Domingo XII. Tiempo ordinario

NO TENGÁIS MIEDO

Dios llama y envía personas para realizar su Plan de Salvación. Las lecturas de hoy hablan de las dificultades que los discípulos van a encontrar para ser fieles a esa llamada, mas aseguran también que el amor de Dios no nos abandona.

La 1ª Lectura Presenta el drama vivido por el profeta JEREMÍAS. Por ser fiel a su misión, experimenta persecución, soledad y abandono. Sin embargo, no deja de confiar en Dios. (Jr 20,10-13). Tuve miedo y resistí:
“Mira, Señor, yo no sé hablar, soy todavía un niño».
– Y el Señor no desiste: “A donde yo te envíe, irás; y lo que yo te mande, hablarás: no tengas MIEDO, pues yo estaré contigo para ayudarte».
Acogiendo el mandato, Jeremías va a Jerusalén y ante el templo pronuncia un discurso violento: acusa a las autoridades, y predice la destrucción del templo de Jerusalén.
La reacción fue inmediata:  fue arrestado incomunicado en una cruel prisión… Considerado un «Profeta de desgracias», se sintió rechazado por el pueblo y abandonado por su propia familia…
Las Lamentaciones de Jeremías son verdaderos arrebatos del profeta en su amargura. Mas no deja de confiar en Dios y exclama: «Tú Señor estás conmigo»… Él sabe que Dios nunca abandona a aquellos que buscan testimoniar en el mundo sus propuestas, con valentía y verdad.

En la 2ª Lectura, Pablo afirma que para la salvación lo esencial no es cumplir la Ley de Moisés, sino acoger el ofrecimiento de Salvación que Dios hace a todos por Jesús. (Rom 5,12-15).

El Evangelio Continúa el “Discurso Apostólico». (Mt 10,26-33). Son recomendaciones al enviar a los apóstoles en Misión. El tema central es la afirmación «no tengáis miedo», repetido tres veces.  Y señala tres tipos de miedo, que podrán encontrar:
1.- Miedo del fracaso: Jesús asegura: A pesar de las provocaciones y dificultades, su mensaje se difundirá y transformará el mundo…
2.- Miedo de la muerte: Jesús afirma que la muerte física no es lo decisivo, sino perder la vida definitiva.
3.- Miedo por la supervivencia: Jesús invita a los discípulos a tener confianza en la Providencia.

Dos imágenes ilustran la solicitud de Dios: Los pájaros de que Dios cuida y los cabellos que Dios cuenta… Si Dios cuida los pájaros… tanto más de los discípulos de su Hijo…
El Miedo todavía nos acompaña:

  • Por Miedo, la persona se cierra dentro de su pequeño mundo, se aísla de la sociedad.
  • Por Miedo, levanta muros protectores cada vez más altos, se crean condominios más cerrados y seguros, como si eso resolviese el problema del miedo.
  • Miedo de la enfermedad… del desempleo… El MIEDO es también gran impedimento para el anuncio del Evangelio y a la profesión de fe.
  • Por Miedo de ser criticados, muchos dejan de anunciar las maravillas del Reino.
  • Por Miedo o vergüenza, muchos se inhiben ante los criterios en boga sobre el amor y la familia, sexo y matrimonio, matrimonio y divorcio, vida y aborto, educación y libertad, dinero y derechos humanos. Y cuando los principios de la moral cristiana son tachados de anticuados, quedan asustados, confusos, desorientados…
  • Y por miedo se callan y ceden al viejo respeto humano…

Y el Evangelio termina con:
1.- Una promesa: “Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo.”
2.- Y una advertencia: “Si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre del cielo”. La Palabra de Dios de hoy nos invita a no tener miedo. Nos estimula a tener la valentía de nuestras ideas, la intrepidez de la fe, el valor del anuncio cristiano, del testimonio… el coraje de la verdad.
Él nos asegura: «No tengáis miedo, Yo he vencido al mundo». Y con Él también nosotros venceremos…

En este mundo vosotros tendréis aflicciones; con todo, ¡tened ánimo! Yo he vencido al mundo.

solemnidad de Corpus Christi

La solemnidad de Corpus Christi, queremos recordar que los actos redentores de Cristo, que culminan en su muerte y resurrección, se actualizan en la Eucaristía, celebrada por el Pueblo de Dios y presidida por el ministro ordenado.
Por eso, redescubrir la Eucaristía en su plenitud es redescubrir a CRISTO. Hoy queremos agradecer este gran don, que Cristo nos dio. Alrededor del altar se construye la comunidad cristiana y la vida comunitaria.  
La Eucaristía es la síntesis espiritual de la Iglesia, la plenitud de comunión del hombre con Dios, fuente de los valores eternos y experiencia profunda de lo divino.
Participar de la eucaristía dominical es señal inequívoca de identidad cristiana y de pertenencia a la Iglesia.
Por eso, la Misa es el momento privilegiado que posibilita el encuentro con Dios a niveles de fe y de compromiso humano.

