DOMINGO 8º. TIEMPO ORDINARIO. CICLO C

CONSEJOS DE LA SABIDURÍA

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • El mucho hablar, ¿qué desvela?
  • ¡Corrupción!
  • Dichos de Sabiduría

El mucho hablar ¿qué desvela?

La primera lectura del libro del Eclesiástico nos advierte que no nos dejemos impresionar por las personas que encontramos: ¡no las elogiemos antes de que hablen! Y para conocerlas adecuadamente se nos proponen tres símbolos: la criba, el horno y el fruto.

La criba: cuando una persona habla, se descubren sus defectos, porque “en el mucho hablar, nunca faltará pecado”.

El horno: porque, así como el fuego prueba la solidez de las vasijas, así también se reconoce a cada persona por su conversación. ¡Cuidado con nuestras conversaciones… porque en el mucho hablar no faltará pecado!

 Y el fruto: “por sus frutos los conoceréis”, nos dijo Jesús.

“Discernir” es propio de sabios. Someter todo lo que nos acontece a prueba es inteligente. La masa se deja guiar por las impresiones primeras. La mujer sabia, el hombre sabio nunca se precipita: examina, prueba, espera… contempla.

¡Corrupción!

En la segunda lectura aparece la palabra “corrupción”. Escuchamos a nuestros políticos denunciar muy frecuentemente la “corrupción” de los demás. Hay corrupción allá donde se descubre en el cuerpo social algo que se degrada, es mal oliente, antiestético, pernicioso. Procesos de corrupción se dan a muchos niveles: en la naturaleza, en nuestro cuerpo, en los grupos y comunidades, en la sociedad en cuanto tal. Quizá haya que decir que todo lo mortal llegará en un momento u otro a la descomposición, a la corrupción.

Nuestra reacción inteligente ante lo corrupto suele ser amputarlo, aislarlo, expulsarlo. Y está bien, porque al menos no contamina ni se extiende. Lo peor es cuando la corrupción se extiende, crece y se apodera de todo.  San Pablo nos abre una ventana a la esperanza: “cuando esto corruptible se vista de incorrupción”… Llegará un momento en que la vida triunfe sobre la muerte, la incorrupción sobre la corruptibilidad. Jesús fue el primero que venció la corrupción y a los corruptos. En la comunidad de Jesús hemos de ser intransigentes con la corrupción.

¡Dichos de Sabiduría!

“El evangelio de san Lucas muestra a Jesús como un sabio consejero. Advierte sobre los ‘guías ciegos’, líderes que atraen seguidores pero no pueden ver ni guiar correctamente. Estos guías y sus seguidores rara vez reconocen su ceguera. Jesús también cuestiona la arrogancia de quienes pretenden superar al maestro, sugiriendo que algunos podrían incluso traicionarlo por ambición.

La metáfora de la mota y la viga subraya la importancia de la autocrítica: es fácil ver los defectos ajenos mientras se ignoran los propios, especialmente entre quienes se creen superiores o infalibles. Jesús pide humildad y autoconciencia.

Finalmente, Jesús enseña que los frutos revelan la verdadera naturaleza de las acciones y las personas. Debemos ser pacientes y no juzgar prematuramente, ya que a veces condenamos a quienes luego dan buenos frutos y alabamos a quienes resultan dañinos.”

Conclusión

Necesitamos “consejos” para caminar sabiamente en la vida. ¡Cuántas gracias debemos dar a Dios Padre por habernos concedido a Jesús y al Espíritu Santo como “nuestros Consejeros”.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO 7. TIEMPO ORDINARIO. CICLO C

LA MAGIA SECRETA DEL PERDÓN

Hay en los textos bíblicos de hoy un hilo conductor: desde el relato de 1 Samuel hasta las enseñanzas de san Lucas, pasando por la compasión del Salmo 102 y la llamada a la transformación en 1 Corintios, se nos explica la magia del perdón, que nos transforma.

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • David pudo matarlo… pero Dios lo sedujo.
  •  De la vieja forma a la trans-formación.
  • ¿Es posible amar a los enemigos?

David pudo matarlo… pero Dios lo sedujo

La historia de David y Saúl en 1 Samuel nos muestra el poder del perdón y la misericordia. David tuvo la oportunidad de matar a Saúl, su perseguidor, pero eligió perdonarlo. Este acto de misericordia no solo evitó un derramamiento de sangre, sino que también subrayó la confianza ciega en la justicia de Dios. Practiquemos el perdón, liberémonos de rencores. Confiemos en la justicia de Dios. Ella prevalecerá.

