pan de la vida”, en “el pan nuestro de cada día” que el Padre concede a sus hijos e hijas y que lleva el sello -la marca- del cielo.

Tanto en la multiplicación de los panes, como en la última Cena -¡dos relatos que nos hablan de lo mismo!- Jesús se sirve del pan de la tierra, del pan elaborado por las manos del ser humano. El pan es “transustanciado” (¡así lo ha expresado nuestra madre iglesia en su tradición!), se convierte en una realidad trascendente. Lo que tiene límites, se vuelve ilimitado; aquello que está localizado, se vuelve capaz de omni-presencia, lo que sólo alimenta el cuerpo es capaz de producir una revolución vital, es decir, “la resurrección de los muertos”. 

Fármaco de inmortalidad

San Ignacio de Antioquía llamó al pan eucarístico “fármaco o medicina de la inmortalidad”. Muchos han buscado la pócima de la eterna juventud. El hecho es que nuestro cuerpo se deteriora, enferma, envejece y muere. “Los sueños, sueños son”. ¿Será el pan de la vida, el pan eucarístico, un sueño? ¿Será un signo simplemente de un deseo irrealizable de inmortalidad? ¿Hablaría Ignacio de Antioquía simplemente en clave poética?

La medicina de la inmortalidad, que recibimos cuando comulgamos, produce efecto a la larga. Es una medicina que transformará nuestras muertes en resurrección, la separación en misteriosa de comunión. Si tocando sólo la orla del manto de Jesús la hemorroísa quedó curada, ¿qué no podrá sucedernos si comulgamos el mismo cuerpo del Señor?

¡Misterio de la fe!

Aquella masa anónima de gente a la que Jesús alimentó era “ovejas sin pastor” que recibió el pan, tocado por la mano de Dios y de Jesús. Este pan reanimó sus sueños: desearon hacer a Jesús su Rey y Pastor definitivo; se sintieron con Él pueblo de Dios.

Y ¿cuál es nuestra reacción al comulgar? Comulgar por rutina, sin ansia y sin hambre, desactiva el Misterio y el Milagro. Sin embargo, la Iglesia nos propone asumir la actitud del Centurión romano y nos invita a decir: “¡Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa… pero dí una sola palabra y mi alma quedará sana! ¡Acontecerá el Milagro! 

Conclusión

En los próximos domingos la Iglesia nos ofrecerá una larga catequesis eucarística de Jesús. No basta comulgar. Es necesario descubrir el Misterio que cada Eucaristía encierra. 

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO 16. TIEMPO ORDINARIO. CICLO B

PASTORES SEGÚN EL CORAZÓN DE DIOS

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • El “buen pastor” o gobernante.
  • Cuando el pueblo de Dios se siente atendido.
  • Un excelente programa en forma de oración.

El “buen pastor” o gobernante

El buen gobernante está cerca de la gente: intuye y conoce sus necesidades y sueños; valora sus diferencias; atiende igualmente a todos; se preocupa por los “perdidos” y distanciados, opta por el todo y no es partidista.

El líder no es más importante que la comunidad humana a la que lidera. Por eso, cuando el líder es inepto, debe ser relevado cuanto antes; si no, quedará la comunidad expuesta a la indefensión ante todo acoso del mal.

Quien no sea capaz de representar al Buen Pastor, debe renunciar o ser removido cuanto antes.

Cuando el pueblo de Dios se siente atendido

La Iglesia debería ser modelo en el arte del buen gobierno. Su ejemplaridad transformaría al mundo. Y el paradigma es Jesús, el Buen Pastor, que dio su vida por sus ovejas, que dignificó a la oveja perdida cargándola sobre sus hombros; que se compadecía de las muchedumbres y realizaba milagros.

El clericalismo, sin embargo, tiende a ser narcisista, a encerrarse en sus propios intereses -que fácilmente confunde con los de Dios-. La iglesia tiene que sanear y reconfigurar la red inmensa de sus pastores.