Las lecturas reflejan el sentido de la Eucaristía.

En la 1ª Lectura, Moisés explica el sentido del MANÁ enviado por Dios para alimentar al Pueblo en el camino del desierto. “El Señor te alimentó con el Maná, para enseñarte que no solo de pan vive el hombre, sino de todo cuanto sale de la boca de Dios».  (Dt 8,2-23.14b-16a).
El maná es memorial de la acción de Dios en el pasado y anuncio profético de un nuevo Pan, que Jesús prometió a los hombres: su Palabra y su Cuerpo. 
El amor de Dios manifestado en el pasado, es garantía para el presente y el futuro

En la 2ª Lectura, el apóstol afirma que formamos en Cristo UN SOLO CUERPO.

La Eucaristía no celebra solo nuestra unión con Dios y nuestra identificación con Cristo; celebra también la unión con los hermanos: “El pan es uno solo, así nosotros, aunque somos muchos, somos un solo cuerpo». (1Cor 10, 16-17).

El Evangelio presenta el final del Discurso del PAN DE LA VIDA. “Yo soy el pan vivo, que ha bajado del cielo; el que come de este pan vivirá para siempre». (Jn 6,51-58).
Jesús hace un gran milagro: multiplicó los panes y los peces, para alimentar una multitud de personas. Jesús quería introducir un gran mensaje: “Él dará otro pan».
El pan del cielo es la Palabra de Dios, el mensaje del Padre que Jesús vino a traer.
Esta palabra es para los hombres verdadero pan de la vida.
Mas para que esa Palabra se transforme en vida, debe encarnarse en las personas, debe hacerse concreta, visible.
La encarnación perfecta de esta Palabra es Jesús.

  • Cuando nosotros comemos un pan material, es asimilado, se convierte en parte de nosotros mismos, se transforma en nuestra propia carne.
  • Jesús dice que el Pan es Él mismo. Es su persona que debe ser comida, que debe ser asimilada.

Comulgar el Cuerpo de Cristo significa:

ASIMILAR la realidad humana de Cristo e IDENTIFICARSE con Él en el cumplimiento de la voluntad del Padre.
Significa ofrecer nuestra persona, para que Él pueda continuar viviendo, sufriendo, y donándose y resucitando en nosotros.
Para producir resultado, la Eucaristía debe ser recibida con fe, con la disposición de dejarse transformar en la persona de Jesús.

 El sentido de la Fiesta:
La Iglesia reconoce en este signo sacramental al propio Jesús, que continúa presente, vivo y activo en medio de nosotros. «El cual, mientras comía con sus apóstoles en la última cena, y para perpetuar el memorial salvífico de la Cruz, se ofreció a ti como Cordero inmaculado, y culto de la perfecta alabanza…” …Por este venerable misterio alimentas y santificas a tus fieles, a fin de que todos los hombres que conviven en un mismo mundo, sean iluminados por una misma fe y congregados en una misma caridad. Por tanto, nos acercamos a la mesa de tan admirable sacramento, para que llenos de la suavidad de tu gracia seamos transformados en el hombre celestial..” (Prefacio).

El Jueves Santo la Iglesia celebra la institución de la Eucaristía. Mas en la solemnidad de Corpus Christi están presentes otros factores que justifican su existencia en el calendario litúrgico anual.

  • Es una celebración más festiva y alegre de la Eucaristía.
  • Es una manifestación pública de le fe en la Eucaristía en que está presente el hecho afectivo de la devoción eucarística. Por ello la costumbre de hacer la procesión por las calles.

 El Sentido de la Adoración:

Adorar quiere decir colocarse ante el pan partido, que nos hace presente la vida de Jesús, partido por amor a los hombres y ver cómo, dónde, cuándo podemos realizar alguna cosa semejante. Solo cuando nos mantenemos en esta disposición de dejarnos transformar en la persona de Jesús, podemos realmente afirmar que toda nuestra vida está iluminada por la Eucaristía.