Y así lo canta el Salmo 102. Podría definirse como “bálsamo para la persona afligida. En primer lugar, nos recuerda que el Señor es compasivo y misericordioso. Y si estamos ciertos de ello, también nosotros querremos ser compasivos y misericordiosos. Surgirá en nosotros la empatía, la bondad. Crearemos un entorno protector. Nos quitaremos un peso de encima.

De la vieja forma a la trans-formación

Pensamos, a veces, que el más fuerte es aquel que puede vengarse y hacer pagar al enemigo todo lo que merece.

Sin embargo, san Pablo nos invita en 1 Corintios 5 a adoptar una nueva forma de ser, renunciar a la vieja forma de ser, que hemos heredado de una historia de maldad.

La nueva forma de ser es la vida en el Espíritu, que nos identifica con el Nuevo Adán, que fue y es Jesús. Él murió perdonando. El viejo Adán nos deforma. El nuevo Adán nos transforma. Donde hay perdón, allí hay belleza, emerge el nuevo Ser.

 ¿Es posible amar a los enemigos?

Los enemigos son siempre enemigos: así lo entendemos en nuestra sociedad. Hay cristianos que “odian” a sus enemigos y los tienen siempre presentes. La estupidez del odio consiste en no olvidar nunca al enemigo para poder denigrarlo, hablar mal de él, estar constantemente expulsándolo de nuestra vida y nunca hacerlo de forma definitiva.

Jesús nos plantea en el Evangelio lo que parece imposible: ¡Amar a nuestros enemigos, bendecir a los que nos maldicen y orar por quienes nos calumnian! ¡Vaya programa tan alternativo! Pero en eso consiste el amor cristiano: hasta en buscar el bien de aquellos que nos hacen daño. Ser desinteresado y generoso es el poder que se nos concede para transformar las relaciones y a su vez, colaborar, en la transformación del mundo.

Conclusión

Quien perdona

  • Alivia el peso de su resentimiento: se libera de las cargas emocionales que nos impiden avanzar.
  • Encuentra paz y esperanza porque confía en la compasión de Dios y Dios nos fortalece.
  • Fomentar relaciones saludables y amorosas. Amar sin condiciones, enriquece nuestras relaciones y construye comunidades y familias fuertes.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO 6. TIEMPO ORDINARIO. CICLO C

¿EN QUIÉN PONEMOS NUESTRA CONFIANZA?

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • La confianza y sus peligros
  • La esperanza en la resurrección
  • Las bienaventuranzas de Jesús

La confianza y sus peligros

La fascinación por el poder político, económico, cultural o incluso religioso puede llevar a un cierto “ateísmo práctico” que nos aleja de poner nuestra confianza en Dios

Depositar todo nuestro amor y esperanza en otra persona (amigo, familiar, pareja) puede llevarnos a la mayor desilusión, al mayor sufrimiento

El profeta Jeremías, en la primera lectura, nos advierte contra la confianza en las fuerzas humanas desligadas de Dios: esto conduce a la aridez y al vacío existencial. Y así comienza su texto: “Maldito quien confía en el hombre”.

La verdadera confianza, según las lecturas, debe estar puesta en Dios, quien es la fuente de fuerza, verdad y amor. “Bendito quien confía en el Señor y pone en Él toda su confianza”. Hay tantas personas que vienen al templo para orar, suplicar… para depositar en Dios, en Jesús, en María toda su confianza.

La esperanza en la resurrección

En la segunda lectura nos habla san Pablo de una confianza tal, que supera los límites de nuestra vida. Se trata de la confianza de ser resucitados por Jesús y reconocer que nuestra vida no se acaba, ¡se transforma! La idea del “mundo de la Resurrección” puede ser difícil de concebir, pero se basa en la fe en un amor eterno e inquebrantable que vence a la muerte.

Las bienaventuranzas de Jesús

El evangelista san Lucas nos presenta -en el Evangelio- una versión reducida de las bienaventuranzas de Jesús: Bienaventurados los pobres, los hambrientos, los afligidos y los perseguidos. A todos ellos Jesús les asegura que el sufrimiento que padecerán no es definitivo.

Las palabras de Jesús son transformadoras, llamando a la esperanza activa en el Reino de Dios presente y futuro.

Por el contrario, se lamenta por los ricos y saciados, cuyo bienestar temporal los aleja de la verdadera confianza en Dios.

Conclusión

La liturgia de este domingo nos exhorta a vivir una fe confiada y alegre, centrada en Dios y su Reino. La confianza excesiva en el poder o en el dinero nos llevará al fracaso y a la decepción. La fe en nuestro Dios, en cambio, nos asegura la vida y el destino… porque “el Señor protege el camino de los justos… pero el camino de los impíos acaba mal”.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO 5º. TIEMPO ORDINARIO. CICLO C

HACIA UN CRISTIANISMO VOCACIONAL

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • El encuentro transformador con el Misterio 
  • La necesidad de un cristianismo vocacional
  • La obediencia nos lleva a nuestra auténtica identidad

El encuentro transformador con el Misterio

La vocación auténtica es mucho más que una simple inclinación personal. Es un encuentro profundo y transformador con el Misterio divino. Lo hemos escuchado en la primera lectura del profeta Isaías.