Un excelente programa en forma de oración

La exhortación “os daré pastores según el corazón de Dios” de Juan Pablo II presenta un excelente programa para ser hoy “buenos pastores”:

Jesús, buen pastor: en nuestra humanidad hay pocos gobernantes que gocen de nuestro aprecio, respeto y credibilidad. Demasiados intereses hacen que los partidos no siempre elijan según sus ideales más altos. Hemos de resignarnos a la mediocridad, a la apariencia, a la vanidad de algunos. Pero, tú, que todo lo puedes, envíanos de vez en cuando a quienes sean capaces de favorecer la reconciliación, la justicia, la paz entre nosotros. Sufrimos demasiado por tantas circunstancias de la vida, como para tener también que sufrir por un mal gobierno.

Jesús, buen pastor, envía a tu Iglesia pastores según tu corazón, hombres apasionados “por el todo” y no partidistas, puntos de encuentro y no de desencuentro, humildes servidores, y no sermoneadores de palabras que nada resuelven. Envíanos pastores que ofrezcan soluciones, y no solo malos diagnósticos. Cúranos, aliméntanos, sácanos de nuestra tristeza colectiva. Tú sabes cómo hacerlo. Tú lo estás haciendo. ¡De Babel al Cenáculo! ¡Del Cenáculo a todas las etnias del mundo… a todas las gentes! ¡Hasta la reunión de todos los hijos de Dios dispersos!

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO 15. TIEMPO ORDINARIO. CICLO B

EL “ENCANTO” DE LA MISIÓN

  • Escuchar hoy la llamada
  • La tarea encomendada: superar el poder del mal.
  • Misioneros/as con estilo

Escuchar hoy la llamada

“Jesús llama a los Doce y los envía”: primero llama, después envía. Escuchar la “llamada” es el punto de partida. Cada llamada es única, irrepetible. Jesús no busca “empleados” o “funcionarios”: sino personas dispuestas a colaborar en su misión y disponibles para ser enviadas donde Él mande.

Vocación y Misión son dos caras de la misma moneda. Hay cristianos, hombres mujeres, jóvenes y adultos con “vocación al matrimonio”, o con “vocación a la vida consagrada”, o con “Vocación al ministerio ordenado”. Hay cristianos con vocación política, cultural, artística, o laboral… Muy importante es reconocer el origen de todo: ¡la voz que nos llama! Pero también la finalidad: la tarea que Jesús nos encomienda.

La tarea encomendada: superar el poder del Mal

Quien es llamado y enviado por Jesús sabe que debe anunciar el Reino de Dios: es decir que Dios nos ama y quiere establecer su Reinado de paz, de justicia en la tierra y anunciar a los pobres la buena noticia, que Dios está presente por doquier.

Pero el Reinado de Dios encuentra una terrible oposición. Los malos espíritus impulsan a los seres humanos a colaborar con el mal y a mantener a la humanidad bajo su dominio.

Quienes somos llamados a seguir a Jesús y colaborar con Él suplicamos a Dios Padre que nos libre del Maligno y nos permitan realizar las mismas obras que Jesús realizaba, cuando estaba aquí con nosotros.

Misioneros/as con “estilo”

Comunitario (de dos en dos)- en pobreza radical (que no lleven nada para el camino, excepto un bastón y unas sandalias).

Jesús no quiere un estilo “individualista” de misión. Los envía “de dos en dos”. No quiso misioneros-estrella e individualistas, sino misioneros-constelación.

En la misión hay que optar -según Jesús- por la “pobreza de medios”. Y ¿por qué? Porque somos “siervos inútiles”. Porque el humilde confía en la fuerza de Dios. El soberbio en la suya propia.

Los enviados por Jesús serán acogidos por gente hospitalaria. Quien acoge a un enviado de Jesús, acoge al mismo Jesús y tendrá su recompensa; pero quien no lo acoge, rechaza al mismo Jesús y tendrá su castigo.

Conclusión

La misión se puede desvirtuar. Por eso, hay que volver al modelo misionero que Jesús nos propuso. Que en cualquier actividad misionera sea Jesús y su Espíritu el protagonista y nosotros, sus humildes servidores.  Y todo, para gloria de Dios Padre.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO 14. TIEMPO ORDINARIO. CICLO B

¡DEMONIZAR AL PROFETA!

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • La incredulidad de los paisanos de Jesús-.
  • La incredulidad contemporánea
  • La humildad del profeta.

