¡LA EXPOSICIÓN DE LA PALABRA!
Más allá de la Exposición del Santísimo
Cuando uno se siente débil y deprimido, necesita energía. No basta la medicina, se necesita también la Palabra, la conversación. Los próximos domingos escucharemos un largo discurso de Jesús sobre el Pan de Vida. Hoy se inicia este magnífico discurso.
Dividiré esta homilía en tres partes:
- La depresión del profeta
- El pan de vida, nuestro antídoto
- La Palabra es pan de vida
La depresión del profeta
Elías fue uno de los grandes profetas de Israel: es definido como el “profeta de fuego”. No obstante, no se vio privado de la depresión y el desencanto… y hasta llegó a pedirle a Dios que acabara con su vida.
Pero Dios le abrió un horizonte: lo alimentó y le pidió que caminara hacia “el monte de Dios”.
El pan de vida, nuestro antídoto
Hay momentos en que también nosotros -como el profeta Elías- entramos en depresión: el camino de la vida se nos vuelve inaguantable. La Iglesia nos ofrece un antídoto: la Eucaristía, que ella define como “el Pan del Camino”, el “Pan de vida” o “el Pan del cielo”. El cuarto evangelio de Juan dedica su capítulo sexto a un largo discurso de Jesús en el cual nos habla de la Eucaristía. Se nos ofrece este domingo y los siguientes para escucharlo e interiorizarlo.
Hoy Jesús nos dice que Él es el Pan bajado del Cielo. Para Jesús el pan no es solo “el pan eucarístico”, es también “el pan de la Palabra”.
La Palabra es Pan de vida
En este domingo Jesús nos invita a participar de la “Mesa de la Palabra”. Hemos escuchado hoy la primera parte del Discurso: el Pan bajado del cielo, lleva el sello de Dios, es el Pan de la Palabra. La Palabra nos alimenta cuando la asimilamos. La Palabra nos amaestra y enseña. La Palabra hay que asimilarla poco a poco. Dejar que resuene en el corazón y se apodere progresivamente de nuestro interior. Jesús lo dijo bellamente: “Os lo aseguro, el que cree en la Palabra tiene vida eterna: Yo soy el pan de la vida”.
San Jerónimo decía que la Palabra de Dios es “auténtico cuerpo de Cristo”. Las lecturas de la misa son Pan que hay que comer, rumiar, hacer vida propia. Hay cristianos que a veces llegan tarde y no escuchan la Palabra, ni la interiorizan. ¡Ayunan! La homilía debería ser siempre como “dar la comunión”, favorecer que la Palabra sea interiorizada y asimilada en el corazón de cada uno de los que asistimos a la celebración eucarística.
Conclusión
La liturgia de la Palabra es también “Ex-posición eucarística”. Y ante ella hay que adoptar la actitud adorante de María de Betania cuando escuchaba absorta las Palabras de Jesús (“escogió la mejor parte”); o la actitud del joven profeta Jeremías que comparaba la palabra de Dios como fuego ardiente en sus entrañas. Los lectores de la Misa tienen la sublime misión de distribuir a la Asamblea, el Pan de Vida que es la Palabra.
José Cristo Rey García Paredes, CMF