DOMINGO 14. TIEMPO ORDINARIO. CICLO B

¡DEMONIZAR AL PROFETA!

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • La incredulidad de los paisanos de Jesús-.
  • La incredulidad contemporánea
  • La humildad del profeta.

La incredulidad de los paisanos de Jesús

El evangelio de Marcos nos presenta hoy las preguntas que se hacían los paisanos de Jesús, tras enterarse de que en otras partes hacía cosas portentosas y transmitía un mensaje diferente al de los maestros de Israel. Cuando sus paisanos se preguntan: ¿no es éste el hijo de María? Podrían estar pensando que su padre no era José, sino alguien desconocido, pero María sí era su madre. Estos argumentos les parecían suficientes para no creer en Jesús -como profeta- ni aceptar su mensaje: ¿cómo podría ser profeta un hijo ilegítimo, el hijo de María?

Jesús es despreciado por sus paisanos, por quienes lo conocían desde su infancia. Con ello prolongaban la rebeldía del pueblo de Israel contra sus profetas y la constante ofensa a Dios: dice la segunda lectura de este domingo, tomada del profeta Ezequiel: “Me han ofendido hasta el día de hoy”. Y las nuevas generaciones siguen siendo tan rebeldes o más.

La incredulidad contemporánea

También hoy nos cerramos a la verdad. Descalificamos al que piensa distinto. Demonizamos y descalificamos a otros, sin dudar de nuestros presupuestos. Preguntémonos: ¿a qué personas públicas yo demonizo? ¿Dudo de mi crítica o estoy convencido de que tengo razón?

La humildad del profeta

La segunda lectura de 2 Cor, nos da otra clave para el discernimiento profético: el profeta es humilde, no tiene soberbia, se reconoce así mismo débil, herido; por eso, es misericordioso, comprensivo. El profeta no acusa a los demás sin auto-acusarse. No tiene un sentimiento de superioridad sobre los demás.

Cuando crece la soberbia colectiva, ¡claro que se demoniza a los demás! Propio de los demonios es la soberbia y la mentira. ¡Por eso, ocultan su podredumbre para aparecer como ángeles de luz!

El humilde Jesús se admiró de la falta de fe; se admiró de que le demonizaran. Quizá le faltaba experiencia misionera. Estaba en los comienzos. Comprendería poco a poco que el Reino es como una semillita, que se planta. Jesús se volvió paciente. Comenzó a tener perspectivas más amplias. Se preparó para perder muchas batallas, pero no para perder la guerra. Al final, en la cruz, exclamó: “Abbá, perdónalos porque no saben lo que hacen”. Entonces el profeta demonizado se convirtió en la fuente del Espíritu.

Conclusión

Tengamos paciencia. Seamos comprensivos. Reconozcamos nuestra debilidad, nuestro pecado. Seamos humildes´. Pues solo entonces, la profecía resonará en nuestros labios y modelará nuestras manos. El Maestro seguirá hablando a través de nosotros y curando a través de nuestras manos: “aprended de mi que soy manso y humilde de corazón”.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO 13. TIEMPO ORDINARIO. CICLO B

LA JOVEN Y LA MUJER INFECUNDAS

Vemos hoy a miles y miles de personas acercarse a santuarios, a imágenes sagradas, o incluso a personas con aroma de santidad. ¿Y qué buscan? Verse liberadas de males interiores o exteriores. La cuestión es que vivimos en la precariedad. Precariedad es un término que proviene de “prez”, es decir “oración”. El evangelio de Marcos nos presenta hoy dos curaciones realizadas por Jesús: la hemorroísa y la hija de Jairo, es decir, dos mujeres -una mayor y otra joven- ¡sin futuro!

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • Los personajes del relato.
  • La sanación
  • Nuestra tarea

Los tres personajes del relato

La acción sanadora de Jesús se dirige a dos mujeres judías: una con desarreglo menstrual y condenada a la esterilidad y otra -joven, a quien la muerte privó de la maternidad. El evangelista Marcos nos presenta los dos caosos como un único relato.

  • La hija de Jairo tenía 12 años. Los judíos decían que una niña se convertía en mujer a los 12 años y un día. Estaba en la plenitud de la vida. Iba a comenzar su historia de mujer, de esposa, de madre fecunda. Pero llega la enfermedad grave que estremece al padre y lo amenaza como la peor de las tragedias. Esta joven no solo está amenazada de muerte, sino que cuando podría conseguir ser fecunda, ser madre, no va a poder.
  • Jairo es un personaje que surge de la muchedumbre. Al ver a Jesús cae a sus pies. “uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verle, cae a sus pies, y le suplica con insistencia diciendo: «Mi hija está a punto de morir; ven, impón tus manos sobre ella, para que se salve y viva». (Mc 5, 21-23). Jairo era jefe de la sinagoga y bien sabía que Jesús no gozaba de buena fama entre sus colegas, que lo consideraban rebelde y opositor al régimen religioso; pero él recurre a Jesús y Jesús atiende inmediatamente su súplica.
  • La mujer enferma que gastó su fortuna surge de entre la muchedumbre que se agolpaba junto a Jesús. Hacía 12 años que esta mujer padecía flujos de sangre: llegó a gastar toda su fortuna en vano. En tal estado esta mujer no podía engendrar, ni retener la vida: ¡no podía ser madre! La tradición higiénico-religiosa la consideraba persona “inmunda”, impura. Por eso, se acerca a Jesús “de incógnito”: ya sólo confiaba en Él.

