La Ascensión: Una invitación a bajar
Del mismo modo que nadie fue testigo visual del hecho de la «Resurrección de Jesús», también hay que decir que nadie fue testigo de la «Ascensión de Jesús», a pesar de los conocidos relatos que acabamos de escuchar. y la numerosa y bellísima iconografía artística que reproduce tal cual esta escena. Habría que empezar por aclarar qué entendemos por «cielo» y qué significaría en tal caso «subir al cielo». Nadie piensa al rezar el «Padrenuestro que estás en los cielos», que a Dios se le podría localizar en alguna parte por entre los planetas y galaxias, por muy buenos telescopios que construyamos.
Entender los relatos bíblicos de forma literal llevó a la propaganda rusa a decir que el astronauta Gagarin habría dicho en su salida al espacio exterior: “Estoy en el cielo y no he visto a Dios por ningún sitio”, Es fácil encontrar esta cita por internet. Sin embargo, Gagarin era cristiano y jamás dijo cosa semejante. Fue más bien en un discurso del Secretario General del Partido Comunista, Nikita Jruschev, al Comité Central de la Unión Soviética quien afirmó: «Gagarin voló al espacio, pero no vio ningún Dios allí». ¡Pues sólo faltaba que lo hubiera visto!
La Ascensión no es cuestión de lugar, ni es sólo cuestión de la ausencia física de Jesús, sino de una nueva presencia. El Espíritu de Jesús, presente y actuante, ocupa el lugar de Jesús, inspira y eleva los corazones, sopla donde quiere, abre los labios a la alabanza, hermana a sus seguidores y hace creíble el testimonio de los creyentes. La Ascensión de Jesús a la derecha del Padre no supone que quedemos abandonados a nuestra suerte; al contrario, a partir de entonces podemos experimentar la plenitud de Jesús dentro de nosotros. Jesús ya no pertenece ni al tiempo, ni a una cultura ni raza judías, ni a un cuerpo masculino con un aspecto muy determinado. Constituido Señor del Universo, ascendido al Padre, pertenece ya a todos los hombres, a todas las épocas y a todos los pueblos. Todos tenemos acceso a él.
Para los seguidores de Jesús la Ascensión es una invitación a bajar. Porque la vida de Jesús en medio de nosotros estuvo marcada por el verbo «bajar»:
— El Hijo del Altísimo «bajó» a nuestra humanidad, al seno de una mujer, y luego hasta una cueva de Belén. Lo llamamos encarnación o «abajamiento».
— Bajó el «volumen» de la atronadora voz del Dios que se oyó en el Sinaí cuando dictaba los mandamientos, o se hacía sentir entre relámpagos, fuegos y terremotos, para convertirse en un susurro, en una Palabra ofrecida discretamente en la comunidad reunida en su nombre, para que sea acogida libremente y sin miedos.
— Rebajó sustancialmente la tremenda lista de normas, leyes, obligaciones y prohibiciones que hacían al hombre arrastrarse continuamente para el peso del pecado. El suyo, ya sabenos, es un yugo ligero y llevadero. Al final todo lo redujo a un solo mandamiento: el amor.
— Bajó hasta las riberas del Jordán (dicen que es uno los ríos más bajos de la tierra), para bautizarse entre pecadores. Y descendió todos los peldaños para poder estar entre los más bajos de la sociedad: prostitutas, leprosos, ciegos, samaritanas desconcertadas en el amor, pescadores de escasa cultura, pobres… Bajó hasta donde estaban los más hundidos, y aplastados por los de siempre… Para ayudarlos a SUBIR.
— San Pablo recoge uno de los primeros himnos cristológicos, donde nos indica que «A pesar de su condición divina… se despojó de su rango, y se rebajó, pasando por uno de tantos, hasta la muerte, y una muerte de Cruz. Y por eso Dios lo levantó… El Hijo del Altísimo se rebajó… y por eso la fiesta de hoy vendría a significar ese ser levantado por el Padre para que recupere su condición divina, el «nombre sobre todo nombre».