La incredulidad de los paisanos de Jesús

El evangelio de Marcos nos presenta hoy las preguntas que se hacían los paisanos de Jesús, tras enterarse de que en otras partes hacía cosas portentosas y transmitía un mensaje diferente al de los maestros de Israel. Cuando sus paisanos se preguntan: ¿no es éste el hijo de María? Podrían estar pensando que su padre no era José, sino alguien desconocido, pero María sí era su madre. Estos argumentos les parecían suficientes para no creer en Jesús -como profeta- ni aceptar su mensaje: ¿cómo podría ser profeta un hijo ilegítimo, el hijo de María?

Jesús es despreciado por sus paisanos, por quienes lo conocían desde su infancia. Con ello prolongaban la rebeldía del pueblo de Israel contra sus profetas y la constante ofensa a Dios: dice la segunda lectura de este domingo, tomada del profeta Ezequiel: “Me han ofendido hasta el día de hoy”. Y las nuevas generaciones siguen siendo tan rebeldes o más.

La incredulidad contemporánea

También hoy nos cerramos a la verdad. Descalificamos al que piensa distinto. Demonizamos y descalificamos a otros, sin dudar de nuestros presupuestos. Preguntémonos: ¿a qué personas públicas yo demonizo? ¿Dudo de mi crítica o estoy convencido de que tengo razón?

La humildad del profeta

La segunda lectura de 2 Cor, nos da otra clave para el discernimiento profético: el profeta es humilde, no tiene soberbia, se reconoce así mismo débil, herido; por eso, es misericordioso, comprensivo. El profeta no acusa a los demás sin auto-acusarse. No tiene un sentimiento de superioridad sobre los demás.

Cuando crece la soberbia colectiva, ¡claro que se demoniza a los demás! Propio de los demonios es la soberbia y la mentira. ¡Por eso, ocultan su podredumbre para aparecer como ángeles de luz!

El humilde Jesús se admiró de la falta de fe; se admiró de que le demonizaran. Quizá le faltaba experiencia misionera. Estaba en los comienzos. Comprendería poco a poco que el Reino es como una semillita, que se planta. Jesús se volvió paciente. Comenzó a tener perspectivas más amplias. Se preparó para perder muchas batallas, pero no para perder la guerra. Al final, en la cruz, exclamó: “Abbá, perdónalos porque no saben lo que hacen”. Entonces el profeta demonizado se convirtió en la fuente del Espíritu.

Conclusión

Tengamos paciencia. Seamos comprensivos. Reconozcamos nuestra debilidad, nuestro pecado. Seamos humildes´. Pues solo entonces, la profecía resonará en nuestros labios y modelará nuestras manos. El Maestro seguirá hablando a través de nosotros y curando a través de nuestras manos: “aprended de mi que soy manso y humilde de corazón”.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO 13. TIEMPO ORDINARIO. CICLO B

LA JOVEN Y LA MUJER INFECUNDAS

Vemos hoy a miles y miles de personas acercarse a santuarios, a imágenes sagradas, o incluso a personas con aroma de santidad. ¿Y qué buscan? Verse liberadas de males interiores o exteriores. La cuestión es que vivimos en la precariedad. Precariedad es un término que proviene de “prez”, es decir “oración”. El evangelio de Marcos nos presenta hoy dos curaciones realizadas por Jesús: la hemorroísa y la hija de Jairo, es decir, dos mujeres -una mayor y otra joven- ¡sin futuro!

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • Los personajes del relato.
  • La sanación
  • Nuestra tarea

Los tres personajes del relato

La acción sanadora de Jesús se dirige a dos mujeres judías: una con desarreglo menstrual y condenada a la esterilidad y otra -joven, a quien la muerte privó de la maternidad. El evangelista Marcos nos presenta los dos caosos como un único relato.