La Sanación

La mujer sangrante se acerca a Jesús: toca la orla de su manto. Mucha gente se apretujaba con Jesús, pero el toque de esta mujer conmueve a Jesús: era el “tacto de la fe” e inmediatamente Jesús sintió que una energía curativa brotaba de él. La mujer se siente inmediatamente curada.  Jesús no se atribuye a sí mismo la curación, sino a ella: “¡Hija, tu fe te ha curado!”. Jesús no la trata como médico, sino como padre espiritual, por eso la llama “¡hija!” Y la medicina ha sido ¡su fe! Mucha gente se aglomeraba en torno a Jesús, pero sólo esta mujer logró por su fe conectar con el poder sanador de Jesús.

En otro momento, el relato no dice que Jairo recibió la noticia de la muerte de su hija. Respetuoso, le dijo a Jesús que ya no se preocupase. Sin embargo, Jesús lo invita a la experiencia de la fe. Jesús se aleja de la muchedumbre. Igual que en el Tabor, igual que en Getsemaní, Jesús se lleva consigo sólo a sus tres discípulos preferidos: Pedro, Santiago y Juan. Y mientras lloran y se lamentan Jesús -con el padre y la madre- se acerca a la niña -que según Jesús estaba “dormida”. Irrespetuosa, la gente su burla de él. Jesús latoma la mano y le pronuncia las palabras arameas «Talitá kum» («Muchacha, a ti te digo, levántate»). La Palabra y la Mano de Jesús tienen un poder impresionante. La niña se levanta, camina. Jesús pide que le den de comer.

La niña murió a los doce años: es decir cuando ya era considerada mujer y podía albergar una nueva vida. La niña y la hemorroísa tuvieron en común 12 años de muerte o para la muerte. Pero, pasados los doce años, ellas encontraron la Vida. Con Jesús hay futuro y esperanza.

Nuestra tarea

Llevemos ante Jesús, también, a esas mujeres, rotas por las experiencias de la vida, defraudadas por tantas promesas incumplidas, infecundas e incapaces de generar lo que ellas desearían. La misión cristiana consiste en propagar la buena fama de Jesús, para que se acerquen a Él y en Él encuentren salvación. Es urgente suscitar en los demás –y ante todo en nosotros- la fe absoluta, incondicional en el Señor. Esa es la fuente de la curación, de la recuperación. Ante Jesús una mujer se convierte en auténtica mujer.

Conclusión

  • ¿Con cuál de los personajes de este relato me identifico? ¿Jairo, los tres discípulos testigos, la madre de la hija de Jairo, Jesús?
  • En el relato de la hemorroisa, ¿con quién me identifico? ¿con la multitud que toca a Jesús pero sin experimentar su fuerza? ¿o con la hemorroísa que toca sus vestidos llena de fe?
  • ¿Qué puedo hacer para acercar a las mujeres que encuentro en mi misión a Jesús? ¿Cuáles son los caminos para suscitar en ellas la fe?
  • ¿Qué debemos hacer, desde un punto de vista institucional, estructural, para que este icono tenga permanente vigencia entre nosotros?

José Cristo Rey García Paredes, cmf

DOMINGO 12. TIEMPO ORDINARIO. CICLO B

¿NO TE IMPORTA, SEÑOR, QUE NOS HUNDAMOS?

Damien Hirst

Damien Hirst

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • ¡Nos estamos hundiendo!
  • El pecado de la “micropistía”
  • ¿Porqué somos tan cobardes?

¡Nos estamos hundiendo!

Los discípulos de Jesús, cuando su barca iba a la deriva, no se echaron la culpa a sí mismo, sino que se lo recriminaron a Jesús, que estaba dormido en la barca:

“Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?

Y es que ante la situación que atraviesa nuestra sociedad y la Iglesia, parece que el Maestro está dormido, que ha cedido su protagonismo de “Señor de la historia” a otros “señores”. Y aquí estamos nosotros, sus pobres discípulos achicando el agua que irrumpe contra la barca y la inunda, aquí estamos aterrorizados por lo que pasa, temerosos, tristes, luchando contra el oleaje. Jesús está ciertamente con nosotros, pero ¡plácidamente dormido! ¡Como si lo que nos está ocurriendo no le importase!