Pero, subir, subir… muy pocas veces: Al monte, de las bienaventuranzas para enseñar a las gentes y al Tabor, para charlar con Moisés y Elías y también con sus Doce. Por cierto que en aquella ocasión, Pedro estaba tan a gusto allá «arriba», que propuso quedarse, y preparar tres tiendas. Pero Jesús tuvo que indicarle que había que «bajar». Y subió hasta Jerusalem (que está en lo alto de un monte), varias veces, para ser al final elevado en una cruz.
Aunque pueda parecer una paradoja la Ascensión de Jesús nos invita a «subir hacia abajo», como él mismo hizo siempre. Sólo bajando… se llega a lo más alto. Nosotros «bajamos» y Dios nos «levanta». Muy breve y bellamente lo escribió JUAN ANTONIO VALLEJO-NÁJERA:
Baja y subirás volando
al cielo de tu consuelo,
porque para subir al cielo,
se sube siempre bajando. Concierto para instrumentos desafinados)
Jesús invitaba a sus discípulos a «bajarnos», por ejemplo:
• «Los últimos serán los primeros». Él es un vivo ejemplo de ello: el primer «ascendido» por el «Jefe».
• «El que quiera ser el primero, que sea el servidor de todos». Aunque para ello haya que agacharse a los pies de quien sea «armados» de una toalla, para lavárselos.
Diríamos que Jesús nos invita a «subir hacia abajo», como él mismo hizo siempre. Sólo bajando… se llega a lo más alto. Nosotros «bajamos» y Dios nos «levanta». El Señor Jesús nos ha dejado libre «el ascensor» para que tengamos acceso hasta el cielo (=Dios).
Pero antes nos toca bajar a la arena del mundo y procurar que esta tierra empiece a ser el cielo. Porque «el cielo» no está donde solemos pensarnos. Me gusta cómo lo explica esta historia:
«Había una vez dos monjes que, en un manuscrito antiguo, encontraron noticia de un lugar donde el cielo y la tierra se tocaban, y decidieron ponerse en camino en su búsqueda. Subieron montañas, cruzaron ríos, atravesaron desiertos, sufrieron toda clase de penalidades en su viaje por todo el mundo y superaron toda tipo de tentaciones que pudieran apartarles de su propósito.
Por fin llegaron a la puerta de la que hablaba el viejo manuscrito. Estaban a unos segundos de colmar sus anhelos. Bastaba llamar, y uno se encontraría ante Dios. Iban a pasar la frontera entre el cielo y la tierra. Por fin se abrió la puerta, y cuando entraron, se encontraron en la celda de su monasterio. Entonces comprendieron que el lugar donde el cielo y la tierra se tocan se encuentra en la tierra, en el puesto que Dios nos tiene asignado».
Ahí (aquí) es donde podemos encontrarnos con Dios. Aquí es donde está la puerta del cielo. Y aquí tenemos nuestro trabajo: ir (bajar) hasta los confines del mundo, procurando destruir todos los infiernos y ayudando a hacer de esta tierra un cielo…
Algún día el Padre también tirará de nosotros hacia «arriba», y estaremos siempre con él. Que eso es el cielo.
Podemos orar estos próximos días con las palabras del Apóstol en la segunda lectura de hoy:
El Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo, e ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama.
Pero ¡ojo!, como avisaron aquellos dos vestidos de blanco: «Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?». Hasta que llegue el momento de subir…. nos toca bajar, poner los pies en la tierra y hacerla mejor, siguiendo los mismos pasos del que hoy ascendió a la derecha del Padre.
Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf
Imagen superior Goyo. Inferior Pedro M. Sarmiento cmf
LA ASCENSIÓN: UNA INVITACIÓN A BAJAR
Comienzo el comentario con el final de tu reflexión: “cristianos del S. XXI, ¿qué hacéis mirando al cielo??
Como Jesús a los discípulos en el Tabor nos dice: aquí no hay nada que hacer, despertad y dejar los sueños que adormecen y bajad a la realidad donde la necesidad es urgente y la realidad os llama.
Recuerdo la reflexión del domingo pasado: “las nuevas presencias del Resucitado”. Ahí es donde tenemos que bajar, poner los pies, el corazón y nuestras manos porque Él se hace presente en ellas.
