¡¡¡ÁBRETE!!! ¡EFFETÁ!
«Es sordo y mudo el que no tiene oídos para oír la palabra de Dios, ni lengua para hablarla; y es necesario que los que saben hablar y oír las palabras de Dios ofrezcan al Señor a los que ha de curar». (San Beda)
– Los evangelistas nos describen a menudo a Jesús en movimiento, caminando, recorriendo todos los lugares donde los hombres puedan necesitarle. El caso es que hoy se ha metido por territorios paganos. Y allí le salen al paso, presentándole un sordo con dificultades para hablar.
Una persona sorda o con dificultades auditivas a menudo sufre el «aislamiento» de su entorno, le cuesta más enterarse de lo que pasa, le resulta más difícil dar respuestas, y encuentra mayores dificultades para aprender a hablar.
– En los profetas la sordera y la ceguera son símbolos de la resistencia o el rechazo ante el mensaje de Dios; se refieren a la persona seducida por voces engañosas. Por tanto, a este personaje sin nombre podemos tomarlo como representante de aquellos que -dentro y fuera del pueblo de Dios- no son capaces de prestar oído/obediencia a Dios. Como también de los que están «desconectados» de los demás, y de los que no tienen «voz».
Más allá de la sordera física, existe otra sordera de la que la humanidad, más que curada, tiene que ser salvada: “es la sordera del espíritu, que levanta barreras cada vez más altas a la voz de Dios y del prójimo, especialmente al grito de socorro de los últimos y de los que sufren, y que encierra al hombre en un profundo y corrosivo egoísmo”. (Benedicto XVI, Nov 2009).
– Isaías anunciaba hoy que «Dios en persona» vendría a despegar los ojos del ciego, que abriría los oídos del sordo y cantaría la lengua del mudo. Esto nos ayuda a comprender mejor la escena del Evangelio y a situarnos de modo que esta historia… nos diga algo a cada uno. Veamos:
• No es extraño que nos volvamos sordos a nuestra propia voz interior. Esa voz que nos «dice» que nuestro estilo de vida realmente no nos gusta, que nos hemos dejado manejar por otros, que nos estamos volviendo muy superficiales o vulgares. Esa voz del corazón/conciencia que nos reprocha habernos puesto en el centro del mundo, haciendo caso sólo a lo que nos interesa y a los que nos interesan, volviéndonos sordos a lo que pudiera complicarnos la vida. Son esos sentimientos que nos dicen cómo somos de verdad, qué nos duele y por qué, lo que debiéramos corregir o cambiar, a qué se debe que nos sintamos incómodos, violentos, malhumorados, irritables, cansados o deprimidos…
Se trata de una sordera «voluntaria» e interesada, para la que echamos mano de ruidos, actividades, palabrería, superficialidad, viviendo pendientes de las vidas ajenas, y con escaso tiempo para la reflexión. Pero así ¿qué palabras verdaderas y con sentido podremos decir? ¿Cómo vamos a relacionarnos de corazón a corazón?… Esto nos pasa porque somos «cobardes de corazón» como decía hoy el profeta. Y por ese camino nos vamos volviendo unos «extraños» para nosotros mismos, y acabamos en «tierra extranjera».
• También es frecuente la sordera para las ondas que nos están enviando nuestros hermanos los hombres. No nos llegan a los oídos los continuos mensajes que envían personas que viven con nosotros, incluso de nuestras propias familias. Nos están pidiendo, tal vez, una sonrisa, un rato de escucha, un detalle de cariño, un paseo juntos, una palabra de perdón o agradecimiento…
Y menos todavía los quejidos de dolor de «los otros»:
+ La soledad de tantas personas mayores en sus casas o Residencias de Mayores.