Nuestros debates internos, dentro de la Iglesia, se parecen mucho a los de los discípulos en la barca, mientras Jesús dormía.

El pecado de “micro-pistía”

Solemos siempre ver la falta de fe en los demás y no tanto en nosotros. Y la verdad es que nos falta fe, nos falta confianza en Dios. El Evangelio utiliza un término para este pecado, propio de discípulos: micro-pistía, ¡poca fe! Nuestra fe es tan pequeña que es más insignificante que un grano de mostaza.

No tenemos fe en Dios, ni en nuestras posibilidades, cuando somos movidos por Dios. La fe se nos agota en nosotros mismos: tenemos fe en nuestro “ego”. Sólo a él le concedemos toda nuestra confianza: confiamos en nuestros proyectos, en todo aquello que tiene “nuestra firma”. En una iglesia de “yoes”, la egolatría politeísta está a la orden del día. La auténtica humildad brilla por su ausencia. Hay gente que está acostumbrada a “dictar”, pero muy poco a escuchar y hacer una ruptura con lo que siempre ha pensado. Me admiro de la imposibilidad que ya tienen algunas personas de aprender algo nuevo.

Y ¡claro! en la religión del yo, el Señor, el “nosotros” de la Iglesia, el Cuerpo colectivo, está de más. Se utiliza su sacrosanto nombre para apuntalar el “yo” con sus proyectos e ideas.

¿Por qué somos tan cobardes?

Cuando le hacemos despertar, Jesús nos muestra que basta su voz imperativa para que todo se solucione, para que el mar entre en calma y ¡no pase nada! Hemos de dejar a Jesús actuar “a su hora”. Su Iglesia debe aprender a ser paciente.

Quienes confiamos en Jesús, en su Palabra, en su Poder, en su Presencia, sabemos que a Él le cabe toda la responsabilidad. Él es el Señor de la historia y de la naturaleza. Él es el Liberador, el Redentor. Y de seguro que va a cumplir con la misión recibida del Abbá y para la la que cuenta con el Espíritu Santo y también con nosotros. Con instrumentos débiles es capaz de confundir a los fuertes. Aunque nuestra confianza en Él sea débil, Él sacará adelante todos los proyectos de Dios su Padre y al final llegará la calma, la paz, la salvación.

Cuando los discípulos no son capaces de salvarse del hundimiento, sólo oyen un reproche: ¿Por qué sois tan cobardes, hombres de poca fe?

Jesús nos quiere valientes, entusiastas y no cobardes y deprimidos, con una secreta seguridad de que vamos a perder todo poco a poco.

Conclusión

Si creemos de verdad en Jesús, que actúa, que nos ama, que no nos deja de su mano, ¡devolvámosle a Él todo el protagonismo! y no hagamos de nuestra responsabilidad, una forma de suplantarlo. Y con Él a nuestra derecha, ¡nada hemos de temer! Él es ese jugador genial, que en el último minuto, puede hacer que la remontada sea real y lleguemos a ganar el partido.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

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Domingo 11. Tiempo ordinario. Ciclo b

DESDE “LO HUMILDE” AL “TODO” (Mc 4, 26-34)

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • Los árboles humildes
  • El Reino de Dios en humildad
  • Descubrir el Todo en el fragmento

Los árboles humildes

En la primera lectura el profeta Ezequiel nos presenta una conversación de Dios consigo mismo. Se propone humillar a los árboles altos y ensalzar a los árboles humildes.

Y ¿qué hará?

Arrancará una rama tierna de un alto cedro y la plantará en la montaña más alta de Israel. Y se convertirá en un cedro noble, en el que aniden aves y que superará a todos los árboles altos. Dios se fija en “lo humilde” y “lo ensalza”.

El Reino de Dios en humildad

En el Evangelio Jesús nos dice que se nos puede escapar descubrir el Reino de Dios porque es también como un “árbol humilde”, nacido de un grano de mostaza.

Si ahora alguien depositara en nuestra mano un grano de mostaza deberíamos tener mucho cuidado para que no se nos cayera de la mano, porque después no resultaría fácil encontrarlo en el suelo.

Jesús muestra una confianza fuerte en lo que está ocurriendo, en los procesos que constituyen nuestra historia. Jesús tiene la conciencia clara de que hay “algo” sembrado en la historia que, más allá de nuestros esfuerzos y voluntades, germina y llegará a dar fruto. La Gracia está sembrada y germinará. Ante las visiones pesimistas que a veces se apoderan de nosotros, Jesús nos ofrece una visión totalmente esperanzada y además ¡con razones!