Cuando Dios nos llama, nuestros ojos se abren, nuestros pasos encuentran dirección y nos sentimos envueltos en Su santidad. Este encuentro produce un “pasmo” – una mezcla de asombro, indignidad y alegría inmensa. Así le ocurrió al profeta que respondió a Dios con estas palabras: “Aquí estoy, envíame”

La necesidad de un cristianismo vocacional

En nuestro mundo actual, necesitamos más que nunca un “cristianismo vocacional”. Ser cristiano por vocación implica vivir desde la gratitud permanente, reconociendo nuestra indignidad y el inmenso privilegio de ser llamados por Dios. Este tipo de cristianismo nos aleja de la arrogancia y nos acerca a la humildad y al servicio.

La vocación profética, como la de Isaías o Pablo, demuestra cómo Dios interviene directamente en la historia humana. Estos llamados nos revelan la grandeza y el dramatismo de la vocación, donde Dios transforma a personas imperfectas en sus instrumentos.

Fijáos como en la segunda lectura de la primera carta a los Corintios san Pablo se atreve a decir:  “Yo soy el menor de los apóstoles; no soy digno de ser llamado apóstol… e incluso se compara con un aborto. Su vocación consistió en un encuentro con Jesucristo resucitado

También a nosotros Jesús se nos manifiesta en la normalidad de la vida diaria o en momentos extraordinarios. Este encuentro no es casualidad, sino parte del plan divino.

La obediencia nos lleva a nuestra auténtica identidad

En el evangelio se nos narra la historia de la pesca milagrosa. En ella se demuestra la importancia de obedecer a la Palabra de Dios que nos llama e interpela. Gracias a su obediencia, Pedro contempló el milagro y se convirtió en “pescador de hombres”. Así le dijo a Jesús: “Maestro, hemos estado toda la noche bregando y no hemos recogido nada… Pero, por tu palabra echaré las redes. La obediencia a la palabra que nos llama nos llevará a nuestra verdadera identidad.

Conclusión

Estemos atentos a las llamadas de Dios en nuestras vidas. No solo una vez… muchas veces resonará su voz. No temamos sentirnos indignos. Es precisamente en nuestra debilidad donde Dios manifiesta su fuerza. Recordemos las palabras de María: “Haced lo que Él os diga”. En la obediencia a Jesús y en la docilidad al Espíritu Santo encontraremos la belleza y la energía de nuestra vocación.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO 4º. TIEMPO ORDINARIO. CICLO C

LA VISITA DEL MESÍAS: SACERDOTES Y LAICOS

Dividiré esta homilía en cuatro partes:

  • El Mesías visita el Templo: sueño profético
  • Vino al Templo… y los suyos no lo recibieron.
  • Aquel Niño era el Sumo Sacerdote.
  • Y nosotros… ¿con quién nos identificamos?

El Mesías visita el templo: sueño profético 

Al profeta Malaquías le fue concedida la visión: aquel día entrará el Señor, el Mesías, en su templo. Y lo hará como mensajero de la alianza. Esta entrada del Señor traerá consigo purificación y juicio, simbolizados por el fuego del fundidor que refina metales preciosos. Esto quiere decir que analizará y examinará la fidelidad del pueblo a la Alianza que Dios estableció con el pueblo de Israel en el Sinaí. En el tema de nuestra Alianza con Dios no podemos andar con medias tintas: o eres fiel o eres infiel.

El profeta Malaquías tuvo la visión de que el Señor, el Mesías, entraría en su templo como mensajero de la alianza, trayendo purificación y juicio. Esta entrada simboliza la refinación y el examen de la fidelidad del pueblo a la Alianza de Dios con Israel. En nuestra Alianza con Dios, no podemos ser mediocres: o somos fieles o infieles.

El salmo 23 nos ratifica que quien entra en el templo es el “Rey de la gloria”, el Señor fuerte y poderoso.

Vino al Templo… y los suyos no lo recibieron

Los sumos sacerdotes del templo le habían transmitido a lo magos dónde el Mesías tenía que nacer: ¡en Belén de Juda!, pues así estaba escrito. También estaba escrito qué ocurriría al entrar el Mesías en el templo -como hemos visto en la lectura del profeta Malaquías. En esta ocasión los sacerdotes no advirtieron nada, no acogieron como se merecía al Mesías-Niño. Los trataron como a una familia de pobres, que ofrecieron lo mínimo establecido.

