¡Hagamos espacio a la profecía! Pero ¡a la profecía auténtica! ¡No nos confundamos, porque hay profetas verdaderos y profetas falsos! Hubo momentos en los que el pueblo Israel se sentía perdido: sus “políticos” y sus “hombres de religión” iban de desacierto en desacierto; “el pueblo” se veía al borde del abismo. Hoy también hay pueblos y también comunidades cristianas que están en profunda crisis, tocando fondo, al borde del abismo. Son como un “Israel” que depende de fuerzas extranjeras, de pactos para una vergonzosa dependencia. La liturgia de este domingo nos invita a reflexionar sobre ello.
Dividiré esta homilía en tres partes:
1) Profetas con el don de Consejo.
2) El culto, lugar de la profecía.
3) ¿Para qué ganar si se pierde?
Profetas con el don de Consejo
El culto, lugar de la Profecía
¿Para qué ganar… si se pierde?
Conclusión
Jesús nos invita a jugarnos la vida, a estar dispuestos a perderlo todo, con tal de anunciar la llegad del Reino de Dios. Jesús quiere que lo sigamos asumiendo su estilo de vida y de compromiso: ¡dispuestos a perderlo todo, para ganarlo todo! La cruz no es el objetivo. La cruz es el arma más poderosa para conseguirlo todo, porque la cruz es amor que todo lo ilumina, que desenmascara el mal y la hipocresía.