DOMINGO DE RAMOS. 2025

LA SERENIDAD QUE TRANSFIGURA EL DOLOR

(Relato de la Pasión de san Lucas)

1. Un Rey que desarma: el asno, el sepulcro y la novedad de Dios

Un asno sobre el que nadie había montado, un sepulcro en el que nadie había sido sepultado: El animal que utiliza el Señor para su entrada en Jerusalén como Mesías Hijo del hombre es un animal que estaba destinado para ello y no para otra cosa. El sepulcro que acoge el cuerpo de Jesús es un sepulcro sin estrenar. ¡También María la Madre de Jesús era una mujer sin estrenar, virgen! Con Jesús llega la novedad, y lo que toca se reviste de novedad: el nacimiento, la sepultura y la investidura como rey.

Hoy, en un mundo que idolatra lo efímero, Cristo nos invita a ser lo nuevo: comunidades que no repiten eslóganes, sino que crean caminos de paz. ¿No es este el Mesías que desarma a Herodes con silencio (Lc 23,9) y a Pilato con verdad (Lc 23,3)? Un Rey sin ejército, que convierte cruces en tronos.

2. «Haced esto en memoria mía»: El pan que desata cadenas

En el Cenáculo, Jesús no solo instituye la Eucaristía: redefine el poder. Mientras Roma dominaba con espadas, Él se entrega como pan (Lc 22,19). Y en el Calvario, perdona a sus verdugos (Lc 23,34). 

Hoy, cuando la Iglesia vive sus propias traiciones (abusos, divisiones), Lucas nos recuerda que la Eucaristía no es premio para perfectos, sino medicina para heridos. Judas recibe el mismo cáliz que Pedro: la misericordia no discrimina. ¿No es esta la revolución que necesitamos? 

3. Oración: El susurro que vence el caos

Tres veces ora Jesús en la Pasión:

  • En el Cenáculo, canta salmos (Lc 22,39-46).
  • En Getsemaní, suda sangre, pero elige el «hágase tu voluntad» (Lc 22,42).
  • En la cruz, muere rezando: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu» (Lc 23,46).

Lucas nos muestra que la oración no es escape, sino abrazo al dolor con esperanzaHoy, ante las «tinieblas» personales y colectivas (guerras, soledad, depresión), Jesús nos enseña a gemir con fe. Como Pedro, que llora tras la mirada de Cristo (Lc 22,61-62), nosotros somos invitados a llorar… pero sin dejar de caminar.

4. La hora de Satanás… y de las discípulas

Mientras los apóstoles huyen, las mujeres siguen a Jesús (Lc 23,49). José de Arimatea, oculto antes, ahora reclama su cuerpo (Lc 23,50-53). Lucas revela que, en la noche del mal, brillan luces inesperadas. 

Hoy, cuando muchos se preguntan «¿Dónde estaba Dios en mi dolor?», la Pasión responde: «En el migrante que ayuda, en el médico que agota turnos, en el joven que cuida a su abuelo». El Reino avanza con los valientes que, como el buen ladrón (Lc 23,40-43), eligen compasión incluso al borde del abismo.

5. «Porque Tú estás conmigo»: La dignidad del que sufre

Lucas no se recrea en los latigazos, sino en los gestos que revelan divinidad:

  • Jesús cura la oreja del soldado (Lc 22,51).
  • Consuela a las mujeres de Jerusalén (Lc 23,28).
  • Promete el Paraíso al ladrón (Lc 23,43).

Hoy, en una cultura que ignora a los frágiles, Cristo nos desafía: el dolor no nos hace menos humanos, sino más dignos. Como José y las mujeres, que preparan aromas «reposando el sábado» (Lc 23,56), aprendemos que, tras la noche, siempre llega el alba.

Conclusión: ¿Por qué Lucas escribe así?

Porque sabe que la Cruz no es el final. La serenidad de su relato es la calma de quien confía en la Resurrección. Hermanos, en un mundo que grita «¡Sálvate a ti mismo!» (Lc 23,35-39), Jesús muere diciendo «Padre, perdónalos»He aquí la Buena Noticia: el amor es más fuerte que la muerte. Y si Él transfiguró el fracaso en gloria, ¿qué no hará con nuestros dolores, si se los entregamos?

José Cristo Rey García Paredes, CMF

 

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