Hubo, sin embargo, dos personas que, movidas por el Espíritu intuyeron y reconocieron el misterio que aquella pareja María y José, y aquel Niño encerraban: el laico Simeón y Ana, la anciana servidora del Templo. Simeón reconoció quién era Jesús y quién era su madre y profetizó el destino del niño y lo que le sucedería a la madre. Ana -absorta- alabó a Dios.

Aquel Niño… era el Sumo Sacerdote

La segunda lectura nos permite penetrar más en el misterio. Está tomada de la carta a los Hebreos. Nos presenta a Jesús, no ya entrando en el Templo, sino entrando en este mundo para cumplir la voluntad de Dios Padre. Más todavía: nos presenta a Jesús como el auténtico Sumo Sacerdote, misericordioso y semejante en todo a nosotros -ya desde su entrada en nuestro mundo- como el auténtico Sumo Sacerdote, misericordioso, que entiende nuestras debilidades y nos acompaña en nuestras luchas.

Y esta es la identidad de aquel que llegó al templo y no fue acogido por los sacerdotes: “Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron”.

Conclusión: Y ¿nosotros? ¿Con quién nos identificamos?

Hoy en día, se puede estar en el Templo donde Jesús es central y permanecer distraído o ausente, sin recibirlo. Sin embargo, también hay quienes, como Simeón y Ana, lo reciben plenamente y comprenden quién es el centro del Templo y de la Iglesia. Jesús, en su papel de Sumo Sacerdote misericordioso, comprende nuestras debilidades y nos acompaña en nuestras luchas.

José Cristo Rey García ParEdes, CMF

DOMINGO 3º. TIEMPO ORDINARIO. CICLO C

EL LIBRO Y EL CUERPO

Dividiré esta homilía en tres partes:

  • Esdras, el lector del Libro
  • Jesús, lector e intérprete de Isaías
  • ¿Y nosotros? El cuerpo extendido de Cristo

Esdras, el lector del Libro

Nehemías era un judío desterrado. Tenía un cargo de responsabilidad: copero del rey; vigilaba para que el rey no pudiera ser envenenado. El rey le permitió volver a su Tierra y le concedió todo lo necesario para reconstruir las murallas de Jerusalén.

Esdras, el escriba, leyó ante todo el pueblo el libro de la Ley. Quienes habían pasado 70 años en el destierro apenas conocían la lengua del hebreo antiguo. Esdras leía la ley, la comentaba y traducía al dialecto caldeo… Y no solamente el idioma, el pueblo no conocía ya los ritos y ceremonias de su religión; fue necesario restaurar la fiesta de los tabernáculos. “Esdras bendijo al Señor, Dios grandes y todo el pueblo respondió con las manos levantadas: “Amén, Amén”. Luego se inclinaron y adoraron al Señor, rostro en tierra”. “Todo el pueblo lloraba al escuchar la Palabra de la ley.

El salmo 18 lo canta así: “La ley del Señor es perfecta… es descanso del alma”.

Jesús lector e intérprete de Isaías

Jesús dijo que ese texto hablaba de él. Si el pueblo reaccionó muy bien ante Esdras, sin embargo, ante Jesús no fue así: lo expulsaron y hasta quisieron despeñarlo. El pueblo se portó muy bien con Esdras. Los conciudadanos de Nazaret… muy mal con Jesús.

El evangelio nos presenta una escena parecida, pero mucho más sublime. Ocurre en Nazaret. Jesús era ya famoso: enseñaba en las sinagogas y todos lo alababan. En Nazaret, ante su pueblo Jesús leyó e interpretó el rollo del profeta Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque Él me ha ungido, me ha enviado a evangelizar a los pobres….”.

¿Y nosotros? ¡El cuerpo extendido de Cristo!

La segunda lectura tomada de 1 Corintios, capítulo 12, nos dice que Jesús no es para nosotros un extraño. Nosotros, los bautizados, somos parte del Cuerpo de Jesús. Jesús desea extender su cuerpo y hacer de cada uno de nosotros uno de sus miembros. ¡Somos el Cuerpo de Cristo! La comunidad cristiana es un Jesús extendido en el espacio y en el tiempo. ¿Somos conscientes de este tesoro que llevamos en vasijas de barro? Comulgamos para que a través de nosotros fluya la sangre de Jesús, para que nos sintamos miembros vivos de su cuerpo. Por eso exclamamos con el salmo 18: “Señor, roca mía, Redentor mío”.