Fiesta de la Santísima Trinidad. Ciclo A

Celebramos hoy la fiesta de la Santísima Trinidad. Esta fiesta no es una invitación a descifrar el «Misterio», que se esconde tras la afirmación de “un Dios en tres personas», sino una oportunidad para contemplar a nuestro Dios, y purificar nuestro corazón de las falsas ideas sobre Dios.
El Dios cristiano no es solitario, es amor, familia, comunidad y creó los hombres para hacerlos comulgar en ese misterio de amor. No es fácil hablar de Dios… por su grandeza, por nuestra pequeñez y por las ideas que nos enseñaron en la infancia, de que ese «Misterio» es una cosa difícil que no podemos entender.
Este Misterio es tan sublime que nunca podremos comprender en su plenitud, mas podemos y debemos crecer en su conocimiento… La Biblia es una continua y progresiva revelación de Dios. Y este Misterio solo fue revelado por el proprio Cristo.

Las lecturas de hoy profundizan el tema:

En la 1ª Lectura, Dios se revela a Moisés como el Dios del amor y de la misericordia, el Dios próximo que viene al encuentro del hombre. (Ex 34,4b-6;8-9).
Moisés intercede por el pueblo, que se había apartado de Dios y de la Alianza. «Perdona nuestros pecados… Camina con nosotros…» Y Dios renueva la Alianza con Israel. Dios es fiel, a pesar de la infidelidad de Israel. El Antiguo Testamento no tenía conocimiento del Misterio de la Trinidad.
Lo más importante en esa etapa de la revelación era la UNICIDAD y ESPIRITUALIDAD de Dios, así como sus atributos de OMNIPOTENCIA y MISERICORDIA, como nos muestra el texto de hoy.  

La 2ª Lectura muestra que Dios es un Dios próximo, permanece siempre «con-nosotros” y es para con nosotros gracia, paz y comunión.
Pablo saluda a los primeros cristianos con una fórmula trinitaria, que repetimos aún hoy en el inicio de las Misas: “La gracia de Nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo estén con todos vosotros».  (2Cor 13,11-13).
Ese saludo atribuye a cada persona de la Trinidad un don o una función, aunque toda acción salvadora sea común en la Santísima Trinidad:

  • El PADRE es aquel que tomó la iniciativa de salvar a los hombres, destinándolos a una felicidad eterna, en su familia;
  • El HIJO es aquel que realizó esa obra de salvación, con su venida al mundo y su fidelidad hasta la muerte;
  • El ESPÍRITU, el Amor que une al Padre con el Hijo, es aquel que fue infundido en el corazón de todos los cristianos en el Bautismo.

El Evangelio muestra a un Dios que salva. (Jn 3,16-18). Dios se reveló al mundo por medio de su Hijo. Cristo es el lugar de encuentro de Dios con el hombre y del hombre con Dios. Quien cree en el Hijo se salva.

  • «EL QUE NO CREE, YA ESTÁ CONDENADO». Según Juan, el juicio se hace AHORA por el proprio hombre, cuando acoge o rechaza la propuesta de salvación que Dios le hace.
  • ¿Por qué ha revelado Dios este Misterio?
    • No ha sido para crearnos un problema de comprensión. Porque nos ama, Él nos revela los secretos de la vida divina y nos introduce en su familia.
    • En nosotros está el PADRE, que nos ha llamado de la nada, nos ha dado el soplo de la vida, nos ha dado un nombre, nos ha confiado una misión.
    • En nosotros está el HIJO, que entregó su vida por nosotros.
    • En nosotros está el ESPÍRITU SANTO que nos ilumina y fortalece en los caminos de Dios. Y toda esta maravilla vino hasta nosotros por el BAUTISMO.

Es una dignidad, que debe provocar en nosotros tres actitudes:

  1. ADORACIÓN: ¿Cómo no dar gloria, bendecir y agradecer al huésped divino, que hace de nuestra alma un verdadero Santuario?
  2. AMOR: Dios, queda con nosotros como un padre amoroso. ¡Cómo no corresponder?
  3. IMITACIÓN: El Amor nos llevará a la imitación de la Trinidad, dentro de lo posible de nuestra pequeñez…

¿Por qué esta Fiesta?

No es tanto para desarrollar la doctrina de la Trinidad, misterio central de nuestra fe y de nuestra vida cristiana, sino un momento para recordar de dónde venimos y la comunión que debemos restaurar en nosotros, para que seamos realmente su imagen y semejanza. Estamos llamados a ser espejos de la Santísima Trinidad, signos de comunión, de participación y esperanza, en un mundo tan dividido, individualista y desesperanzado.