Descubrir el Todo en el fragmento

Dios está haciendo historia con nosotros. Mantiene firme su Alianza y no se desdice. Jesús nos invita a creer en los buenos resultados de la Alianza y a no descorazonarnos ante la grandeza de lo malo y la pequeñez de lo bueno, ante lo ruidoso que es el mal y lo silencioso que es el bien.

¡Sólo la fe en un Dios fiel a su Alianza, que nunca abandonará a la humanidad, ni a nosotros, seres personales, dentro de la humanidad, nos salvará! Necesitamos redimir nuestro tiempo de la desconfianza, del pesimismo, de las penas. Todo queda redimido cuando la fe nos permite ver y porque vemos confiamos.

La fe nos conduce hacia lo pequeño, lo insignificante y nos lleva a descubrir el todo en el fragmento.

José Cristo Rey García Paredes

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DOMINGO 10. TIEMPO ORDIANRIO. CICLO B

¡LO MEJOR ESTÁ POR LLEGAR! – Domingo 10, ciclo B

  • Violar la intimidad
  • ¡Dentro del círculo íntimo!
  • La casa en el cielo

Violar la intimidad

La primera lectura está tomada del capítulo 3 del libro del Génesis. En ella se nos habla de una maldita curiosidad: la serpiente seduce a Eva para que viole la zona de intimidad -reservada sólo para Dios- “el Árbol de la Vida”-. Eva seduce a Adán, soñaban con ser semejantes a Dios. Apenas comieron de la fruta, se les abrieron los ojos y sintieron el vacío de una absoluta desnudez. A partir de entonces no hay Paraíso en la tierra.

Dentro del círculo “íntimo”

El Evangelio de san Marcos nos habla de quienes -ahora sí- habían entrado en la intimidad de Dios, en el círculo de Jesús, porque creyeron en Él. Pero también de quienes habían quedado afuera de ese círculo: eran precisamente sus familiares, porque dudaban de Él: sus familiares pensaban en una especie de locura mística, y los escribas y maestros de Israel en algo mucho peor: en una posesión satánica. Nada extraño que Jesús les dijera que confundían al Espíritu Santo de Dios con el Príncipe de los dominios y que ese pecado no tenía perdón.

Jesús, poseído por el Espíritu Santo, se pregunta: ¿quién es mi madre y mis hermanos? ¿cuál es mi familia? Y mirando a quienes estaban a su alrededor proclama: ¡Los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen!

¡La casa en el cielo!

La segunda lectura de 2 Corintios nos promete entrar en la intimidad de Dios. Nos dice que ya “una casa no hecha por mano de hombre, sino eterna, en el cielo. Que estamos llamados a entrar en la intimidad de Dios. Lo que en el comienzo fue prohibido, comer del árbol de la ciencia del bien y del mal, ser como Dios y entrar en su intimidad, al fin en Jesús nos es prometido como herencia.

Conclusión

El pecado es siempre impaciencia: querer obtener antes de tiempo aquello que nos es prometido. El pecado es desobediencia por quererle imponer a Dios nuestro “ritmo” y no dejarnos guiar por Él. No seamos impacientes como nuestros primeros padres. Esperemos pues lo mejor está por llegar.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

 

Domingo 9. CORPUS CHRISTI. CICLO B

LA FIESTA DE LA ANTI-VIOLENCIA – EL CORPUS CHRISTI

Dividiré esta homilía en cuatro partes:

  • La sangre invisible
  • Víctima de la violencia en su cuerpo
  • Cuerpo que incorpora
  • La fiesta de la No-violencia

La sangre invisible

En nuestro cuerpo la sangre es invisible. El Creador hizo de ella un río oculto para la vida, que circula por arterias, venas y capilares. La sangre se manifiesta en sus efectos: el buen color, la vitalidad corporal. La sangre es un tejido líquido que recorre el cuerpo, transportando células y todos los elementos necesarios para realizar funciones complejas e importantes para la vida: respirar, formar sustancias, defenderse de agresiones. ¡Sólo cuando se rompe -por accidente, o por acción violenta- alguno de sus conductos la sangre se manifiesta!

La sangre de Jesús se hizo visible aquel día terrible y violento de su condena a muerte. En la última Cena Jesús se atrevió a decirles a sus comensales: “Tomad y bebed todos de él, porque éste es el cáliz de mi Sangre, Sangre de la Alianza nueva y eterna que será derramada para el perdón de los pecados”. Derramando su sangre Jesús comenzó el proceso de su muerte.

Víctima de la violencia en su cuerpo

Jesús dijo también: “Nadie me quita la vida, sino que yo la doy libremente. Tengo potestad para darla y tengo potestad para recuperarla” (Jn 10,8). Jesús decidió convertirse en víctima de la violencia humana para restablecer la Alianza de la humanidad con Dios.