Conclusión

Santa Teresa del Niño Jesús se preguntaba: ¿qué parte del cuerpo de Cristo soy yo? Ella se identificó con “el corazón”. Cada uno de nosotros ¡somos también miembros del Cuerpo! Alimentémonos con la Palabra de Dios, del antiguo y del nuevo Testamento. En cada eucaristía está la mesa de la Palabra y la Mesa del Cuerpo. Participemos en las dos, como el Pueblo de Israel al escuchar a Esdras o como Jesús leyendo a Isaías, y como la comunidad cristiana comulgando el Cuerpo de Cristo.

José Cristo Rey García Paredes, CMF

DOMINGO XXXIV. JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO. CICLO C

CRISTO REY ABRE LAS PUERTAS DEL PARAÍSO

Concluye el año litúrgico. Llegamos al final de nuestro camino espiritual. Y la madre Iglesia nos pone ante nuestra mirada a Jesús, rey del universo. Las tres lecturas nos introducen en el misterio de la realeza de Jesús: hijo del rey David (segundo libro de Samuel), el rey Crucificado (evangelio de Lucas) y el rey de la Luz, por quien todo fue creado (carta a los Colosenses).

El rey David reúne a las doce tribus hermanas de Israel – El Hijo de David reúne a los Doce

La primera lectura nos habla del rey David, que reúne en un solo pueblo a las doce tribus de Israel, antes dispersas y enfrentadas. Se acercaron a verlo y le dijeron: “¡Hueso y carne tuya somos!”. Los ancianos lo ungieron como rey de Israel, como su líder y su pastor, reconociendo que era el elegido de Dios. Y Dios le prometió que siempre tendría un descendiente y que su casa permanecería para siempre.
Y así sucedió. El ángel Gabriel le anunció a María, la esposa de José, hijo de David: “el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará eternamente sobre la casa de Jacob y su Reino no tendrá fin”.

El Rey crucificado – “Acuérdate de mí en tu Reino”

La lectura del Evangelio nos presenta el tramo final de la vida de Jesús. Ante Pilato Jesús proclamó: “Yo soy Rey” (Jn 18,37) y, por eso, Pilato mandó poner en la cruz esta inscripción: “Éste es el Rey de los judíos” (Lc 23,38). Las autoridades, el pueblo, los soldados y uno de los malhechores crucificados, se reían, burlaban y hacían muecas ante su Rey. Únicamente uno de los crucificados defendió la inocencia de Jesús y se dirige a Él, como un amigo hacia otro amigo… por su nombre: “Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino” (Lc 23,42), al Paraíso. Murió mirando a Jesús, sufriendo con Él, esperando con Él.
Y la respuesta de Jesús fue: “Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso”. El “hoy” es estremecedor. Le quita al viernes santo todo su carácter trágico. Y el Paraíso era el horizonte de esperanza y de felicidad.

El Rey de la Luz

La segunda lectura de la carta a los Colosenses nos pide que demos gracias a Dios nuestro Padre, porque nos ha sacado del dominio de las tinieblas; nos ha trasladado -como al buen ladrón- al reino de su Hijo querido y por hacernos compartir la herencia del pueblo santo en la luz.
Jesús es la Luz del mundo. Nosotros somos hijos de la luz, hijos del día. Donde reina el pecado allí hay tinieblas y queda frustrada la orden del Creador que al principio ordenó: “¡Hagase la Luz!”. Cuando Jesús murió las tinieblas cubrieron la tierra. Pero cuando resucitó, ya hay un ser que todo lo ilumina, es el Hijo querido, la imagen misma de Dios invisible, la primera criatura diseñada y generada, el modelo de toda la creación. “Todo fue creado por él y para él”. 
Sin luz no hay creación. Sin Jesús-Luz del mundo nada existiría. Todo existe gracias a Él. Su reino es cósmico. Nada se libra de su luminosidad y su calor: ¡Él es la luz del mundo!
Pero también es la cabeza del Cuerpo, de la Iglesia, porque vino a reunirnos a todos como hermanos. 

Conclusión

Confesemos, como el buen ladrón, a Jesús como nuestro Rey de Luz. Integrémonos en su Cuerpo, en su Iglesia, como miembros de Cristo, vivos, activos. No tengamos miedo a que nos reconozcan como sus seguidores. Y no idolatremos a nadie, porque será nuestra perdición.  Si somos de Cristo “reinaremos con Él”. O quizá mejor, nos espera su misterioso Paraíso.

José Cristo Rey García Paredes, cmf

Para Meditar (video)

DOMINGO XXXIII. TIEMPO ORDINARIO. CICLO C

JESÚS NOS “SUEÑA. ¡VALIENTES Y NO COBARDES!

