UNA MIRADA DISTINTA
“ Lo que das, te lo das; lo que no das, te lo quitas” (Alejandro Jodorowsky)
Cuando uno se sienta en cualquier sitio -en el andén del metro, en un banco de la calle, ante la pantalla de un televisor o a la pueta de la iglesia, o cuando hojea las revistas y periódicos, las páginas web…- y presta atención a la gente, anda mirando «con otros ojos»: Si hay alguien conocido, si es guapo/a, si tiene buen cuerpo, si tiene muchos fans y seguidores en las Redes, si tendrá una buena preparación (incluso si sus títulos y estudios serán auténticos), si sabrá hacer algo realmente meritorio aparte de hacer declaraciones estruendosas para salir en los titulares, si tendrá algo que esconder, si se cuenta algún rumor morboso…
Lo más frecuente en la mayoría de los casos es quedarse con las primeras impresiones (no pocas veces es lo que no pocos pretenden: «impresionar», dar una imagen, superficialmente, parcialmente). Nos hemos acostumbrados a ello, y enseguida sacamos conclusiones, ponemos etiquetas, juzgamos: interesante, emigrante, indiferente, este es tonto, este no es de fiar, admirable, envidiable, buena o mala gente… Lo malo es que esas primeras impresiones se impresionan tan profundamente… que nos condicionan y son difícilmente corregibles, son como una especie de gafas que nos hacen valorar en función de las «primeras impresiones».
Bien que lo sabían algunos de los personajes que aparecen en el Evangelio de hoy y a los que Jesús critica con dureza: Se pasean con amplios y llamativos ropajes (¡no sólo de tela!) para diferenciarse y resaltar sobre los demás, y que les hagan reverencias o les traten de manera «distinta» (podríamos decir: que les aplaudan, que parezcan importantes y con algún tipo de autoridad, que se dirijan a ellos con títulos del tipo «excelencia», «ministro», «señoría», «alteza», a veces incluso con el «ex» por delante: ex-presidente, ex-diputado, ex-secretario, ex-pareja… y otros. También ocurre en el terreno eclesiástico, claro. No hace falta poner ejemplos.
Y sigue denunciando Jesús que buscan los asientos de honor, y los primeros puestos en los banquetes, en los eventos, en los palcos, en las listas electorales, en los platós, en los titulares…
La manera de mirar de Jesús es muy diferente de las nuestras, tan superficiales. Jesús procura comprender el corazón y la vida de las personas con las que se cruza. Es la suya una mirada calmada, contemplativa, abierta a la sorpresa, que no juzga de primeras, que acaricia con ella, que da confianza, que busca lo valioso de cada cual. Va mucho más allá de lo que hoy llamamos «empatía» y «simpatía». Aquella mujer viuda (prototipo de pobreza y abandono en la sociedad judía: por mujer y por viuda), sin derechos, sin nombre, sigilosa, que se mueve ante las puertas del Templo, es «enfocada» por Jesús entre la «gente guapa», rica, sabia, importante, bien vestida, y prestigiosa (como los escribas o letrados que hemos mencionado antes)… Parece que casi sólo la ve a ella, y seguro que, mientras la miraba con ternura, en su corazón brotó alguna oración al estilo de «te doy gracias, Padre, porque hay gente así, buena, generosa… ».
Y aprovecha la ocasión e invita a los discípulos a fijarse en ella, mirándola con «otros ojos», y se la propone como modelo. Una mujer que estaba cumpliendo generosamente con lo que ella consideraba su obligación. Quizás podría haber pensado: ¿para qué echar estos dos céntimos al rico Templo?, ¿qué son estas dos monedillas comparadas con las cantidades que echa toda esa gente importante? Podría haber considerado que ella las necesitaba más que nadie («para vivir», ha dicho Jesús). Pero ella sentía que tenía que dar ese poco/mucho, como signo de su confianza y de su entrega a Dios.
Probablemente conocéis este relato de Rabindranath Tagore:
Iba yo pidiendo, de puerta en puerta, por el camino de la aldea, cuando tu carro de oro apareció a lo lejos, como un sueño magnífico. Y yo me preguntaba, maravillado, quién sería aquel Rey de reyes. Mis esperanzas volaron hasta el cielo, y pensé que mis días malos se habían acabado. Y me quedé aguardando limosnas espontáneas, tesoros derramados por el polvo.
La carroza se paró a mi lado. Me miraste y bajaste sonriendo. Sentí que la felicidad de la vida me había llegado al fin.
Y de pronto tú me tendiste tu diestra diciéndome: “¿Puedes darme alguna cosa?”.
¡Ah, qué ocurrencia la de tu realeza! ¡Pedirle a un mendigo! Y yo estaba confuso y no sabía qué hacer. Luego saqué despacio de mi saco un granito de trigo, y te lo di.
Pero qué sorpresa la mía cuando al vaciar por la tarde mi saco en el suelo, encontré un granito de oro en la miseria del montón. ¡Qué amargamente lloré de no haber tenido corazón para dártelo todo!