Posiblemente me pasa como a los discípulos, al principio siento miedo y me inundan dudas en mi mente y en mi corazón que me paralizan. Hoy tiene que resonar en mi: ¡qué haces mirando al cielo!, ¡mirándote a ti misma! (muchas veces, yo, no soy cielo).
Es verdad que al rezar el Padrenuestro, no se nos pasa por la imaginación que le podamos encontrar en algún sitio concreto, pero también decimos; “venga a nosotros tu reino así en la tierra como en el cielo” esto nos da una pista para interpretar que en la tierra le podemos encontrar y hacer de ella el cielo si nos implicamos como Iglesia misionera, en el proyecto de Jesús, en las realidades concretas.
Bajando a esta realidad, hoy, Jesús me invita a dejar mi mundo de confort y seguridades y trabajar por la justicia, la paz y el amor sin límites.
Dices en tu reflexión muchas cosas interesantes, una de ellas es: “que el Espíritu de Jesús inspira y eleva los corazones, sopla donde quiere y abre los labios a la alabanza, hermana a sus seguidores y hace creíble el testimonio de los creyentes”. Este párrafo me parece importante y como el “núcleo” en el día de hoy porque Jesús no se ajusta a un determinado tiempo, personas y espacios. Está al alcance de todos; otra forma de abajarse muy personalizada, según la realidad de cada uno y situación concreta, sin dejar su condición divina. Gran ejemplo para nosotros en la misión a realizar, servir desde abajo.
El tema de la alabanza, la oración personal y como comunidad cristiana y la Eucaristía, son medios para experimentar la “subida” y como Jesús descubrir nuevas formas de implicación e incluso en algunos momentos poder expresar; ¡Hágase tu voluntad! y descubrir que el Espíritu de Jesús me levanta de mis desánimos, rutinas, pereza, desilusiones y posibles fracasos, renueva mis fuerzas para seguir con los pies en la tierra.
El Evangelio dice: Jesús levantando las manos los bendijo…ellos en el templo bendecían a Dios.
Siento que Jesús sigue bendiciéndonos como Iglesia, como Comunidades Cristianas y a nivel personal todos los días. Somos herederos de una bendición y tenemos que ser “bendición” para los demás, especialmente para sus preferidos: pobres, marginados, excluidos, rechazados, extranjeros… Esto me lleva a plantearme dos cuestiones.
1) ¿Cómo dejarme bendecir por Jesús Resucitado?
• Formando parte de la Comunidad Cristiana.
• Acogiendo su Palabra siempre actual y dejándome interpelar por ella.
• Participando gozosamente de la Eucaristía y de su perdón.
• Acoger su misión e implicarme en la misma.
• Cambiando mis errores por actitudes evangélicas.
• Fomentando en mí actitudes de cercanía, acogida, escucha, paz, solidaridad…
• Agradeciendo todo lo que me concede cada día y agradeciéndole que pone en mi camino personas que me ayudan a superar obstáculos y estimular mi vivencia y encuentro con Él.
• …
2) ¿Cómo ser bendición para los demás?
• Acogiendo al otro de la misma forma que hacía Jesús; con amor y misericordia y perdón.
• Reconociendo que soy un don para ellos y ellos para mí, por lo cual digo bien de ellos.
• Valorando las cualidades del diferente porque es riqueza para todos.
• Alejando las críticas y potenciando el diálogo como encuentro.
• Compartiendo lo que soy y tengo, aún lo que necesito.
• Reconociendo que la diversidad enriquece.
• Tendiendo puentes para el encuentro y la comunicación.
• Forjando un futuro que desde los valores del Evangelio, hacer que la persona humana sea el centro de los proyectos sociales, desde algunas instituciones a mi alcance. Un poco difícil de conseguir.
• …
Quiero terminar dando Gracias al Padre porque Él, en la creación, vio que todo era bueno. Que a través de la Palabra vayamos descubriendo que todo sigue siendo Bueno porque Él sigue entre nosotros animando nuestra vida, nuestro ser y hacer.
Gracias a ti Quique por despertarme cada semana la ilusión del encuentro con la Palabra que me implica a situarme como persona creyente ante ella y a orar, aunque a veces me remueve y descubro mis incoherencias.