El año litúrgico concluye siempre con un tono apocalíptico. No nos resulta muy agradable. Las tres lecturas de este domingo 33 tienen este tono: el profeta Malaquías contrapone el fuego que abrasa a los perversos a la luz que ilumina a los justos; san Pablo contrapone el trabajo creador a la parálisis destructiva de los vagos; Jesús-Maestro enseña a sus discípulos a no dejarse fascinar por lo que pasa, pero ser valientes en zonas de oscuridad y muerte, porque allí encontrarán la salvación.  

¿Fuego que abrasa, o luz que ilumina? 

El escenario apocalíptico es siempre estremecedor: en él se presenta la lucha final entre el bien y el mal. 
El profeta Malaquías plantea la gran alternativa: el destino de los malvados y perversos será un “horno”, en el que serán quemados hasta que no quede de ellos ni rama, ni raíz. En cambio, el destino de los que honran el nombre de Dios será luminoso y transformador: “los iluminará un sol de justicia que lleva la salvación en sus alas”.
La luz de Dios es, para unos, horno que abrasa y destruye y, para otros, vida. ¡Ese será el destino de unos y otros!

¡La Promesa en medio de la catástrofe!

Jesús no se mostró comprensivo con quienes le ponderaban la belleza del templo de Jerusalén. Los puso alerta ante lo que iba a suceder:

Ante esa terrible profecía, los discípulos le preguntan: 

Maestro, ¿cuándo va a suceder esto?
Y ¿cuál será la señal? 

Entonces el maestro inicia su discurso apocalíptico. Y les dice:

Habrá guerras de pueblos contra pueblos, revoluciones; en diversos países, habrá grandes terremotos, epidemias y hambre, grandes señales en el cielo. 

También les predice a sus discípulos lo que les sucederá:

Falsos mesías intentarán engañarlos y seducirlos. Serán perseguidos, los llevarán a los tribunales, los encarcelarán; comparecerán ante reyes y gobernadores. Sus mismas familias (padres y hermanos) y los propios amigos los traicionarán y matarán a algunos. Y, por ser discípulos de Jesús, serán odiados por todo el mundo.

Al mismo tiempo, Jesús les pide valentía, porque Dios los protegerá y ni un cabello de la cabeza perecerá y quedarán a salvo. 

Jesús – Maestro nos indica con su discurso que no nos dejemos fascinar por el “imperio de lo efímero”. Efímero quiere decir aquello sólo dura un día, o que es pasajero: pasa el encanto de la infancia, la belleza de la juventud, la fama de la adultez.

Jesús nos revela así, que algo inimaginable nos espera. Y conectando con la profecía de Malaquías, nos anuncia que una gran Luz nos iluminará y nos hará vivir sin ningún tipo de amenazas.

¡Nada ni nadie nos paralice!

El miedo paraliza y acobarda.

Jeff Koons

Había en la comunidad de Tesalónica, cristianos a quienes la expectativa del final del mundo les llevaba a “vivir sin trabajar”, “muy ocupados en no hacer nada”. Pablo les pide tranquilidad y ganarse el pan.

Él mismo se pone como ejemplo de cristiano valiente y trabajador. La acción humana en este mundo tiene sentido, aunque a veces se vea brutalmente interrumpida.

Conclusión

La palabra “apocalipsis” significa revelación. ¡Se abre el velo de aquello que estaba oculto!

Una Luz nos llega del Porvenir.

Y esa luz no resuelve nuestras preguntas, pero sí nos indica que el final no es oscuridad, ni frío.

¡Que hay salvación! Y   esa es la clave para dar sentido a nuestra vida aquí. 

Y también Jesús nos sueña… ¡generosos! en la sexta jornada mundial de los pobres

El lema de este día es: “Jesús se hizo pobre por vosotros”.
Esta jornada tiene un doble objetivo: 1) que reflexionemos sobre nuestro estilo de vida, teniendo en cuenta todas las pobrezas que aquejan hoy a la humanidad, especialmente después de la pandemia. 2) Que tengamos en cuenta la guerra de Ucrania: esa realidad que ha aparecido en el horizonte y que empobrece de una manera radical a muchas personas: genera muchísimos pobres e indefensos: millones de mujeres, niños, ancianos obligados a desafiar el peligro de las bombas.
La colecta e este día debe ser un signo de amor. La generosidad hacia los pobres tiene su raíz en Jesús, que se hizo pobre por amor. Que ninguno de nosotros nos sintamos exceptuados de la preocupación por los pobres y por la justicia social. 
Hay una pobreza que enriquece. Dando gratuitamente se obtiene un tesoro en el cielo. Hay una pobreza que humilla y mata. La pobreza voluntaria libera y nos hace felices. Mostrémonos en este día espléndidamente “generosos”.