  • La hija de Jairo tenía 12 años. Los judíos decían que una niña se convertía en mujer a los 12 años y un día. Estaba en la plenitud de la vida. Iba a comenzar su historia de mujer, de esposa, de madre fecunda. Pero llega la enfermedad grave que estremece al padre y lo amenaza como la peor de las tragedias. Esta joven no solo está amenazada de muerte, sino que cuando podría conseguir ser fecunda, ser madre, no va a poder.
  • Jairo es un personaje que surge de la muchedumbre. Al ver a Jesús cae a sus pies. “uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verle, cae a sus pies, y le suplica con insistencia diciendo: «Mi hija está a punto de morir; ven, impón tus manos sobre ella, para que se salve y viva». (Mc 5, 21-23). Jairo era jefe de la sinagoga y bien sabía que Jesús no gozaba de buena fama entre sus colegas, que lo consideraban rebelde y opositor al régimen religioso; pero él recurre a Jesús y Jesús atiende inmediatamente su súplica.
  • La mujer enferma que gastó su fortuna surge de entre la muchedumbre que se agolpaba junto a Jesús. Hacía 12 años que esta mujer padecía flujos de sangre: llegó a gastar toda su fortuna en vano. En tal estado esta mujer no podía engendrar, ni retener la vida: ¡no podía ser madre! La tradición higiénico-religiosa la consideraba persona “inmunda”, impura. Por eso, se acerca a Jesús “de incógnito”: ya sólo confiaba en Él.

La Sanación

La mujer sangrante se acerca a Jesús: toca la orla de su manto. Mucha gente se apretujaba con Jesús, pero el toque de esta mujer conmueve a Jesús: era el “tacto de la fe” e inmediatamente Jesús sintió que una energía curativa brotaba de él. La mujer se siente inmediatamente curada.  Jesús no se atribuye a sí mismo la curación, sino a ella: “¡Hija, tu fe te ha curado!”. Jesús no la trata como médico, sino como padre espiritual, por eso la llama “¡hija!” Y la medicina ha sido ¡su fe! Mucha gente se aglomeraba en torno a Jesús, pero sólo esta mujer logró por su fe conectar con el poder sanador de Jesús.

En otro momento, el relato no dice que Jairo recibió la noticia de la muerte de su hija. Respetuoso, le dijo a Jesús que ya no se preocupase. Sin embargo, Jesús lo invita a la experiencia de la fe. Jesús se aleja de la muchedumbre. Igual que en el Tabor, igual que en Getsemaní, Jesús se lleva consigo sólo a sus tres discípulos preferidos: Pedro, Santiago y Juan. Y mientras lloran y se lamentan Jesús -con el padre y la madre- se acerca a la niña -que según Jesús estaba “dormida”. Irrespetuosa, la gente su burla de él. Jesús latoma la mano y le pronuncia las palabras arameas «Talitá kum» («Muchacha, a ti te digo, levántate»). La Palabra y la Mano de Jesús tienen un poder impresionante. La niña se levanta, camina. Jesús pide que le den de comer.

La niña murió a los doce años: es decir cuando ya era considerada mujer y podía albergar una nueva vida. La niña y la hemorroísa tuvieron en común 12 años de muerte o para la muerte. Pero, pasados los doce años, ellas encontraron la Vida. Con Jesús hay futuro y esperanza.

Nuestra tarea

Llevemos ante Jesús, también, a esas mujeres, rotas por las experiencias de la vida, defraudadas por tantas promesas incumplidas, infecundas e incapaces de generar lo que ellas desearían. La misión cristiana consiste en propagar la buena fama de Jesús, para que se acerquen a Él y en Él encuentren salvación. Es urgente suscitar en los demás –y ante todo en nosotros- la fe absoluta, incondicional en el Señor. Esa es la fuente de la curación, de la recuperación. Ante Jesús una mujer se convierte en auténtica mujer.

Conclusión

  • ¿Con cuál de los personajes de este relato me identifico? ¿Jairo, los tres discípulos testigos, la madre de la hija de Jairo, Jesús?
  • En el relato de la hemorroisa, ¿con quién me identifico? ¿con la multitud que toca a Jesús pero sin experimentar su fuerza? ¿o con la hemorroísa que toca sus vestidos llena de fe?
  • ¿Qué puedo hacer para acercar a las mujeres que encuentro en mi misión a Jesús? ¿Cuáles son los caminos para suscitar en ellas la fe?
  • ¿Qué debemos hacer, desde un punto de vista institucional, estructural, para que este icono tenga permanente vigencia entre nosotros?

José Cristo Rey García Paredes, cmf

DOMINGO 12. TIEMPO ORDINARIO. CICLO B

¿NO TE IMPORTA, SEÑOR, QUE NOS HUNDAMOS?

Damien Hirst

Damien Hirst

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • ¡Nos estamos hundiendo!
  • El pecado de la “micropistía”
  • ¿Porqué somos tan cobardes?