+ De tantos emigrantes que están lejos de sus familias, tratando de salir adelante para poder enviarles como sea algo de dinero…
+ Esos africanos que se juegan la vida en nuestras fronteras, para huir de la pobreza y de las guerras y de la escasez de recursos…
+ La frustración de tantos jóvenes que no pueden desarrollar su vocación por el mercado laboral, no pueden independizarse de sus padres, comprar una vivienda… O los parados de larga duración…
+ Y no oímos los tambores de guerra y hambre en tantos rincones de nuestro planeta: Siria, Yemen, Afganistán, Etiopía, República Democrática del Combo, Burkina Faso, Haiti, Mozambique, Libia…
+ También hay que escuchar de una vez el clamor de la Tierra, la “hermana tierra” que clama al cielo porque es oprimida y devastada por los hombres (Laudato Si, 2, Papa Francisco).
• Por último está la sordera a la voluntad de Dios. No hemos aprendido mayoritariamente a leer el paso de Dios por nuestra vida y en los acontecimientos sociales, a escuchar (y entender) la Palabra de Dios, tratando de aplicarla a nuestra vida, o la voz de Dios en la Iglesia, en los pobres… Muchos no han sido formados en el discernimiento de su voluntad… También habría que contar con el miedo a responder a sus llamadas… que es como estar mudos… Así que, con toda seguridad, tenemos mucho en común con este personaje sin nombre que le llevan a Jesús.
• Y qué hacé Jesús con aquel sordo, y por supuesto también con nosotros? ¿Cómo podrá sacarnos de nuestra sordera y nuestra dificultad para expresarnos?
+ Lo primero es apartarnos un poco de la gente. Es necesario que nos encontremos con nosotros mismos, en el silencio y la calma, para poder mirar las cosas con un poco de perspectiva. Es imposible que el Señor cure nuestra sordera mientras estemos empeñados en estar metidos hasta las cejas en el jaleo exterior y en la sordera interior. Prestar atención a la voz del corazón, donde a menudo nos habla el mismo Dios.
+ En segundo lugar quedarnos a solas con él, entrar en contacto con el Maestro y con su palabra. No basta con el silencio o con escuchar lo que llevarnos por dentro (aunque no es poco todo eso). Necesitamos que Él nos toque la lengua, los oídos, el cuerpo entero (la Eucaristía es el espacio ideal para que ocurra todo esto). Necesitamos echar una mirada al cielo, un «suspiro» que nos abra y acoja el poder del Espíritu, de modo que las Palabras de Jesús sean transformadoras para mí. Por ejemplo, «¡ábrete!», «sé fuerte», «no temas», «mira a tu Dios que viene a ti en persona»…
+ Luego vendrá el momento de contar a otros lo que Dios ha hecho conmigo, lo que me ha descubierto, los horizontes que me abre, las palabras que salen desde un corazón que sabe escuchar, y que son capaces de transmitir el asombro y la alegría. Entonces, como un discípulo al que el Señor espabila el oído cada mañana, y nos da una lengua de iniciados (así decía también Isaías en otro lugar) seremos enviados a atravesar todos los caminos y ciudades para salir al encuentro de tantos que aún no han descubierto ni se han asombrado de ese Señor que «todo lo ha hecho bien». Es necesario que los que saben hablar y oír las palabras de Dios ofrezcan al Señor a los que ha de curar». (San Beda)
Ábrenos los oídos, que a veces somos los sordos del Evangelio, que no te oímos bien y por eso no contamos el bien que vas haciendo en cada uno de nosotros, cuando te dejamos espacio en nuestra vida (Mari Patxi Ayerra)
Quique Martínez de la Lama-Noriega, CMF
Imágenes de José María Morillo e Ixcis
DOMINGO XXIII TIEMPO ORDINARIO
Quique
La reflexión del Evangelio que nos presentas en este domingo está llena de símbolos y gestos y acciones tan reales que me cuesta posicionarme.