José Cristo Rey García Paredes, cmf

PARA CONTEMPLAR Y MEDITAR

DOMINGO XXXII. TIEMPO ORDINARIO. CICLO C

¡CLAMOR DE RESURRECCIÓN!

El ambiente de guerra e inseguridad nos hace pensar: ¿qué sentido tiene una vida tan amenazada? ¿Será verdad que somos seres-para-la muerte? En cualquier momento nos vemos amenazados de muerte por dentro -en nuestro cuerpo- o por fuera… y la certeza de morir nos entristece. Las lecturas de este domingo 32, nos invitan a contemplar la realidad desde otra perspectiva: 1.No hay fecha de caducidad para Amor. 2. Convertir el asesinato en sacrificio. 3. Y si pasa, ¿qué pasa?

¡No hay fecha de caducidad para Amor!

La lectura del Evangelio, nos presenta un escena que hoy también nos interesa muchísimo.
Los saduceos, se sirvieron ante Jesús de la casuística matrimonial para oponerse a la resurrección de los muertos. El mayor argumento contra la resurrección estaría –según ellos– en la misma Palabra de Dios (en el Pentateuco).

La ley del levirato establecía que si un hombre casado moría sin hijos, su hermano estaba obligado a tomar a la mujer viuda y darle descendencia. Esta era la única forma de escapar del reino de la muerte: ¡tener hijos!, ¡tener descendencia! Si de esto se veía privada una persona, ¿qué bendición de Dios podría tener? Por eso se establece que, al menos, no falte esta descendencia bendita.
Para darle un cierto tono irónico a la pregunta, los saduceos se refieren a siete hermanos –¡posible referencia a los siete hermanos Macabeos en cuyo relato se habla de la resurrección!–. En su respuesta Jesús no aborda el tema de los macabeos. Su respuesta es que los saduceos no conocen las Escrituras, ni siquiera el libro del Pentateuco en el que ellos se basan. ¡No conocen el poder de Dios!
Jesús afirma que después de la muerte todos nosotros, en cuanto hijos de Dios e hijos de la resurrección, no nos casaremos, viviremos como ángeles, hayamos estado casados aquí o no lo hayamos estado. En el mundo de la resurrección ya no se puede morir, como tampoco los ángeles del cielo pueden morir. Esto significa que casarse es una realidad propia del mundo de la muerte. Ése es el sentido de la ley del Levirato. Jesús relativiza mucho esta ley al privarla de su carácter salvador. Si alguien muere sin descendencia ¡no pasa nada! ¡No pasa nada si alguien no se casa! ¡Hay otra vida! Nos espera otra condición de vida para siempre.
Por otra parte, Dios es totalmente diferente a aquel que se crea nuestra imaginación. No hay muerte en Dios. El amor de Dios acompaña a una persona siempre, no acaba con la muerte. Nuestro Dios es un Dios de vivos.

Convertir el asesinato en sacrificio

La primera lectura, nos muestra que la violencia antirreligiosa existe desde hace muchísimo tiempo. Los hermanos Macabeos la experimentaron en su propia carne. Pero los hombres y mujeres que sienten la cercanía de Dios son invencibles, insuperables. Así lo demostró esta familia ejemplar, liderada por su madre. Quienes confían en Dios saben que la muerte, el asesinato, no tiene la última palabra. Por eso, convierten la muerte violenta en sacrificio, en culto a Dios y en misericordia sobre el mundo. Mueren alabando a Dios y perdonando los crímenes de los seres humanos.
Lo peor es cuando hay personas que piensan que matando hacen un favor a la justicia. Son idólatras. Sirven a ídolos de muerte que ellos mismos se han creado. Dios es Dios de la Vida, nunca, nunca de la Muerte.

Y si pasa, ¿qué pasa?

En la segunda lectura, Pablo desea a los cristianos dos cosas: consuelo eterno y hermosa esperanza. Él sabe que la comunidad cristiana, y cada miembro de ella, está amenazada por “hombres malos y perversos… personas que no son de fiar”. Éstos son instrumentos del Maligno.
La existencia cristiana es lucha. Rechaza las armas de la muerte, pero emplea las armas de la esperanza, del amor al enemigo, de la oración, de la paciencia.

Conclusión

Los seguidores de Jesús proclamamos que¡Somos-seres-para-la resurrección! Nos negamos  a creer que el Amor sea derrotado por la muerte. El Amor desea superar cualquier barrera. ¿No fue el precioso libro el Cantar de los Cantares un grito de resurrección? ¡La Muerte no anegará a Amor! El amor que Dios nos tiene, no tiene fecha de caducidad. Y Jesús se lo dijo a los saduceos que no creían: nuestro Dios no es un Dios de muertos.
Sí, estamos en manos de la Vida. Y la Vida vencerá a la Muerte.