¡Nos estamos hundiendo!

Los discípulos de Jesús, cuando su barca iba a la deriva, no se echaron la culpa a sí mismo, sino que se lo recriminaron a Jesús, que estaba dormido en la barca:

“Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?

Y es que ante la situación que atraviesa nuestra sociedad y la Iglesia, parece que el Maestro está dormido, que ha cedido su protagonismo de “Señor de la historia” a otros “señores”. Y aquí estamos nosotros, sus pobres discípulos achicando el agua que irrumpe contra la barca y la inunda, aquí estamos aterrorizados por lo que pasa, temerosos, tristes, luchando contra el oleaje. Jesús está ciertamente con nosotros, pero ¡plácidamente dormido! ¡Como si lo que nos está ocurriendo no le importase!

Nuestros debates internos, dentro de la Iglesia, se parecen mucho a los de los discípulos en la barca, mientras Jesús dormía.

El pecado de “micro-pistía”

Solemos siempre ver la falta de fe en los demás y no tanto en nosotros. Y la verdad es que nos falta fe, nos falta confianza en Dios. El Evangelio utiliza un término para este pecado, propio de discípulos: micro-pistía, ¡poca fe! Nuestra fe es tan pequeña que es más insignificante que un grano de mostaza.

No tenemos fe en Dios, ni en nuestras posibilidades, cuando somos movidos por Dios. La fe se nos agota en nosotros mismos: tenemos fe en nuestro “ego”. Sólo a él le concedemos toda nuestra confianza: confiamos en nuestros proyectos, en todo aquello que tiene “nuestra firma”. En una iglesia de “yoes”, la egolatría politeísta está a la orden del día. La auténtica humildad brilla por su ausencia. Hay gente que está acostumbrada a “dictar”, pero muy poco a escuchar y hacer una ruptura con lo que siempre ha pensado. Me admiro de la imposibilidad que ya tienen algunas personas de aprender algo nuevo.

Y ¡claro! en la religión del yo, el Señor, el “nosotros” de la Iglesia, el Cuerpo colectivo, está de más. Se utiliza su sacrosanto nombre para apuntalar el “yo” con sus proyectos e ideas.

¿Por qué somos tan cobardes?

Cuando le hacemos despertar, Jesús nos muestra que basta su voz imperativa para que todo se solucione, para que el mar entre en calma y ¡no pase nada! Hemos de dejar a Jesús actuar “a su hora”. Su Iglesia debe aprender a ser paciente.

Quienes confiamos en Jesús, en su Palabra, en su Poder, en su Presencia, sabemos que a Él le cabe toda la responsabilidad. Él es el Señor de la historia y de la naturaleza. Él es el Liberador, el Redentor. Y de seguro que va a cumplir con la misión recibida del Abbá y para la la que cuenta con el Espíritu Santo y también con nosotros. Con instrumentos débiles es capaz de confundir a los fuertes. Aunque nuestra confianza en Él sea débil, Él sacará adelante todos los proyectos de Dios su Padre y al final llegará la calma, la paz, la salvación.

Cuando los discípulos no son capaces de salvarse del hundimiento, sólo oyen un reproche: ¿Por qué sois tan cobardes, hombres de poca fe?

Jesús nos quiere valientes, entusiastas y no cobardes y deprimidos, con una secreta seguridad de que vamos a perder todo poco a poco.

Conclusión

Si creemos de verdad en Jesús, que actúa, que nos ama, que no nos deja de su mano, ¡devolvámosle a Él todo el protagonismo! y no hagamos de nuestra responsabilidad, una forma de suplantarlo. Y con Él a nuestra derecha, ¡nada hemos de temer! Él es ese jugador genial, que en el último minuto, puede hacer que la remontada sea real y lleguemos a ganar el partido.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

https://cristianos-fieles-xgzpmro.gamma.site

Domingo 11. Tiempo ordinario. Ciclo b

DESDE “LO HUMILDE” AL “TODO” (Mc 4, 26-34)

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • Los árboles humildes
  • El Reino de Dios en humildad
  • Descubrir el Todo en el fragmento

Los árboles humildes

En la primera lectura el profeta Ezequiel nos presenta una conversación de Dios consigo mismo. Se propone humillar a los árboles altos y ensalzar a los árboles humildes.