 Su cuerpo, privado violentamente de su alimento -la sangre- se torna también símbolo de Alianza

Cuerpo que in-corpora

Jesús quiso que su Cuerpo se extendiera. Nos in-corporó a su Cuerpo. Está continuamente incorporando a seres humanos, de modo que somos “su Cuerpo” y su cuerpo somos nosotros. Y este Cuerpo colectivo sigue siendo violentado y la sangre sigue siendo derramada. ¡Qué paradójico precio de Alianza! Pero reconozcamos que la sangre derramada es “sangre de Cristo”, que los cuerpos violentados, torturados, crucificados, son “cuerpo de Cristo”. Por eso, son sangre y cuerpo de Alianza.

Quienes violentan el cuerpo de los otros y derraman sangre son verdugos y demonios que hacen la tierra inhabitable.  

La sangre que derraman los violentos es la sangre de Cristo. Los cuerpos que abaten los violentos son el cuerpo de Cristo. 

Y no solo el terror, también la violencia doméstica y urbana, la violencia policial y militar… Y ¡no lo olvidemos! también la violencia del hambre, de la pobreza extrema, y la violencia contra la vida humana no-deseada en el aborto y contra la vida terminal en la eutanasia. Y descubrimos que… ¡hay muchas manos manchadas en sangre! ¡demasiadas!

La fiesta de la No-violencia

La fiesta del Corpus es la fiesta de la No-violencia, del respeto a la vida y a los cuerpos humanos. Es la fiesta que intenta que la sangre siga siendo vivificadora. Se adora el Cuerpo del Señor cuando se renuncia a cualquier forma de violencia, cuando no se incita a la violencia, cuando se derrama la paz y los sentimientos de hospitalidad hacia todos.

¡Solo hay un caso en que la sangre se muestra! La mujer lo sabe. Es la sangre preparada para la acogida de la semilla de vida, es la sangre de la hospitalidad, de la espera. Es la sangre del parto. ¡Qué gran símbolo para comprender el ofrecimiento del Cuerpo y de la Sangre de Jesús! No en vano, vio la tradición de la Iglesia en el costado de Jesús crucificado, traspasado por la lanza, del cual brota sangre y agua, la dimensión más femenina y materna de nuestro Señor: de esa sangre y agua brotan los sacramentos y la Iglesia. Sólo así la violencia es vencida, poco a poco. ¡Todo tipo de violencia! Porque una violencia no se vence con otra violencia. Un demonio no expulsa a otro demonio.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

 

SANTÍSIMA TRINIDAD. CICLO B

¡CONTEMPLAD!… ESTÁ CERCA: LA SANTÍSIMA TRINIDAD

¿Dónde estaba Dios? se preguntaba el papa Benedicto XVI al visitar el campo de concentración de Auschwitz.  La pregunta más necesaria hoy no es si “¿existe Dios?”, sino más bien: ¿dónde se manifiesta? ¿dónde está Dios?

Hoy celebramos el día de la Santísima Trinidad. Es la festividad del Dios uno y trino, del Dios-Trinidad. Esta festividad nos invita a meditar sobre el misterio de Dios. Dividiré esta homilía en tres partes:

  • El Altísimo ha descendido
  • El aroma divino de Jesús
  • El Espíritu de Jesús

El Altísimo ha descendido

El pueblo de Israel se estremecía ante la voz poderosa de Dios, ante la grandeza de un Dios “único” y superior a todos los dioses, vencedor infalible de cualquier batalla.

La madre de Jesús y su esposo José tuvieron una experiencia distinta: descubrieron a Dios en lo pequeño. El niño que María engendró y que ellos acogieron en su casa era “el Hijo del Altísimo”. Él era la Palabra de Dios: al principio balbuceante. Él era “el Grande” que se asomaba en “lo más pequeño”; el “todopoderoso” que se mostraba como “todo debilidad”, la debilidad de un niño pequeño.

María y José se acostumbraron a entender de otra manera eso de “la grandeza de Dios”, a descubrir la “trascendencia” en lo más cercano e inmanente. Quizá no supieran formularlo, pero su experiencia de Dios era, ante todo, la experiencia del Hijo que tenían en sus manos y, ante su vista, que iba creciendo día a día en gracia y en estatura.

El Hijo les reveló que su Padre era Dios, a quien llamaba “Abbá”. José tuvo que sentirse confundido y excluido: Jesús era hijo del Abbá e Hijo de María. Y tal vez se preguntaría: ¿qué hago yo aquí? Estaba legitimado por ser “el esposo de María” y por introducir a Jesús en la descendencia del rey David: “Jesús, hijo de David” le llamaba la gente.