La reflexión de hoy, en mi modesta opinión, encierra el núcleo de nuestra fe, aunque llevamos muchos siglos sin enterarnos de nada. Quizás sea porque los occidentales no estamos acostumbrados a interpretar las verdades que se nos transmiten en forma de contradicción: bajar para subir, entender lo que parecen desventuras como bienaventuranzas. Este tipo de lenguaje tan admirado por los orientales nos ha despistado mucho y después de dos mil años seguimos en la higuera.
Algunos peregrinos en Tierra Santa han visto una pedrusco en el que dicen que está huella de Jesús cuando se impulsó para subir al cielo.
La esencia de nuestra religión, la verdadera, es lo que nos está diciendo Quique, esto es, el abajamiento, la humildad y el servicio. Jesús es el ejemplo vivo de ese abajamiento, servicio, compasión y humildad. Si nos arrodillamos -abajamos- en la oración y meditación, en el silencio para oír su voz, nos encontraremos con Él. No es fácil porque vivimos en medio del ruido, indiferentes al dolor ajeno y ajenos al mensaje de Jesús. Pensar que un día después de resucitar se subió a una roca y salió disparado como un astronauta sin nave, es difícil de digerir, pero resulta cómodo y no nos compromete a nada.
Gracias, Quique , por seguir vapuleándonos la conciencia y hacernos aterrizar.
Quique qué bonito «subir bajando». Con estas dos palabras que aparentemente se contradicen el Señor nos quiere decir que busquemos en la tierra el cielo para nuestros hermanos y para nuestras obras…que ya llegará el momento en que podamos disfrutar plenamente de Él. Y es así. Muchas veces los hombres nos buscamos unos «cielos» en la tierra que para nasa tienen que ver con Dios….y eso nos deja vacíos. No es más feliz el que más tiene sino el que menos necesita y con poco se conforma. Es cambiar de chip. Es el hacer feliz a los demás por Dios y ya la recompensa en.parte lo nota nuestro interior. Lo bueno de hacer el bien es que tu corazón y tu alma lo nota. Notas la presencia de Él. Te ves más cerca de Él. Vives en cierta forma la presencia de Dios que te hace en la tierra tener un trocito de cielo….¿Pero en realidad qué es el cielo?. Muchas veces me lo he preguntado. Muchas veces he oído hablar tanto de ello….Es un lugar, un sitio, un estado del alma….Después de tantas cosas oídas para mí al margen de que en nuestro mundo nos vemos obligados a hablar de un sitio físico…no lo sabemos y es difícil de explicar…Para mi, como decía antes, con todo lo que he oído es la tenencia plena y completa de la presencia de Dios en nuestra alma. Es la fusión del amor con Él en un estado superlativo e inimaginable. Es tener la unión para siempre con Él. El poder comprender todo de Él, el entender todo lo que nos decía, el saber que para siempre disfrutaremos con Él…No sé si estoy en lo cierto pero para mi es comprensible. Es ver la caridad en su máximo esplendor, es ver el amor al máximo, es ver todo lo bueno de Él en infinito…Ese es el cielo para mi. Por eso creo que todos debemos de intentar crear un cielo con nuestros hermanos en la tierra, para que el culmen se consiga habiendo dado todo lo que hemos podido de nosotros…
Tuve la ocasión de conocer y hablar con el Dr. Juan Antonio Vallejo Nájera donde pude conversar con él de muchas cosas… Era un magnífico doctor, un gran cristiano, un hombre muy culto y una maravillosa persona…
Quiero comentar que el camino para el «cielo» empieza aquí en la tierra y que es el amor al prójimo y el amor a Él, el que nos llevará un día a la totalidad del amor.
Muy bonito el ejemplo de los monjes…Es en realidad buscar el cielo con los demás en la vida diaria.
Señor te pido en el día de hoy que siga experimentando tu amor a través de mis hermanos en la tierra y que un día pueda fundirme contigo. Así sea.
«Id al mundo entero y predicar en mi Nombre la conversion y el perdon de los pecados a todos los pueblos.»Si se llegara hasta los confines de la tierra empezaríamos a descubrir que Dios nos hace participar aquí de su Reino.
Gracias Padre Enrique y gracias a Teresa,Carmen y Jose Antonio y Feliz Domingo de la Ascension del Señor a todos