No, ella no sacó un granito de trigo de su saco, porque no tenía saco. Y entregó sus dos últimos céntimos. Seguramente, si aquella buena mujer hubiera podido escuchar las palabras de Jesús, se habría quedado sorprendida: «Si yo sólo he dado un par de moneditas, y porque no tengo más… ».
Este Evangelio me invita a abrir los ojos a la muchísima gente que hay a mi alrededor, que es como esta mujer: héroes en su vida cotidiana, generosos en el cumplimiento de lo que consideran su obligación, y sin darse la más mínima importancia: «Pero si esto es lo que tengo que hacer, no me sentiría tranquilo/a haciéndolo de otro modo.., si es lo que haría cualquiera…». Sin aplausos, con humildad, sin hacer ruido. En ningún caso buscan el reconocimiento, que los vean. Son personas anónimas, como las dos viudas de hoy: Porque tienen muchísimos nombres, gracias a Dios. Y me hace pensar en esos actos generosos con luces y taquígrafos que a todos nos gustan, esas alabanzas que andamos buscando, ese reconocimiento (muchas veces justo) por lo bien que lo hemos hecho y que refuerza nuestra autoestima. No es que esto sea malo, a veces es necesario… Pero en el Banco del Reino las «acciones» que más valen son aquellas que hacemos generosamente y que nadie valora, alaba, aplaude ni reconoce, o que incluso desprecian o critican… ¿Cuántas de estas cosas encontrarán los ojos de Cristo en mi vida?
Aquella mujer agradó mucho a Jesús, porque se sintió identificado con ella: Va acercándose su final y le queda dar lo poco que le queda: las dos humildes monedas de su propia vida, para expresar su entrega absoluta a Dios y el abandono en sus manos, su amor sin condiciones y sin espera de recompensas, aunque para aquel sacrificio no tenga valor para los que no saben mirar como Dios.
En conclusión: aprendamos la mirada de Jesús, identifiquemos y agradezcamos a Dios tantos héroes anónimos. Ojalá yo sea uno de ellos… simplemente porque doy y hago lo que tengo que hacer. Darme, entregarme. No dejarme enredar ni engañar por las falsas apariencias de tantos que se dan (y les damos) tanta importancia. Hacer lo que las dos mujeres, hacer lo que Jesús… ¡en memoria suya! Sin que se me quede en el saco ningún granito de trigo…
Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf
UNA MIRADA DISTINTA
Al leer las lecturas de hoy y después tu reflexión, he sentido un gran gozo. Como siempre el principal protagonista, por definirlo de algún modo, Jesús. En segundo plano, dos mujeres pobres y viudas- entre tantas gente importante-, de ninguna de ellas se nos dice el nombre, porque no tenían derecho a ello, eran rechazadas por la sociedad, hasta tal punto que pasaban desapercibidas.
Dios por medio del profeta Elías y Jesús, ponen sus ojos en ellas y sacan de cosas pequeñas
( un poco de agua, un trocito de pan, dos moneditas…) lo más valioso de su corazón, la entrega generosa de “todo” lo que tenían, la entrega de sí mismas en totalidad, lo cual repercute en ellas mismas con abundancia.
Muy bien traído el pensamiento de Alejandro Jodorowsky y más conocido para mí el relato de Tagore que tantas veces he visto representado, que hace exclamar al final: ¡Lo que me he perdido por no ser más generoso! Cosas de las sorpresas de Dios.
La reflexión me lleva a interrogarme, ¿dónde y cómo pongo los ojos, hoy? Y otra vez Jesús me dice como a sus discípulos: fíjate en esa pobre viuda, con sigilo, sin hacerse notar, ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie porque ha echado “todo” lo que tenía; con esas dos monedas se entrega ella misma.
En el Evangelio descubro distintas formas de posicionamientos ante las realidades del día a día y en diferentes estamentos.
Jesús, desde su gran amor y misericordia infinita, mira el corazón de las personas, sin etiquetas ni distinciones de clases sociales. Nos mira a nivel personal entre la multitud. Esta actitud de Jesús me interroga.
¿Me siento mirada por Jesús? ¿Consiento que Jesús me mire?
Lo bueno es que Jesús, me mira sin que yo me entere, pero mis reacciones tendrían que ser respuesta a esa mirada, como en la pobre viuda. Él me mira siempre y más, desde que puso sus ojos en mí, de una forma especial. Cada día me invita a poner la mirada, que debería ser la suya, en las personas que me rodean.
Lo que admira Jesús y quiere que sus discípulos valoren, es la solidaridad de la pobre viuda, ella no da, se da, se solidariza con el dolor de quienes como ella están pasando por situaciones
de dificultad y precariedad. Antepone el amor y las obras por encima de las palabras.
Señor, que me deje mirar por Ti, para que pueda mirar con ojos limpios a los hermanos y amarles a nivel individual, según sus necesidades, como Tú.
Termino con las palabras del salmo:” El Seños, hace justicia a los oprimidos y da pan a los hambrientos.
Teresa G.