Si Jesús era el Hijo de Dios, María y José fueron descubriendo en él -progresivamente- los rasgos de Dios. En una ocasión Jesús le dijo a Felipe apóstol: ¡Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre! Dios Padre se visibilizaba en Jesús en los días de Nazaret: María y José descubrieron admirados y absortos los rasgos de Dios en el pequeño Jesús que crecía: Jesús fue para ellos dos, el mejor libro viviente de teología.  

El aroma divino de Jesús

Jesús desprendía un “aroma especial”, “envolvente”, “seductor”. El clima que generaba a su alrededor lo llamaba “reino de Dios. Y el aroma que desprendía lo llamaba “Espíritu Santo” y sus discípulos y discípulas se sentían envueltos en ese aroma -prueba de la existencia de Dios. ¡Qué bien los expresó  san Pablo en la 2 Cor 2, 14-17:

¡Gracias sean dadas a Dios! Por medio de nosotros el aroma de su conocimiento se manifiesta en todo lugar; 15 porque somos para Dios el buen olor de Cristo”.

Llegó el día en que Jesús abandonó su casa y María quedó sola. Llegó el día en que Jesús llegó a decir: ¿Quién es mi madre?, ¿quiénes son mis hermanos? Y María comprendió la pasión inmensa de Jesús por su Padre-Dios. Y como hijo obediente, se puso totalmente a su disposición, en obediencia sin vuelta atrás. La última vez en que María llamó a Jesús “hijo”, fue cuando cumplidos los 12 años, lo encontró en el templo y allí le habló de los “asuntos de su Padre-Dios”.

El Espíritu de Jesús

Escuchando a Jesús María comprendió más plenamente quién era el Espíritu: agua que brota a borbotones de sus entrañas, de su costado. Ella había concebido a Jesús por obra del Espíritu Santo. María conocía el aroma del Espíritu. Y en Pentecostés lo compartió con la primera comunidad cristiana del Cenáculo. El Espíritu fue enviado por Dios Padre y Dios Hijo y ya permanece para siempre en nosotros. Quienes son movidos por el Espíritu “oran el Abbá nuestro”. Quienes son movidos por el Espíritu confiesan que Jesús es el Señor. No hay ateísmo en quienes “son movidos por el Espíritu Santo”, y en quienes claman con el salmo 50: No me quites, Señor, ¡tu Santo Espíritu!

Conclusión: ¿dónde está Dios?

Hoy no es día para lamentarse por la ausencia de Dios. Hoy es día para lamentarse por estar ciego ante tanta luz y belleza, por ser insensible ante tanto Amor como nos envuelve, por olvidarnos de la Fuente que mana. El poeta y pintor italiano Dante Gabriel Rossetti dijo en una ocasión: “El peor momento para el ateo es cuando debe dar gracias y no sabe a quién”.

Hoy es día para exclamar: Abbá, Jesús, Santo Espíritu, ¡gracias, gracias, gracias! y sentir que ¡Dios está aquí! 

José Cristo Rey García Paredes, CMF

PARA CONTEMPLAR: Gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo… ¡Al Rey de reyes!

DOMINGO DE PENTECOSTÉS. CICLO B

EL ESPÍRITU SANTO… LA RESPIRACIÓN DEL MUNDO

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • Diagnósticos crueles
  • Mientras haya Espíritu hay aliento
  • El Pentecostés permanente

Diagnósticos crueles

Hay diagnósticos crueles -sobre el presente y el futuro de nuestro mundo-, que nos hunden en la desesperación. En ellos se toma la parte por el todo. Bastan unas averías, para que al organismo en que muchas cosas funcionan, se le anuncie el más tétrico de los futuros.

Así son muchos de los diagnósticos que hacemos sobre la sociedad, sobre la política, sobre la Iglesia, sobre nuestros grupos: ¡diagnósticos crueles en los que la parte suplanta al todo!

Nuestro mundo no es tan malo como parece: ¡está herido de muerte por el Espíritu que nos ha sido dado! -como proclama hoy la primera lectura de los Hechos de los Apóstoles- .El pesimismo como norma es una enfermedad que lleva a la creencia de que cada nueva generación es peor que la anterior. Nos vuelve insensibles ante las nuevas formas del bien. Nos hace creer que el mal que nos torna violentos, corruptos, airados, envidiosos, dependientes… ¡es invencible! Y, sin embargo,

Mientras haya Espíritu hay aliento

Mientras haya aliento hay vida. El Espíritu Santo es el aliento, la respiración del mundo. El Espíritu es “el Dios de guardia”; está en misión activa desde el día en que Jesús lo exhaló desde la Cruz, desde el día de Pentecostés en que se derramó como lenguas de fuego.

El Dios Padre que está en el cielo, el Dios Hijo que está también en el cielo, ¡no nos han dejado huérfanos! Nos han enviado conjuntamente su Espíritu, su Aliento, para que sea el Aliento del mundo.