José Cristo Rey García Paredes, cmf

PARA LA VISIÓN PERSONAL

DOMINGO XXXI. TIEMPO ORDINARIO. CICLO C

DE ZAQUEO A “ZAQUEO”: LA OTRA PERSPECTIVA DEL SACRAMENTO

No acabamos de dar con la tecla del “sacramento de la Reconciliación”. Nos cuesta mucho celebrarlo. O lo dejamos para “más tarde”, o lo abandonamos totalmente. ¿Será Dios tan exigente? ¿Llevará cuentas del mal que cometemos? No sabemos cómo actuar ante la confesión en la que somos reos y acusadores.Las lecturas de este domingo nos colocan en otra perspectiva: 1) Jesús tiene la iniciativa y se auto-invita; 2) El Creador nos ama, por eso nos ha traído a la existencia; 3) ¡Seamos la gloria de Jesús! 

Jesús toma la iniciativa y se auto-invita 

Nos cuenta el evangelio apenas proclamado, que Jesús -antes de llegar a Jerusalén- entró en la ciudad de Jericó -importante centro comercial y nudo de comunicaciones-. Atravesó la ciudad y muchísima gente se congregó en las calles para verlo pasar.  

Un rico recaudador, jefe de publicanos y pecador, deseaba verlo, pero su baja estatura se lo impedía. Su nombre “Zaqueo” que quiere decir “el hombre de la pureza”, era lo opuesto a su conducta. 

Corrió, se subió a un árbol y esperó la llegada de Jesús. Y al llegar donde él, Jesús lo miró y le dio esta orden divina: “Baja enseguida. Hoy tengo que hospedarme en tu casa”. Zaqueo se llenó de alegría; “todos los demás” comenzaron a murmurar y hablar mal de Jesús. 

Ya los dos, a solas, Zaqueo hizo su confesión y su promesa: “Daré la mitad de mis bienes a los pobres y cuatro veces más a quienes he defraudado”. ¡Tal vez se quedaría sin nada! Pero se recuperó como hombre y ciudadano. Sólo entonces su nombre: Zaqueo -el purificado- se hizo verdad.

Y Jesús concluye la escena diciendo que Él ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido. El buen Pastor recupera a su oveja perdida.

El Creador nos ama, por eso nos ha traído a la existencia

La primera lectura, tomada del libro del capítulo 11 del libro de la Sabiduría, nos habla de nuestro Creador, el Padre, el Abbá de Jesús y nuestro. Y nos dice que Él ama a todos los seres que ha creado, los ama y no los odia. Si Zaqueo era bajo de estatura, el libro de la Sabiduría nos dice que nosotros somos ante nuestro Dios como “un grano de arena en la balanza”, como “una gota de rocío mañanero que cae sobre la tierra”. Si Zaqueo era pecador, el libro de la Sabiduría nos dice que nuestro Dios no nos persigue por nuestros pecados, sino que ante ellos “cierra los ojos” y “se compadece de nosotros”; que Dios nos ama y no odia a nadie: por eso, seguimos existiendo.

El balance final nos muestra que pesa más, muchísimo más, el corazón de Dios que ese granito de arena –sucia y pecadora– que somos nosotros a veces. 

¡Seamos la gloria de Jesús! 

Y finalmente, la segunda lectura -de san Pablo a los Tesalonicenses- nos pide que seamos dignos de nuestra vocación y que Dios cumpla nuestros buenos deseos; que Jesús esté orgulloso de nosotros y no defraudemos sus expectativas. 

Conclusión

El sacramento de la Reconciliación queda a veces reducido a “decir los pecados al confesor y cumplir la penitencia”.  En cambio, nuestro mundo tan dividido busca reconciliación contra la guerra y la división. La justicia humana busca reconciliación entre los enfrentados.

Las celebraciones de la reconciliación están llenas de belleza y de fiesta. ¿Qué deberíamos nosotros hacer para que esto ocurra en nuestras celebraciones del Sacramento? Por ahora baste decir una sola cosa: que el Ministro del Sacramento se muestre como el último de la fila, tal como muestra la plegaria de la Absolución: Dios Padre misericordioso (primero), que derramó el Espíritu Santo para el perdón de los pecados (segundo), te conceda por el ministerio de la Iglesia (tercero) el perdón y la paz, y ahora yo (el último) te absuelvo, en el nombre (¡no en mi nombre!) del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Cuando el ministro es “pura transparencia”, quien se acerca al Dios-Trinidad queda convertido en un auténtico “Zaqueo de Dios”.

P. José Cristo Rey García Paredes, cmf