Y ¿qué hará?

Arrancará una rama tierna de un alto cedro y la plantará en la montaña más alta de Israel. Y se convertirá en un cedro noble, en el que aniden aves y que superará a todos los árboles altos. Dios se fija en “lo humilde” y “lo ensalza”.

El Reino de Dios en humildad

En el Evangelio Jesús nos dice que se nos puede escapar descubrir el Reino de Dios porque es también como un “árbol humilde”, nacido de un grano de mostaza.

Si ahora alguien depositara en nuestra mano un grano de mostaza deberíamos tener mucho cuidado para que no se nos cayera de la mano, porque después no resultaría fácil encontrarlo en el suelo.

Jesús muestra una confianza fuerte en lo que está ocurriendo, en los procesos que constituyen nuestra historia. Jesús tiene la conciencia clara de que hay “algo” sembrado en la historia que, más allá de nuestros esfuerzos y voluntades, germina y llegará a dar fruto. La Gracia está sembrada y germinará. Ante las visiones pesimistas que a veces se apoderan de nosotros, Jesús nos ofrece una visión totalmente esperanzada y además ¡con razones!

Descubrir el Todo en el fragmento

Dios está haciendo historia con nosotros. Mantiene firme su Alianza y no se desdice. Jesús nos invita a creer en los buenos resultados de la Alianza y a no descorazonarnos ante la grandeza de lo malo y la pequeñez de lo bueno, ante lo ruidoso que es el mal y lo silencioso que es el bien.

¡Sólo la fe en un Dios fiel a su Alianza, que nunca abandonará a la humanidad, ni a nosotros, seres personales, dentro de la humanidad, nos salvará! Necesitamos redimir nuestro tiempo de la desconfianza, del pesimismo, de las penas. Todo queda redimido cuando la fe nos permite ver y porque vemos confiamos.

La fe nos conduce hacia lo pequeño, lo insignificante y nos lleva a descubrir el todo en el fragmento.

José Cristo Rey García Paredes

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DOMINGO 10. TIEMPO ORDIANRIO. CICLO B

¡LO MEJOR ESTÁ POR LLEGAR! – Domingo 10, ciclo B

  • Violar la intimidad
  • ¡Dentro del círculo íntimo!
  • La casa en el cielo

Violar la intimidad

La primera lectura está tomada del capítulo 3 del libro del Génesis. En ella se nos habla de una maldita curiosidad: la serpiente seduce a Eva para que viole la zona de intimidad -reservada sólo para Dios- “el Árbol de la Vida”-. Eva seduce a Adán, soñaban con ser semejantes a Dios. Apenas comieron de la fruta, se les abrieron los ojos y sintieron el vacío de una absoluta desnudez. A partir de entonces no hay Paraíso en la tierra.

Dentro del círculo “íntimo”

El Evangelio de san Marcos nos habla de quienes -ahora sí- habían entrado en la intimidad de Dios, en el círculo de Jesús, porque creyeron en Él. Pero también de quienes habían quedado afuera de ese círculo: eran precisamente sus familiares, porque dudaban de Él: sus familiares pensaban en una especie de locura mística, y los escribas y maestros de Israel en algo mucho peor: en una posesión satánica. Nada extraño que Jesús les dijera que confundían al Espíritu Santo de Dios con el Príncipe de los dominios y que ese pecado no tenía perdón.

Jesús, poseído por el Espíritu Santo, se pregunta: ¿quién es mi madre y mis hermanos? ¿cuál es mi familia? Y mirando a quienes estaban a su alrededor proclama: ¡Los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen!

¡La casa en el cielo!

La segunda lectura de 2 Corintios nos promete entrar en la intimidad de Dios. Nos dice que ya “una casa no hecha por mano de hombre, sino eterna, en el cielo. Que estamos llamados a entrar en la intimidad de Dios. Lo que en el comienzo fue prohibido, comer del árbol de la ciencia del bien y del mal, ser como Dios y entrar en su intimidad, al fin en Jesús nos es prometido como herencia.