El Espíritu llena la faz de la tierra, penetra hasta lo más íntimo del corazón de los seres humanos. El Santo Espíritu nos hace respirar, vivir, soñar, amar, crear. El Espíritu en el aprieto nos da anchura, en la enfermedad nos invita a creer en la sanación, en el caos nos vuelve creadores.

¡Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida! Esta confesión de fe no es una mera fórmula teológica. Es la fe en una experiencia permanente, histórica. Sin los ojos de la fe, la trama de la historia resulta inquietante y deprimente. Bajo la mirada del Espíritu el diagnóstico es decididamente positivo.

El Pentecostés permanente

A veces anhelamos la llegada de un nuevo Pentecostés, cuando llevamos tantos siglos de Pentecostés permanente. Y es que le damos demasiada importancia al mal. Jesús se lo quitó, aunque no pareciera políticamente correcto, cuando dijo: “pobres tendréis siempre con vosotros” (Mt 26,11). Jesús nunca nos prometió una sociedad sin pobres, un mundo sin males, un cuerpo sin enfermedades; pero sí nos prometió el Espíritu Paráclito, que estaría siempre con nosotros y haría posibles los sueños de Dios sobre la humanidad. Sí, le damos demasiada importancia al mal, y muy poco a la presencia victoriosa del bien.

Las personas negativas renuncian a la bolsa de oxígeno para ahogarse desde sus pulmones sin aliento. Son incapaces de descubrir el Espíritu que alienta en toda la creación y en toda la humanidad.

Las personas que han recibido la llamarada del Espíritu, el viento recio del Espíritu, experimentan en ellas y en los demás un florecimiento inusitado de carismas, de dones, que hacen posible lo imposible. Confían en los ritmos de Dios. Celebran el hecho de que desde hace ya muchos siglos hay en la humanidad una fuente de Agua Viva que todo lo fecunda y que hace cada vez más próximo el Paraíso.

El Santo Espíritu es la Respiración del mundo. Vivimos gracias al Espíritu. Y, cuando una persona, llena del Espíritu muere, no pierde el Espíritu, lo exhala sobre los demás.

Quieran el Abbá y Jesús concedernos en este día la gracia de “respirar como conviene” y que después de llenarse los pulmones de Espíritu, la Iglesia entera se torne más sonriente y emprenda el camino de sus más profundos sueños.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

Domingo 6. TIEMPO ORDINARIO. CICLO B

¿Y LAS EPIDEMIAS DEL ESPÍRITU?

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • Aislar para proteger
  • Motivo de escándalo y contagio
  • La descontaminación

¡Aislar para proteger!

La primera lectura tomada del libro del Levítico nos presenta una ley que tenía como objetivo “velar por la salud pública”: para evitar el contagio de la lepra, el sacerdote debía excluir de la comunidad al portador de tal enfermedad. Esto mismo, pero no ha en un ámbito sacral, se hace en nuestras sociedades: aislamiento para la protección.

Jesús dejó que un leproso se acercara a él y le suplicara de rodillas, con una confianza inmensa: “Si quieres, puedes limpiarme”. Jesús sintió lástima. Lo tocó con su mano diciendo: “Quiero, queda limpio”. Pero le encargó severamente que se presentase al sacerdote e hiciera su ofrenda. El leproso divulgó su curación. Ahora el que se sentía excluido era Jesús, que no podía entrar abiertamente en ningún pueblo, y se quedaba afuera.

Motivo de escándalo y contagio

En la segunda lectura, tomada de la primera carta a los Corintios, Pablo pide que la comunidad cristiana no de motivo de escándalo, ni a los griegos, ni a los judíos, ni a la Iglesia de Dios. Intentaba así evitar la contaminación del mal, el contagio espiritual.

Las células del mal espiritual se multiplican; reivindican un espacio en la persona, crean una especie de “ecología de malas hierbas”, como si de un cáncer del espíritu se tratara. Estos males del espíritu son al principio casi imperceptibles. Después se convierten en actos repetitivos que no llevan a ninguna parte y que producen desolación, dependencia, enganche, generan en nosotros estados de vértigo, de huida hacia lo mismo y lo peor. Los siete pecados o demonios capitales son los portadores de estos virus: ira, odio, envidia, lujuria, codicia, gula. Los malos gérmenes se reproducen silenciosamente en nosotros.

En las sociedades -políticas y religiosas-, en las comunidades familiares, en los grupos políticos y deportivos, las epidemias se suceden y van pervirtiendo el ambiente. El mal se camufla de bien. Y quien opone resistencia a la contaminación, parece un extraterrestre, un reprimido. La propagación del virus atenta de manera especial contra las figuras proféticas. Un profeta contaminado es el mejor propagandista de la infección.