Son importantes y ciertas los tipos de sorderas que enumeras y explicas, con las cuales, en algunos …matices me identifico y muchas veces soy poco sensible a esas realidades que claman: justicia, solidaridad, paz, acogida, humanidad a gran escala pero reconozco que hay otras voces, muchas veces susurros cercanos, que no hago intención de escuchar porque hay demasiado ruido en mí y demasiadas distracciones, muchas veces intencionadas que me impiden oír o hago caso omiso a las mismas.
Me siento identificada con el sordomudo anónimo.
Me parece importante el papel de esas personas, también anónimas que presentan al sordo- mudo. Son conscientes de lo que han escuchado y conocen al Maestro, quizá porque a ellos les cambió la vida en algún momento.
Él se deja conducir, desea ser liberado de sus problemas, que le impide vivir en relación con otras personas y con el mundo exterior.
Presentan al sordo mudo a Jesús y surge el encuentro de corazón a corazón.
La pedagogía de Jesús es muy acertada:
• Busca un lugar apartado. Crea un clima donde la comunicación,
sincera pueda surgir Y facilite el encuentro con uno mismo y
con Él, donde poder descubrir la salvación y liberación que
me ofrece.
• Muchas veces, para poder oír y hablar, necesito que el Señor
me toque el corazón, los oídos, la boca, los ojos, porque mi
mirada habla.
• Reconocer, ante Él, lo va haciendo conmigo, cada día, en mi
historia personal, en la vida de otras personas, en el mundo.
Tiene que llevarme a proclamar: Todo lo ha hecho bien.
Tengo que afinar el oído y escuchar, los gritos de las personas que sufren: marginación, destierro, enfermedad, exilio, hambre, consecuencias de las guerras…
Quizá, no pueda hacer mucho, pero puedo llevarles a Jesús, ayudar económicamente a organizaciones que trabajan, más directamente con ellos y en situaciones cercanas ser: las manos, los pies, la mirada y en corazón de Jesús.
Dios ha elegido a los pobres del mundo para hacerlos ricos en la fe.
Él me dice hoy: “Sed fuerte no temas”
Teresa G.
La primera lectura de hoy nos hace ver que no hay nada difícil e imposible para Dios. Él está pendiente de todo aunque muchas veces nuestras peticiones no coinciden con la voluntad del Señor pero dejémosle que actúe. No hay nada imposible para Él.
En la segunda lectura se nos hace ver cómo muchas veces juzgamos la apariencias. Las buenas y las malas de nuestro prójimo. Creo que el Señor nos hace pensar que por encima de lo «externo» está el interior de las personas…Que intentemos siempre llegar a sus corazones y que seamos capaces de buscar como ayudar a nuestro prójimo.. Wue seamos capaz de ver sus necesidades. Muchas veces una palabra de cariño, una sonrisa,..vale más que la acción material. Seamos sensibles a los corazones de nuestros hermanos y veamos cómo podemos ayudar.
Respecto al evangelio me considero en muchísimas ocasiones sordo ante la palabra de Dios. En muchísimas ocasiones no le oigo aunque se oye una vocecita a lo lejos pero no le presto atención. Otras veces la vocecita la oigo perfectamente pero me voy a otras cosas…y así tantas veces!!!
Pero no sólamente me afecta la sordera sino que me quedo mudo…¿Por que?. Y me quedo mudo de palabra, y me quedo mudo de consejo, y me quedo mudo en mis acciones es, y me quedo mudo en dar ejemplo…
Señor te pido desde dentro de mi corazón que hables bajito o alto siempre te escuche para poderte demostrar mi cariño y no ser mudo ante mi vida y ante los demás. Que vean en mi una persona que siempre te oye. Así sea.
Que difícil, por no decir imposible llegar al corazón del prójimo sino llegamos primero al nuestro, que como bien dices es donde nos habla el Señor.
Tenemos tanto ruido, tanto razonamiento mal interpretado, que se hace muy difícil escucharlo.
Pidamos al Señor que podamos profundizar en nuestro corazón para pode desde allí llegar a los otros.
Gracias Enrique.