En la primera lectura de hoy cómo se ve la confianza que tenemos que tener con el Señor. Cómo valora el corazón de las personas, la caridad hacia el prójimo…y además «no se queda con nada de nadie».
En el evangelio de hoy vemos como tiene el Señor puesta siempre su mirada en nuestros corazones. Me le imagino sentado viendo las películas de nuestras vidas y «poniéndose triste» cuando le fallamos.. Pero está «acostumbrado»…De repente sale una escena de amor y caridad al prójimo y se estremece. Se queda fijamente mirando nuestro corazón y cómo le gusta. Cómo lo valora. Qué importancia le da. Nuestra obra de caridad en monedas, en tiempo compartido, el cariño con el necesitado..Recordemos palabras del Señor: el que dá al prójimo a mi me lo da, el que quiera ser primero..,que no sepa tu mano derecha…Hay tantas palabras de Jesús al limpio de corazón, al que da sin esoetar el premio, al que sufre en su nombre, al que da de lo que no tiene, al que se abre a los demás, al que ayuda al prójimo, al que se entrega desinteresadamente….En fin que me encantan las palabras de Jesús de entregarnos al prójimo. Pero también no soporta al creído, al chulo de barrio, al prepotente, al que incluso en acciones «buenas» sólo espera que le vean, que le aclaren, se pone en primera fila, quiere salir «en la foto»…Cuanto detesta la hipocresía…También tiene palabras para ellos…»ya han recibido su recompensa».
Quiero antes de terminar hacer una reflexión de nuestra actitud frente a los «pobres» en todos los sentidos…¿Damos de lo que nos hace falta o de lo que nos sobra?…
Señor te pido en el día de hoy que sea limpio de corazón,que te de de lo que me falta y no de lo que me sobra, que sepa ver lo que necesitan mis hermanos, y que lo que de lo haga siempre por amor a ti sin esperar recompensa alguna; sólo porque te amo y además que lo haga en la oscuridad para que nadie me vea. Te quiero siempre en mi vida.
Qué cierto es que el Evangelio tiene actualidad en cada etaoa de la historia y en cada etapa de nuestra vida.
La figura de la viuda de hoy pone al descubierto nuestras miserias, nuestras pobrezas. Nos muestra la generosidad llevada al extremo. Hoy en día, para fortuna de muchos, entregar una limosna cuesta menos que entregar lo que para muchos «vale oro «: tiempo.
Todos nos quejamos que no lo tenemos , es decir somos pobres, muy pobres de tiempo. Intentemos dejar de serlo Bata hacer una donacion de escucha , de compañía y de proximidad al otro, con gusto y con máximo agrado, con la mirada calida de arrope y ternura de Jesús y Él nos sorprenderá con una disposición rica de corazón. Diferente.
Como dice AJ «lo que das…te lo das» . Recibiremos más de lo que damos. Comprobaremos que nos sentiremos mejor después de trabajar- un poquito- en equipo con Jesús.
Gracias P Quique.
Hoy se nos presenta un nuevo reto: cambiar nuestra mirada. Creo que la vida Cristiana es más exigente y difícil de lo que parece. Cada vez resuena en el Evangelio una exigencia de modificación de nuestra vida cómoda, plácida y despreocupada. Acallar la exigencia con ritos y cumplimientos no me va pareciendo cristiano.
Cambiar la mirada me exige amor, atención a TODOS los demás y especialmente los desfavorecidos, me exige cambiar mi mirada hacia mí misma y cambiar mi mirada hacia Dios. Un proceso que se las trae, pero que tendré que practicar si quiero seguir a Jesús.
Sin duda, quien da lo que tiene, ya no puede hacer mas.
El gozo de ayudar a los demás desinteresadamente, en este mundo cada vez mas materialista.
El gesto de lo pequeño y humilde que Dios siempre valora y multiplica.
¿Quien soy yo para opinar sobre las escrituras? Otras dos monedas entre tesoros intelectuales.
¡¡¡Gracias Quique por tus palabras!!!
Quizás, una de las maravillas de Jesús es enseñar al Hombre a no comportarse como ser humano. Me explico, una de las características de nuestra naturaleza es la comodidad, el comer y beber bien, no pasar frío, sentirlos admirados… Sentir el poder.
Es lógico. A mí me pasa ¿Peco por ello? No lo creo, o al menos cuando no use ese exceso en detrimento de otros, para aprovechar, para humillar, para tener gula, vicio…
Jesús nos dice «no, no, no, por ahí no… Rechaza todo, vive por y para los demás, y no te preocupes, lo que necesites tu Padre te lo dará».
¿Y cuántos respondemos sinceramente a ese reto? Os aseguro hermanos míos, que a mí me cuesta sudor, sangre y lágrimas no comprarme mis caprichos, echar un euro en el templo, no comer esas cucharadas de más… Pero no me cuesta nada comprarme esa camisa de 50€.
Perdón Señor, soy egoísta, avaricioso… Me siento hijo tuyo pero no lo merezco porque de forma voluntaria declaró que me cuesta mucho dejar de ser humano.