La descontaminación

Cuando el contaminado se acerca a Jesús no recibe un diagnóstico, sino una mano que lo toca movida por un corazón lleno de misericordia. Jesús no le da importancia al mal. Es como ese experto en informática que ante el nerviosismo del inexperto, que piensa que ha perdido todo su trabajo, le dice: ¡calma! ¡está todo bajo control! y, poco después devuelve todo el trabajo que parecía perdido. Es impresionante escuchar estas palabras de Jesús: “¡Quiero! ¡Queda limpio! ¡

Ante los siete pecados capitales, que nos mantienen como rehenes, los siete sacramentos muestran su fuerza terapéutica. Son acciones de Jesús, contacto con Jesús, expresiones interpersonales de su amor. La Unción del Enfermo, la Absolución del que se siente atado por el pecado, demuestran la fuerza del Espíritu de Jesús.

Conclusión

Si el Señor es mi médico, ¿quién me hará temblar? Jesús nos pide que vayamos al sacerdote, al templo, no para que certifique nuestro mal, sino para que declare que hemos sido liberados. Sí, ¡para que declare que el Espíritu de Jesús vence a todos los malos espíritus!

¡Gracias sean dadas a nuestro Señor Jesús y a su Espíritu! 

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMIMGO 5. TIEMPO ORDINARIO. CICLO B

SALIR EN MISIÓN – ENTRAR EN ORACIÓN

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • “Vita brevis”: días sin esperanza
  • La agenda de Jesús un día cualquiera
  • El doble movimiento: centrípeto y centrífugo

“Vita brevis!”: días sin esperanza

El libro de Job, al que nos hemos acercado en la primera lectura, expresa muy bien la condición de no pocos seres humanos: “Mis días se consumen sin esperanza” “Mi vida es un soplo y mis ojos no verán más la dicha”.

Job es la figura del ser humano que no se engaña, que observa la realidad con sabiduría humana. La vida es breve y la mayor parte de ella preocupaciones y desgracias. ¿Qué relevancia puede tener lo que yo diga y realice en un mundo de más de 8000 millones de seres humanos?

La agenda de Jesús un día cualquiera

El evangelio que acabamos de proclamar ofrece una sorprendente respuesta a los problemas existenciales de Job. El evangelista Marcos nos presenta la agenda de Jesús a lo largo un día distribuido con sus diversas actividades: predicación en la Sinagoga; visita a la casa de sus amigos Simón y Andrés y curación de la suegra de Simón; al anochecer atención a muchos enfermos físicos y espirituales con una especial alusión a los demonios, a los que prohibía hablar; se supone que va a descansar muy tarde; al día siguiente madruga y se retira a un lugar alejado para orar él solo;  Simón Pedro lo busca porque hay gente que lo necesita y Jesús le dice que ¡también hay que ir a “otros lugares”. Y concluye con una misteriosa afirmación: “¡para esto he salido!”.

Esa es la respuesta al sentido de la vida: esa agenda equilibrada de religiosidad, amistad, sanación, descanso, oración e itinerancia. Jesús “pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el Diablo porque Dios estaba con Él y nosotros somos testigos de todo lo que hizo” (Hech 10, 38-39).

El doble movimiento: centrípeto y centrífugo

San Pablo reconoce en la segunda lectura que también él ha salido para evangelizar. Ese fue el encargo que Jesús resucitado le confió

Es cuestión de salir e integrarse. Siempre estamos a tiempo. Cuando nos acucie la pregunta por el sentido de la vida, busquemos la respuesta en nuestra “morada” más íntima y en el dinamismo interior que nos lleva a “salir” para oponernos al mundo del mal que nos circunda.

Oración y Misión son las claves de una vida con sentido. Ese es el equilibrio vital. Oración es entrar en la Morada. Misión es salir para anunciar el Evangelio y hacerlo presente. Se entra saliendo, se sale entrando. Misteriosa combinación de movimientos: ¡nunca dentro sin estar afuera!, ¡nunca afuera sin estar dentro! Y así el Evangelio se propaga a través de nuestras salidas y entradas. Difícil es “salir” hacia lo diverso, hacia el diálogo con los diferentes.

Conclusión

¡Dios estaba con Él! Jesús era un santuario viviente e itinerante. Jesús no es un fundamentalista de las horas de oración, pero tampoco es un fundamentalista de las horas de trabajo misionero. Vive en la serenidad de quien no se siente imprescindible y, sin embargo, pasa haciendo el bien. Jesús no quiere afianzar su poder en ningún lugar. No encuentra el sentido en “poseer”, en “asentarse”, en prolongar sus mandatos exitosos, sino en “salir”. La vida tiene sentido cuando “salimos”, cuando nos sentimos parte de una Misión que, compartida, lleva adelante los sueños de Dios sobre el mundo.

José Cristo Rey García Paredes, CMF