LA JOVEN Y LA MUJER INFECUNDAS
Vemos hoy a miles y miles de personas acercarse a santuarios, a imágenes sagradas, o incluso a personas con aroma de santidad. ¿Y qué buscan? Verse liberadas de males interiores o exteriores. La cuestión es que vivimos en la precariedad. Precariedad es un término que proviene de “prez”, es decir “oración”. El evangelio de Marcos nos presenta hoy dos curaciones realizadas por Jesús: la hemorroísa y la hija de Jairo, es decir, dos mujeres -una mayor y otra joven- ¡sin futuro!
Dividiré esta homilía en tres partes:
- Los personajes del relato.
- La sanación
- Nuestra tarea
Los tres personajes del relato
La acción sanadora de Jesús se dirige a dos mujeres judías: una con desarreglo menstrual y condenada a la esterilidad y otra -joven, a quien la muerte privó de la maternidad. El evangelista Marcos nos presenta los dos caosos como un único relato.
- La hija de Jairo tenía 12 años. Los judíos decían que una niña se convertía en mujer a los 12 años y un día. Estaba en la plenitud de la vida. Iba a comenzar su historia de mujer, de esposa, de madre fecunda. Pero llega la enfermedad grave que estremece al padre y lo amenaza como la peor de las tragedias. Esta joven no solo está amenazada de muerte, sino que cuando podría conseguir ser fecunda, ser madre, no va a poder.
- Jairo es un personaje que surge de la muchedumbre. Al ver a Jesús cae a sus pies. “uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verle, cae a sus pies, y le suplica con insistencia diciendo: «Mi hija está a punto de morir; ven, impón tus manos sobre ella, para que se salve y viva». (Mc 5, 21-23). Jairo era jefe de la sinagoga y bien sabía que Jesús no gozaba de buena fama entre sus colegas, que lo consideraban rebelde y opositor al régimen religioso; pero él recurre a Jesús y Jesús atiende inmediatamente su súplica.
- La mujer enferma que gastó su fortuna surge de entre la muchedumbre que se agolpaba junto a Jesús. Hacía 12 años que esta mujer padecía flujos de sangre: llegó a gastar toda su fortuna en vano. En tal estado esta mujer no podía engendrar, ni retener la vida: ¡no podía ser madre! La tradición higiénico-religiosa la consideraba persona “inmunda”, impura. Por eso, se acerca a Jesús “de incógnito”: ya sólo confiaba en Él.
La Sanación
La mujer sangrante se acerca a Jesús: toca la orla de su manto. Mucha gente se apretujaba con Jesús, pero el toque de esta mujer conmueve a Jesús: era el “tacto de la fe” e inmediatamente Jesús sintió que una energía curativa brotaba de él. La mujer se siente inmediatamente curada. Jesús no se atribuye a sí mismo la curación, sino a ella: “¡Hija, tu fe te ha curado!”. Jesús no la trata como médico, sino como padre espiritual, por eso la llama “¡hija!” Y la medicina ha sido ¡su fe! Mucha gente se aglomeraba en torno a Jesús, pero sólo esta mujer logró por su fe conectar con el poder sanador de Jesús.
En otro momento, el relato no dice que Jairo recibió la noticia de la muerte de su hija. Respetuoso, le dijo a Jesús que ya no se preocupase. Sin embargo, Jesús lo invita a la experiencia de la fe. Jesús se aleja de la muchedumbre. Igual que en el Tabor, igual que en Getsemaní, Jesús se lleva consigo sólo a sus tres discípulos preferidos: Pedro, Santiago y Juan. Y mientras lloran y se lamentan Jesús -con el padre y la madre- se acerca a la niña -que según Jesús estaba “dormida”. Irrespetuosa, la gente su burla de él. Jesús latoma la mano y le pronuncia las palabras arameas «Talitá kum» («Muchacha, a ti te digo, levántate»). La Palabra y la Mano de Jesús tienen un poder impresionante. La niña se levanta, camina. Jesús pide que le den de comer.
La niña murió a los doce años: es decir cuando ya era considerada mujer y podía albergar una nueva vida. La niña y la hemorroísa tuvieron en común 12 años de muerte o para la muerte. Pero, pasados los doce años, ellas encontraron la Vida. Con Jesús hay futuro y esperanza.
Nuestra tarea
Llevemos ante Jesús, también, a esas mujeres, rotas por las experiencias de la vida, defraudadas por tantas promesas incumplidas, infecundas e incapaces de generar lo que ellas desearían. La misión cristiana consiste en propagar la buena fama de Jesús, para que se acerquen a Él y en Él encuentren salvación. Es urgente suscitar en los demás –y ante todo en nosotros- la fe absoluta, incondicional en el Señor. Esa es la fuente de la curación, de la recuperación. Ante Jesús una mujer se convierte en auténtica mujer.
Conclusión
- ¿Con cuál de los personajes de este relato me identifico? ¿Jairo, los tres discípulos testigos, la madre de la hija de Jairo, Jesús?
- En el relato de la hemorroisa, ¿con quién me identifico? ¿con la multitud que toca a Jesús pero sin experimentar su fuerza? ¿o con la hemorroísa que toca sus vestidos llena de fe?
- ¿Qué puedo hacer para acercar a las mujeres que encuentro en mi misión a Jesús? ¿Cuáles son los caminos para suscitar en ellas la fe?
- ¿Qué debemos hacer, desde un punto de vista institucional, estructural, para que este icono tenga permanente vigencia entre nosotros?
José Cristo Rey García Paredes, cmf