Conclusión

El pecado es siempre impaciencia: querer obtener antes de tiempo aquello que nos es prometido. El pecado es desobediencia por quererle imponer a Dios nuestro “ritmo” y no dejarnos guiar por Él. No seamos impacientes como nuestros primeros padres. Esperemos pues lo mejor está por llegar.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

 

Domingo 9. CORPUS CHRISTI. CICLO B

LA FIESTA DE LA ANTI-VIOLENCIA – EL CORPUS CHRISTI

Dividiré esta homilía en cuatro partes:

  • La sangre invisible
  • Víctima de la violencia en su cuerpo
  • Cuerpo que incorpora
  • La fiesta de la No-violencia

La sangre invisible

En nuestro cuerpo la sangre es invisible. El Creador hizo de ella un río oculto para la vida, que circula por arterias, venas y capilares. La sangre se manifiesta en sus efectos: el buen color, la vitalidad corporal. La sangre es un tejido líquido que recorre el cuerpo, transportando células y todos los elementos necesarios para realizar funciones complejas e importantes para la vida: respirar, formar sustancias, defenderse de agresiones. ¡Sólo cuando se rompe -por accidente, o por acción violenta- alguno de sus conductos la sangre se manifiesta!

La sangre de Jesús se hizo visible aquel día terrible y violento de su condena a muerte. En la última Cena Jesús se atrevió a decirles a sus comensales: “Tomad y bebed todos de él, porque éste es el cáliz de mi Sangre, Sangre de la Alianza nueva y eterna que será derramada para el perdón de los pecados”. Derramando su sangre Jesús comenzó el proceso de su muerte.

Víctima de la violencia en su cuerpo

Jesús dijo también: “Nadie me quita la vida, sino que yo la doy libremente. Tengo potestad para darla y tengo potestad para recuperarla” (Jn 10,8). Jesús decidió convertirse en víctima de la violencia humana para restablecer la Alianza de la humanidad con Dios.

 Su cuerpo, privado violentamente de su alimento -la sangre- se torna también símbolo de Alianza

Cuerpo que in-corpora

Jesús quiso que su Cuerpo se extendiera. Nos in-corporó a su Cuerpo. Está continuamente incorporando a seres humanos, de modo que somos “su Cuerpo” y su cuerpo somos nosotros. Y este Cuerpo colectivo sigue siendo violentado y la sangre sigue siendo derramada. ¡Qué paradójico precio de Alianza! Pero reconozcamos que la sangre derramada es “sangre de Cristo”, que los cuerpos violentados, torturados, crucificados, son “cuerpo de Cristo”. Por eso, son sangre y cuerpo de Alianza.

Quienes violentan el cuerpo de los otros y derraman sangre son verdugos y demonios que hacen la tierra inhabitable.  

La sangre que derraman los violentos es la sangre de Cristo. Los cuerpos que abaten los violentos son el cuerpo de Cristo. 

Y no solo el terror, también la violencia doméstica y urbana, la violencia policial y militar… Y ¡no lo olvidemos! también la violencia del hambre, de la pobreza extrema, y la violencia contra la vida humana no-deseada en el aborto y contra la vida terminal en la eutanasia. Y descubrimos que… ¡hay muchas manos manchadas en sangre! ¡demasiadas!

La fiesta de la No-violencia

La fiesta del Corpus es la fiesta de la No-violencia, del respeto a la vida y a los cuerpos humanos. Es la fiesta que intenta que la sangre siga siendo vivificadora. Se adora el Cuerpo del Señor cuando se renuncia a cualquier forma de violencia, cuando no se incita a la violencia, cuando se derrama la paz y los sentimientos de hospitalidad hacia todos.

¡Solo hay un caso en que la sangre se muestra! La mujer lo sabe. Es la sangre preparada para la acogida de la semilla de vida, es la sangre de la hospitalidad, de la espera. Es la sangre del parto. ¡Qué gran símbolo para comprender el ofrecimiento del Cuerpo y de la Sangre de Jesús! No en vano, vio la tradición de la Iglesia en el costado de Jesús crucificado, traspasado por la lanza, del cual brota sangre y agua, la dimensión más femenina y materna de nuestro Señor: de esa sangre y agua brotan los sacramentos y la Iglesia. Sólo así la violencia es vencida, poco a poco. ¡Todo tipo de violencia! Porque una violencia no se vence con otra violencia. Un demonio no expulsa a otro demonio.

José Cristo Rey García Paredes, CMF